Un virus que mata ranas lleva ocho años en Colombia y hasta ahora nos enteramos
Cinco especies nativas y una invasora arrojaron resultados positivos para el Ranavirus, un virus que estaría en el país desde 2014. Aunque podría estar poniendo en riesgo a muchas especies de anfibios, no se sabe cómo llegó ni cómo se está propagando.
Andrés Mauricio Díaz Páez
Un virus con el potencial de causar muertes masivas y disminuciones dramáticas en las poblaciones de diferentes anfibios está en Colombia. En una investigación reciente, publicada en la revista Diseases of Aquatic Organisms, se conoció la primera evidencia de ranas infectadas por Ranavirus en el país. Lo que preocupa es que pasó desapercibido durante al menos ocho años, por lo que se desconoce el daño que habría causado. (Puede ver: Nevado del Ruiz: tres claves para entender qué está pasando con el volcán)
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Un virus con el potencial de causar muertes masivas y disminuciones dramáticas en las poblaciones de diferentes anfibios está en Colombia. En una investigación reciente, publicada en la revista Diseases of Aquatic Organisms, se conoció la primera evidencia de ranas infectadas por Ranavirus en el país. Lo que preocupa es que pasó desapercibido durante al menos ocho años, por lo que se desconoce el daño que habría causado. (Puede ver: Nevado del Ruiz: tres claves para entender qué está pasando con el volcán)
En 1965, cuando se descubrió por primera vez el virus en una rana leopardo, propia de Norteamérica, no se le dio mayor importancia a la enfermedad que podría causar en los anfibios. De acuerdo con un repaso histórico del Ranavirus, publicado en 2012 por The Royal Society, para entonces se tomó como modelo de estudio para entender cómo se replicaban otros virus, pero no como un agente patógeno.
A finales de los 80, en países como Estados Unidos, el panorama cambió cuando empezaron a encontrar grandes cantidades de ranas, peces y reptiles muertos en lagos y bosques. En su momento, se supo que estas muertes estaban asociadas a un virus. Cuando empezaron a ocurrir en otros países hacia inicios de los 2000, como Reino Unido y España, las investigaciones encontraron que detrás de estos eventos estaba el Ranavirus.
En Colombia, este virus pasó desapercibido durante varios años, hasta hace muy poco. Victoria Flechas Hernández, PhD en Ciencias Biológicas de la Universidad de los Andes empezó a analizar junto a otros colegas muestras de ranas que hacían parte de la colección científica del Instituto Humboldt. Para comprobar la presencia del virus es necesaria una prueba PCR de una muestra del hígado de las ranas, ya que en este órgano se puede tener mayor efectividad en el testeo.
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Este proceso es, de alguna manera, “como viajar al pasado para tomar una fotografía de la situación epidemiológica en la que se encontraban los anfibios en el momento en el que se tomaron las muestras”, explica Alessandro Catenazzi, PhD en Ciencias Biológicas y profesor asociado de la Universidad Internacional de Florida, quien también hizo parte de la investigación.
En total, analizaron 274 muestras recopiladas entre 2014 y 2019, y encontraron el virus en 14 muestras correspondientes a cinco especies nativas y una invasora (la rana toro). Los casos positivos van desde los llanos de la Orinoquía, hasta los páramos de Guacheneque y Sumapaz, algo que indica que el Ranavirus se encuentra en una gran variedad de ecosistemas de Colombia.
El problema, como explica Flechas, es que el virus aparece y se propaga rápidamente, “algo similar a lo que ocurrió con el covid-19″, pero no se conocen síntomas visibles que permitan tomar acciones para proteger a los anfibios. Por eso, en las investigaciones y monitoreos que se han hecho en otros países, lo que se registra es una disminución repentina en las poblaciones de especies en las que se identificó el Ranavirus, siempre por medio de muestras recopiladas varios años atrás.
Los resultados revelan varios puntos preocupantes, dice Flechas. El primero es que la cantidad de muestras es muy pequeña para tener una aproximación sobre la distribución del virus en el país, por lo que hasta el momento solo es posible saber que llegó, al menos, desde 2014. El segundo es que la rana toro, al ser una especie introducida al país por el ser humano y que no pertenece a estos ecosistemas, es un potencial dispersor del virus a otras especies por su gran capacidad para adaptarse y expandirse con rapidez.
