Un proyecto de ley quiere acabar con los zoológicos. ¿Buena o mala idea?
El proyecto, propuesto por la senadora Andrea Padilla, busca que estos espacios se sustituyan por refugios de fauna. Pero no a todos les suena la idea, pues consideran que los zoológicos cumplen una importante tarea de conservación y educación.
Juan Pablo Correa
María Camila Bonilla
La película animada Madagascar, así como Liberen a Willy, nos hizo creer a muchos que era posible liberar a los animales de los zoológicos. El drama de la ballena cautiva alcanzó tal nivel de popularidad, que permitió la producción de tres entregas más y la creación del proyecto “Free Willy Keiko Foundation”, que tenía como objetivo regresar a la protagonista a su hábitat natural. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos y casi una década después de su debut, cuando la orca regresó a las frías aguas noruegas, falleció por neumonía.
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La película animada Madagascar, así como Liberen a Willy, nos hizo creer a muchos que era posible liberar a los animales de los zoológicos. El drama de la ballena cautiva alcanzó tal nivel de popularidad, que permitió la producción de tres entregas más y la creación del proyecto “Free Willy Keiko Foundation”, que tenía como objetivo regresar a la protagonista a su hábitat natural. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos y casi una década después de su debut, cuando la orca regresó a las frías aguas noruegas, falleció por neumonía.
En Colombia ocurrió un caso similar en 2017, esta vez sin película taquillera de por medio. Un abogado logró que la Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia aceptara un habeas corpus (un recurso que garantiza la libertad cuando se cree está limitada por una autoridad o de forma arbitraria) para un oso de anteojos del Zoológico de Barranquilla llamado “Chucho”. Aunque en principio le dieron la razón al jurista, la Corte Suprema después aclaró que no era aplicable en animales y que sería un riesgo para el oso quedar en libertad sin las capacidades para conseguir su alimento o relacionarse con otras especies.Criticar o denunciar las condiciones de los animales en los zoológicos no es algo nuevo.
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De hecho, en Colombia la congresista Andrea Padilla, conocida como la senadora animalista, radicará en los próximos días un proyecto de ley que plantea sustituir gradualmente estos lugares por refugios de fauna. Para ella, el problema de los zoológicos es estructural y, por eso, deben hacer la transición hacia modelos distintos, para convertirse en refugios de fauna o santuarios. Miguel Aparicio, presidente de la Asociación Santuario Animal Namigni, dice que los espacios reducidos, diseñados para la exhibición de los animales, generan “estrés permanente” a los animales silvestres.
El proyecto de ley de la senadora Andrea Padilla plantea que los zoológicos hagan una transición progresiva al modelo de refugios de fauna, espacios similares a hábitats naturales, donde los animales estén en semicautiverio y que únicamente reciban a individuos traficados o especies nativas que deban ser conservadas.
Pero para la bióloga experta en conservación de fauna silvestre, Nataly Castelblanco, la solución no debería ir por este camino, ya que también existen historias de santuarios mal regulados, en donde los animales están en malas condiciones. Uno de los casos que cita es el de la Asociación de Zoológicos, Criaderos y Acuarios de México, que este año presentó una denuncia penal contra Eduardo Serio, dueño de la fundación Black Jaguar-White Tiger, un “santuario” para felinos, por el “abandono y maltrato de cientos de felinos”.
“Lo mejor que se puede hacer es la transformación de los zoológicos y la revisión de la reglamentación que tienen, así como un seguimiento de qué están haciendo con los animales. Es importante que el público entienda que ni todos los zoológicos son malos, ni todos los santuarios son buenos”, opina Castelblanco .No a todos los que trabajan con animales les suena la idea del proyecto de ley. Para ellos, no está bien satanizar a los zoológicos. Muchos hoy cumplen, señalan, una importante tarea de conservación y educación.
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La encrucijada de los zoológicos
Para Dave Wehdeking, gerente de la Unidad de Bienestar Animal del Zoológico de Cali y profesor catedrático de Fauna Silvestre de la U. San Martín de Puerto Colombia, desde hace años los zoológicos modernos dejaron de ser centros de entretenimiento y se convirtieron en lugares de conservación y protección para animales silvestres. Pese a ello, reconoce que algunos quedaron rezagados en los procesos de actualización y que por eso se revive el debate sobre si son lugares de crueldad animal.
“Con los zoológicos es importante entender que terminan cumpliendo una labor que al Estado le queda muy difícil hacer, y es el manejo de las especies decomisadas, que son producto del tráfico y que no pueden volver al medio natural. Son estos lugares los que manejan esa crisis”, explica Rosamira Guillén, directora ejecutiva de la Fundación Proyecto Tití. Además aportan en la reproducción de individuos fuera de sus hábitats naturales para asegurar la supervivencia de especies que están al borde de la extinción.
