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Imágenes de unidades de cuidados intensivos colapsadas, llenas de personas conectadas a ventiladores, y de médicos, en cuclillas y agotados en los pasillos de los hospitales, anunciaron el inicio del pico de la pandemia por coronavirus, un virus que obligó al mundo a detenerse. Mientras esto ocurría en los centros médicos, paradójicamente, las calles permanecían vacías y el comercio cerrado, pues el aislamiento fue el antídoto para detener la rápida propagación del virus. (Puede ver: ¿Quién está detrás de la tala ilegal en Colombia?)
Sin embargo, el esfuerzo de disminuir la propagación afectó fuertemente las economías de los países, y Colombia no fue la excepción. Según el DANE, la economía nacional sufrió un descalabro del -6,8 % durante 2020, siendo el dato más alto en la historia reciente del país, incluso por encima de la crisis de 1999. Bruce Mac Master, presidente de la ANDI, señaló que los datos del PIB para 2020 representan “la peor caída de la economía registrada (...) perdimos cerca de $70 billones”. Los sectores más golpeados fueron comercio, reparación, transporte, alojamiento, servicios de comida, construcción y explotación de minas.
Pero Colombia no es el único caso. Perú, por ejemplo, cerró 2020 con una caída del PIB de 12,9 %, siendo “uno de los países más golpeados por el coronavirus”, según la CEPAL. Y el PIB de Brasil registró una caída del 4,1 %, teniendo la mayor contracción de su economía en los últimos 25 años. Para mejorar las cifras de cara a esta crisis, los países tienen dos opciones: reactivarse a punta de proyectos extractivos y consumo insostenible de recursos naturales o considerar el medio ambiente como una de sus prioridades en esta fórmula.
“La pandemia causó un fuerte impacto económico y surgió la necesidad de diseñar paquetes de recuperación en los que considere al menos tres dimensiones. Que sea verde, una oportunidad para posicionar a la naturaleza y la dependencia que tiene la economía con ella; que sea justa, que el diseño de la recuperación ayude a cerrar las brechas de desigualdad social, y que sea resiliente, que se adapte a los efectos del cambio climático”, advirtió Óscar Guevara, especialista en biodiversidad y cambio climático de WWF Colombia.
Aunque varios países presentaron sus estrategias de reactivación, supuestamente siguiendo estos criterios, la ONU advirtió que solo el 20 % de los fondos aprobados en 2020 favorecen el medioambiente y la lucha contra el cambio climático. “Los gastos verdes a nivel mundial no están a la altura de la gravedad de las tres crisis planetarias, que son el cambio climático, la desaparición de la naturaleza y la contaminación”, señaló Inger Andersen, directora del Programa de la ONU para el Medio Ambiente. Lo bueno, de todas maneras, es que en los planes de España, Alemania, Dinamarca, Finlandia, Francia, Noruega y Polonia sí hay está contemplado el tema ambiental. (Le puede interesar: Mujeres a la cabeza de los temas ambientales de Colombia)
Una de esas apuestas es el Pacto Verde Europeo, ejecutado por la Unión Europea, en el que se busca que Europa sea climáticamente neutra para 2050. Para lograrlo, están impulsando el uso de recursos para pasar a una economía limpia y circular, además de restaurar la biodiversidad y reducir la contaminación. A la par de la apuesta verde europea, en América Latina se está promoviendo una reactivación transformadora, en la que buscan una perspectiva sistémica del desarrollo donde la relación entre la salud del planeta y los seres humanos sea un elemento central.
De hecho, se han generado varias rutas a escala mundial para que gobiernos y empresas sepan qué pasos dar para no irse por el camino fácil: el de reactivarse económicamente perjudicando la naturaleza.
En América Latina, la campaña “Reactivación transformadora” se ha encargado de liderar una serie de caminos para conseguirlo. Carola Mejía Silva, cocoordinadora de este proyecto, aseguró que una de estas rutas es la del Desarrollo Sostenible, que ya ha sido ejecutada en 193 países, en la que se promueve una visión holística del desarrollo, que “trasciende las mediciones del ingreso como único indicador de éxito, impulsa la igualdad y la sostenibilidad como principios rectores compartidos, y refuerza el compromiso de los Estados en asegurar los derechos universales”, añadió.