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Esto le preocupa a los científicos porque ya ha pasado en otras oportunidades, como por ejemplo, con el hongo quitrido (Batrachochytrium dendrobatidis) que también fue testeado en el estudio. Aunque la rana toro parece no sufrir ninguna consecuencia en su salud al entrar en contacto con este, sí lo puede portar e incluso transmitir a otras especies. Este hongo se considera responsable de la desaparición de al menos 90 especies de anfibios en el mundo.
¿Cómo se está transmitiendo?
Otra de las inquietudes que se desprende de la presencia del virus en Colombia es saber cómo se está transmitiendo. Las investigaciones que se han hecho en otros países han presentado evidencia de que la transmisión se da a través del agua y que incluso está afectando a diferentes peces. Como la mayoría de las ranas y sapos ponen sus huevos en el agua, allí se estarían contagiando. Sin embargo, hay casos de transmisión que no encajan en esa teoría.
Según Flechas, este sería el caso de otras especies de ranas que tienen lo que los científicos llaman un “desarrollo directo”. Eso, según la experta, “quiere decir que no tienen fase de renacuajo” y que estas especies ponen sus huevos en plantas. Aunque es cierto que estas especies necesitan de ambientes húmedos, no van al agua para reproducirse, lo que indica que se están infectando de otra manera.
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El caso de las especies Pristimantis bogotensis y la Pristimantis elegans, ranas endémicas de Colombia, también deja más preguntas que respuestas. Las muestras (positivas para el virus) de ambas, fueron tomadas de individuos recolectados en el Páramo de Guacheneque y en el Páramo de Sumapaz. Estas ranas solo se encuentran en Cundinamarca y tienen una distribución muy restringida en estos páramos.
Aunque estas sí se reproducen poniendo sus huevos en el agua, Flechas y Catenazzi no encuentran una explicación para su contagio, pues no tienen contacto con ranas o peces que migren desde otros ecosistemas hacia los páramos en los que habitan. Entonces, ¿cómo se están contagiando?
No hay un plan para proteger a las ranas
Hacer un monitoreo de la distribución del virus y el estado epidemiológico de las poblaciones de ranas tiene varios obstáculos. Uno de ellos es técnico: los individuos que se recolectan para las colecciones científicas son almacenados, por lo general, en formol. Esto supone un problema para rastrear el virus, porque la sustancia hace que se pierdan las propiedades necesarias del ADN en las muestras para tener un testeo efectivo.
Mauricio Rivera Correa, director del laboratorio de anfibios del Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la Universidad Nacional, explica que esta técnica se ha utilizado durante muchos años. La razón es que se prioriza la preservación del cuerpo de la rana para realizar estudios morfológicos, no para estudios relacionados con genética o epidemiología.
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La colección del ICN, de acuerdo con Flechas, podría ser crucial para iniciar un monitoreo al estado epidemiológico de las ranas en el país, porque tomar nuevos individuos solamente con el fin de extraer su hígado no sería viable. Para esto, se necesita que las nuevas introducciones a la colección se conserven en etanol o que se tomen muestras antes de almacenarlo.
Rivera cuenta que “lo que estamos haciendo desde hace un año es que, cada vez que llega un nuevo individuo a la colección, tomamos una muestra, ya sea del hígado, del corazón, de un músculo, y lo conservamos aparte del individuo para este tipo de estudios”. Esto podría solucionar uno de los obstáculos en el mediano plazo.
El otro problema, dice Flechas, es que, aunque existen las colecciones, como la del ICN o el Instituto Humboldt, que albergan miles de ranas para la investigación, “no hay plata para pagarle a alguien que analice esas muestras”, puntualiza.
Por lo pronto, se conoce que el virus lleva al menos ocho años propagándose en el país, y puede estar poniendo en riesgo a diferentes especies, como la Pristimantis elegans, que se encuentra catalogada como vulnerable por la lista roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés). Sin un sistema de monitoreo efectivo, asegura Flechas, será muy difícil saber el daño que ha causado hasta el momento, aunque se presume que puede ser amplio.
Un último problema, dicen los investigadores, tiene que ver con que actualmente no existe un plan para controlar las poblaciones de la especie invasora de rana toro. Ante la ausencia de control, este animal, que pasa casi toda su vida en el agua, ha logrado expandirse a varios departamentos del país, lo que también estaría facilitando el contagio de ranavirus a otras especies.