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Las abejas están en serios problemas. En la última década, se ha reportado la muerte de millones de ellas en varios lugares. Hace unos años, por ejemplo, hubo una pérdida repentina de colonias en varios países: 30 % en Estados Unidos, 25 % en Japón y hasta 53 % en Europa, sólo para un tipo de abeja, la Apis mellifera o abeja de miel, la encargada de polinizar el 90 % de los cultivos de Norteamérica y otras partes del mundo.
Un mundo sin abejas, como han advertido los ecólogos, podría desencadenar un efecto dominó. Por eso, ha generado tanta expectativa la primera vacuna para abejas que aprobó el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA).
Hace unas semanas otorgó licencia a la primera vacuna contra la bacteria Paenibacillus larvae causante de la “loque americana”, una enfermedad de origen bacteriano, muy virulenta y contagiosa, presente casi en el 80 % de colmenas de todo el mundo y capaz de matar colmenares enteros, si no se diagnostica adecuadamente.
Para Raúl Rivas González, Catedrático de Microbiología de la Universidad de Salamanca, en España, fue una noticia “magnífica”. A sus ojos, la vacuna es una herramienta para impedir que la enfermedad se propague, pero no para eliminarla, pues es un tipo de bacteria ambiental que no necesita contagiar a las abejas para sobrevivir.
La vacuna -matiza Rivas- busca proteger a polinizadores comerciales (unas cincuenta especies de abejas son manejadas por el hombre) de enfermedades mortales, además de reducir las pérdidas financieras y materiales de los apicultores, pero sobre todo facilitar la viabilidad del planeta.
“Una vez que una colmena muestra la manifestación clínica de la enfermedad, la única forma efectiva de erradicar y prevenir la propagación de la enfermedad es quemando la colmena y la colonia”, dice.
¿Pero, cómo se contagian las abejas?, “de manera fácil”, aclara Rivas: Por ejemplo, cuando las abejas expulsan de la colmena a las larvas muertas, lo que hacen es llevarse a la bacteria o a las esporas con ellas o cuando, las abejas nodrizas alimentan a las larvas con comida previamente contaminada por esporas.
A su juicio, es un paso importante, pero el camino es largo, porque hay muchísimas enfermedades que afectan a las abejas, lamenta Rivas. Un mundo sin estos polinizadores sería “inviable, no habría futuro”, asegura.
Las abejas pueden enfermar por múltiples causas: factores abióticos -componentes no vivos de un ecosistema, como condiciones atmosféricas, recursos hídricos, agroquímicos, pesticidas...) aunque el elemento más importante es, sin duda, la biótica -organismos vivos que influyen en un ecosistema-.
Para Rivas, el valor económico mundial de la polinización de cultivos por parte de las abejas y otros polinizadores obtiene una media superior a los 200.000 millones de euros, el 10 % de la producción agrícola mundial de alimentos para humanos.
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