De hecho, gracias a esa estrategia se han recuperado poblaciones de animales que estaban casi extintas o en peligro crítico en sus hábitats naturales, y que progresivamente han sido liberadas para aumentar sus ejemplares, como el caso de la rana rabo venenoso en Colombia, el guacamayo de Spix (Cyanopsitta spixii) y el tití león dorado en Brasil (Leontopithecus rosalia)
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Por ejemplo, un estudio publicado en la revista Conservation Letters encontró que los esfuerzos de conservación realizados por zoológicos, organizaciones y científicos evitaron la extinción de 11 a 25 especies de aves y mamíferos entre 2010 y 2020. Sin las acciones de estas organizaciones, las extinciones habrían sido hasta 26 veces mayores para esta década, concluyó el estudio.
“Hay que entender que, por más que no nos gusten los animales en cautiverio, siempre vamos a tenerlos porque sigue existiendo el tráfico ilegal y situaciones de pérdida de hábitat”, afirma la bióloga Castelblanco. Con eso también está de acuerdo Christian Olaciregui, jefe del departamento de biología y conservación del zoológico de Barranquilla. “El tráfico es el que está agotando a las poblaciones de animales y la deforestación. Los zoológicos, con las dificultades que muchas veces tenemos, somos los que estamos cuidando a esos ejemplares que no pudieron regresar a su hábitat natural”, añade.
Pero para la senadora Andrea Padilla y para Miguel Aparicio, del Santuario Animal Namigni, es ilógico que los zoológicos hablen de una conservación “genuina” si los animales permanecen en cautiverio. “¿Cómo es posible hablar de conservar una especie si no se hace en su hábitat natural? ¿Si solo se mantiene encerrada?”, se pregunta Aparicio. Lo que sucede, explica Wehdeking, del Zoológico de Cali, es que la mayoría de veces la liberación de todas las especies, sencillamente, no es viable.
Para explicarlo, él utiliza el ejemplo de la película Madagascar. Aunque en la historia los animales lograron escapar del cautiverio, la pregunta es si el león, la cebra o la jirafa habrían podido integrarse a una manada. “La respuesta, lastimosamente, es que, probablemente,no. Primero, porque no saben cómo comportarse en esos entornos, y segundo, porque no tienen forma de saber qué depredador existe, cosa que, de hecho, se ve en la película”.
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Esta situación se repite para animales que han pasado mucho tiempo en situaciones de venta ilegal. Eso les impide desarrollar habilidades de caza o de autodefensa, explica Farah Ajami, directora del Zoológico de Barranquilla y representante de la Asociación Colombiana de Parques Zoológicos y Acuarios (Acopazoa).
Estos antecedentes disminuyen las probabilidades de supervivencia de los animales en la naturaleza.Para Padilla, no obstante, la función de conservación de los zoológicos en Colombia no se está cumpliendo. A pesar de que estos establecimientos utilicen el argumento de que realizan procesos de conservación, “hay una falta de claridad y transparencia sobre las cifras de eficiencia y procesos que adelantan, lo que hace imposible que la información esté contrastada con perspectivas científicas”. A lo que se refiere la senadora es que en el país no existen cifras sobre los resultados de las tareas de conservación realizadas por los zoológicos, y estos establecimientos tampoco tienen pública esa información.
Entonces, ¿quién se asegura de que estos establecimientos están haciendo las cosas bien? Farah Ajami, directora del Zoológico de Barranquilla, explica que los zoológicos deben cumplir con ciertos requisitos para que las Corporaciones Autónomas Regionales (CAR) u otras entidades ambientales les den licencia para operar.
Asimismo, la ley que regula el funcionamiento de parques de diversión también aplica para zoológicos y acuarios. Y a pesar de que en Colombia no exista todavía un conjunto de estándares oficial para evaluar la calidad de estos establecimientos -cuestión que debería ser prioritaria para el gremio de zoológicos-, varios de estos lugares cuentan con la acreditación de calidad de la Asociación Latinoamericana de Parques Zoológicos y Acuarios. “Mejor dicho, los zoológicos estamos regulados y vigilados por todos lados”, resume Ajami.
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Sin embargo, como explica el abogado ambientalista Carlos Lozano, eso no significa que la ciudadanía y la ley no puedan ser críticas con los zoológicos que tienen a los animales en malas condiciones. “En cualquier caso, prohibirlos sería un error, porque tienen funciones de conservación muy difíciles de reemplazar”, añade. ¿En dónde está el futuro de los zoológicos?
El médico veterinario César Rojano, quien se formó profesionalmente en un zoológico, también coincide en que es necesario que haya una mayor vigilancia de los estándares de estos establecimientos por parte de autoridades como el Ministerio de Ambiente. Los zoológicos que no son viables, por sus condiciones de infraestructura o personal, deben ser reestructurados, ya que eventualmente terminarían siendo “una piedra en el zapato de los lugares que sí están haciendo las cosas bien”.
Por esto, expertos que trabajan en zoológicos reconocen que estas instituciones deben hacer un mejor trabajo de comunicación de sus funciones y procesos, por la percepción que tiene el público. “Un santuario y un zoológico pueden tener el mismo espacio y el mismo número de animales, pero si en un sitio la gente los ve dentro de un cubo de rejas, la percepción es distinta que si están en un espacio que asemeje su espacio natural, incluso si el animal está bien cuidado”, puntualiza Guillén, de la Fundación Proyecto Tití.