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Sí, no leyó mal el título de este artículo: con una actividad tan sencilla y natural como orinar usted podría estar ayudando al planeta. Lo difícil, sin embargo, es que, aunque hay avances prometedores, la ciencia e ingeniería que permite el aprovechamiento de este líquido todavía está buscando la mejor manera para masificar los sanitarios que se requieren para hacerlo.
Uno de esos esfuerzos, reseña la revista Naure, se está llevando a cabo en Gotland, Suecia. Un equipo de investigadores de la Universidad Sueca de Ciencias Agrícolas (SLU), está desarrollando un piloto para aprovechar la orina de los isleños. Utilizando un tipo especial de sanitario, secan lo suficiente la orina para que se convierta en trozos de hormigón, que luego se prensan y resultan en bloques de fertilizante. Proyectos similares se están adelantando en Estados Unidos, Etiopía, Australia, Sudáfrica y Suiza. (Puede leer: El glaciar más alto del Everest se está derritiendo a una velocidad inesperada)
Pero, ¿por qué aprovechar la orina? Lo más importante es que es rica en nutrientes, principalmente en nitrógeno. Por eso, en vez de desperdiciarse y contaminar el agua, con un tratamiento adecuado podría convertirse en abono para cultivos. Lo segundo tiene que ver con que los investigadores de este campo han desarrollado sanitarios que no requiere de agua para aprovechar la orina, entonces se ahorraría bastante agua. A ese último proceso se le conoce como “desviación de orina”.
La desviación consiste, básicamente, en separar desde el sanitario los líquidos de los sólidos para que la orina no quede contaminada. Esta, dicen los científicos, ha sido la etapa más compleja de todo el proceso pues la fabricación de estas tazas tiene importantes retos de diseño, uso, aprovechamiento, así como la disminución de olores. (También puede leer: ¿Qué tan ambientalmente sostenibles son los Juegos Olímpicos de Invierno 2022?)
Por ejemplo, en el 2000, en eThekwini, Sudáfrica, se instalaron 80.000 inodoros con desviación de orina, convirtiéndose en el primer uso masificado de este tipo de sanitarios. Anthony Odili, investigador de Universidad de KwaZulu-Natal en Durban (Sudáfrica), le dijo a Narure que, si bien sirvieron para solucionar algunos problemas como la falta de infraestructura de aseo o la escasez de agua, eran incómodos de utilizar, tenían filtraciones de orina y pésimos olores.
Pero eso podría estar por cambiar, reseña la revista, gracias al Urine Trap, o trampa de orina, un retrete diseñado por la empresa austriaca EOOS. Según Harald Gründl, director y diseñador de la compañía, su inodoro se parece mucho a uno convencional, lo cual facilita su uso y hace que la función de la desviación de la orina sea imperceptible.
Luego de desviar la orina, viene otro proceso complejo que consiste en tratarla para poder utilizarla. Afortunadamente, investigadores en diferentes partes del mundo le están encontrando diversos usos. Como ya contamos, en Suecia se utiliza para fabricar fertilizantes, mientras que Sudáfrica, desarrollan pilas de combustible microbianas y, otro equipo, la utiliza para fabricar ladrillos de construcción. Incluso, resalta Nature, la Agencia Espacial Europea, está considerando usar la orina de los astronautas para construir hábitats en la Luna. (Le puede interesar: 190 académicos piden a Duque detener la deforestación de la Amazonía)
“Cuando pienso en el gran futuro de la recuperación de la orina y de las aguas residuales, queremos ser capaces de fabricar tantos productos como sea posible”, señala para esta revista el ingeniero químico William Tarpeh, quien trabaja en la Universidad de Stanford, California.
El último problema al que se enfrentan los investigadores es: ¿usará la gente esos inodoros? Gran parte de la humanidad lleva más de un siglo utilizando el sistema convencional que surgió en Inglaterra, por lo que algunos tabúes podrían aflorar y generar resistencia a este nuevo desarrollo. Además, ¿consumirían productos que hayan sido fertilizados con orina? La respuesta, según una encuesta adelantada en el 16 países durante el año pasado, arrojó que el 80 % de personas en Francia y un 78 % en China y Uganda lo harían. Jordania, Moldavia, Portugal, India y Bangladesh son los países donde mayor reticencia a la idea se percibe, ya que solo entre el 14 % y 38 % consumirían esos alimentos.