Otra de las rutas es la descarbonización, con la que se pretende disminuir la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Karla Maass Wolfenson, asesora para América Latina y el Caribe de Climate Action Network (CAN), explicó que “es necesario orientar la reactivación económica pospandemia para que no se promocione una infraestructura gris y de la industria de los combustibles fósiles (como el petróleo, el carbón o el gas). Esto podría generar señales equívocas y frenaría la puesta en marcha de los objetivos que se ha puesto la comunidad internacional, como por ejemplo el Acuerdo de París”.
También está la ruta de la gobernanza. Desde 2018, en la región surgió el Acuerdo de Escazú, que busca elevar la protección de defensores ambientales de Latinoamérica y el Caribe. Maass señaló que “su implementación en los procesos y medidas para la reactivación económica será fundamental para abordar los desafíos estructurales de la región, como la desigualdad y una cultura del privilegio, en particular de la justicia para las personas defensoras de los derechos humanos en asuntos ambientales”. (Lea también: La colombiana que busca proteger al águila real de montaña)
Colombia es uno de los países que, gracias a su enorme biodiversidad, tiene todas las posibilidades para apostarle a una recuperación verde, justa y resiliente. “Su riqueza ambiental nos permite ser ambiciosos en acciones que, a través de la conservación y el manejo de la naturaleza, nos permitan lograr metas climáticas y, además, podemos transformar la dependencia que tiene la economía del país con la naturaleza hacia un contexto positivo, donde avanzamos tanto en metas de bienestar social como en revertir la tendencia de pérdida de biodiversidad, con un crecimiento económico bajo en carbono y resiliente al clima. Pocos países como Colombia tienen esa magnífica oportunidad de poner la naturaleza en el centro de las decisiones políticas”, dice Guevara.
Y el país ya ha avanzado en ese proceso. En el diseño de esta política de recuperación hay un reconocimiento explícito del rol que debe jugar la naturaleza, conocido como soluciones basadas en la naturaleza (que abarca todas las acciones que se apoyan en los ecosistemas y los servicios que estos proveen para responder a diversos desafíos de la sociedad, como el cambio climático, la seguridad alimentaria o el riesgo de desastres). Sin contar con que, en diciembre de 2020, Colombia incrementó sus compromisos climáticos para aportar al cumplimiento del Acuerdo de París: el compromiso internacional más importante en respuesta al cambio climático. “Políticamente, los instrumentos son muy favorables y permiten ser optimistas en que, si se materializa esa visión, estaríamos yendo por el camino correcto”, concluye Guevara.
Abecé de una recuperación económica verde, justa y resiliente
¿Cuál es su objetivo?
El contexto de la pandemia dejó en evidencia la triple crisis que la humanidad enfrenta: pérdida de biodiversidad, crisis económica y sanitaria asociada a la pandemia, y crisis climática. Este tipo de reactivación de la economía tiene un enfoque integral e incluye tres dimensiones: ser verde, justa y resiliente.
¿Qué significa que sea verde, justa y resiliente?
Verde, porque debe revertir la relación negativa que las personas tienen con la naturaleza. En la actualidad, hay una creciente y pronunciada pérdida de biodiversidad fuertemente asociada con los modelos de crecimiento económico. Es una oportunidad para posicionar a la naturaleza y la dependencia que la economía tiene en ella.
Justa, porque debemos cerrar las brechas de inequidad existentes y porque las alternativas que hasta el momento hemos concebido para el crecimiento económico han profundizado diferencias entre los grupos poblacionales, como de género, étnicas o entre países.
Y resiliente, porque debemos adaptarnos a esos cambios. Antes de la pandemia venía marcada una tendencia negativa en los eventos de origen hidrometeorológicos. La recuperación que impulsemos debe ser resiliente en la medida en que debemos abordar las causas de ese clima peligroso, pero también en que debemos adaptarnos y continuar en este esfuerzo de recuperación aun cuando no hay forma de revertir los efectos del cambio climático. (Puede leer: El colombiano que estudió los cambios en los ecosistemas aéreos durante la pandemia)
¿Por qué 2021 es un año clave?
Por tres razones:
- Es el año en el que los países esperan dar los pasos necesarios para superar la pandemia de forma significativa.
- Es el año en el que deben entrar en vigencia los nuevos compromisos o la renovación de los compromisos de la agenda climática que establece el Acuerdo de París.
- Este es el año en que el mundo debe acordar un nuevo marco global de biodiversidad (para revertir su alarmante pérdida de manera urgente) .
Fuente: Óscar Guevara, especialista en biodiversidad y cambio climático de WWF Colombia.