La revancha de Carlos Ramírez

Hace cuatro años, en los Juegos Nacionales, a este antioqueño que compite por Bogotá se le escaparon las dos medallas de oro. Ahora espera ganar las pruebas de BMX como una motivación de cara a los Olímpicos de Tokio 2020.

Camilo Amaya
18 de noviembre de 2019 - 02:00 a. m.
El bicicrosista antioqueño Carlos Ramírez representa a Bogotá desde que tenía 15 años. / Cortesía
El bicicrosista antioqueño Carlos Ramírez representa a Bogotá desde que tenía 15 años. / Cortesía
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El 20 de noviembre de 2015 Carlos Ramírez se subió al primer escalón del podio y muy conmovido cantó el himno de Bogotá... bueno, las partes que se sabía. Su alegría, mezclada con nostalgia, asombró a los que estaban en la pista Peñamonte en Ubaté (Cundinamarca) y generó molestia en quienes vieron en su victoria una acción déspota. Para la mayoría, Ramírez no mantuvo la línea de carrera al salir del último peralte y cerró a Carlos Mario Oquendo, quien perdió el control de su bicicleta, dio un bote y cayó en el césped circundante. Para él fue una batalla legal, un suceso de carrera generado por la agitación misma de la prueba. Ese día Carlos Ramírez fue campeón nacional de BMX por unos minutos. Ya luego vino el reclamo oficial de la delegación de Antioquia, la revisión de los jueves y la decisión de descalificarlo. 

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Ese día la atención para el caldense Santiago Marín, el introvertido corredor que pasó de ser segundo a quedarse con la medalla de oro, fue poca, casi nula. De hecho, los medios estaban más pendientes de la declaración de Ramírez, del enojo contenido de Oquendo y de las impresiones de Mariana Pajón (que estaba al lado de la recta y vio todo en primer plano). “Hoy sigo diciendo: fue una medida injusta. No me atravesé y el juez se equivocó feo, me privó de ser campeón nacional”. El tiempo ha aplacado las palabras que ahora son más serenas y aquel Ramírez, de corazón fácil a la ira, habla apacible aunque con la fortaleza de quien tiene la razón en algo.

“Es que cualquier juez UCI podría regresar y ver todo de nuevo y tomaría la decisión correcta. Puede que ya no piense tanto en lo que no fue, pero no lo dejo a un lado”. Quizás el recuerdo sea más molesto, más grandilocuente, pues en la prueba contrarreloj Ramírez cometió un error en una curva y perdió con Miguel Calixto, su compañero de Bogotá que, al final, ganó la competencia. En resumen: dos medallas casi seguras y un arrebato contenido de energía que lo dejó sin ninguna. Por eso es que los XXI Juegos Nacionales de Bolívar son tan importante para el deportista de 25 años, por el compromiso de derrotar el tiempo y tener una nueva memoria. “He estado entrenando varios meses a doble jornada y con un día de descanso. A veces hago unos piques desde cero, o jalado por un carro, y en la tarde gimnasio. Procuro ser exigente conmigo mismo y cumplir con el cronograma de trabajo que tengo”.

Ramírez se la pasa entre Medellín y Bogotá, recientemente más en la capital por la inauguración de la pista de BMX. “Quedó increíble. Está a la altura de las mejores del mundo. Hay que aprovecharla y por eso trato de rodar lo más que puedo. Además, no me gusta practicar solo y cuando estoy allá tengo a mi entrenador al lado, aconsejándome, corrigiéndome. Eso ayuda sobre todo cuando ya estás pensando en Tokio 2020”. El deseo de ganar siempre, la necesidad de triunfar y la oportunidad de hacerlo han hecho que Carlos olvide las épocas en las que los mismos paisas lo abucheaban en cada cita del calendario nacional por correr con la camiseta de Bogotá. También los roces con quienes fueron sus referentes y terminaron siendo rivales superables en la pista. Eso sí, Ramírez no ha perdido esa tendencia de ser una persona que se la juega todo por el rojo o todo por el negro, alguien que va al límite y que no valora tanto la victoria si no es concebida bajo el riesgo de ir a tope. “Así soy y así me ha ido bien en muchas partes. Hay que divertirse, porque si no, no valdría la pena salir de un partidor a toda velocidad y sortear curvas, rivales, el aire y tantos factores que te ponen en riesgo”. 

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Carlos compite por Bogotá desde que cumplió quince años, desde que empezó a figurar y a sumar éxitos que no le valieron para ganarse un cupo en la selección de Antioquia. “Es que había muchos bicicrosistas élite, todos muy buenos, y yo apenas era un pela’o. El IDRD me propuso que me fuera con ellos y han estado en los momentos más importantes, han creído en los ciclos olímpicos, me apoyaron de una forma increíble para Río 2016 y lo siguen haciendo ahora para Tokio 2020”. En 2019 ha habido buenas competencias, otras no tan satisfactorias, un sexto lugar en una Copa del Mundo, un quinto puesto en otra y muchos detalles por mejorar, otros tantos por corregir, como por ejemplo ser más explosivo en la salida para evitar esas remontadas en las que la integridad física parece no importarle a un corredor que se mete por el hueco más pequeño, por la parte menos recomendada del recorrido, por donde sea para estar en los primeros puestos.

La corriente de la vida misma lo pondrá de nuevo con oponentes que ya conoce, otros nuevos como Diego Arboleda, de Antioquia, y con las ganas de por fin quedarse con las dos medallas de oro en las justas más importantes de nuestro país (28 y 29 de noviembre en la pista del parque El Salitre de la capital). “Me lo debo a mí mismo, a Bogotá y a mi familia. Ojalá todo salga acorde a la manera en la que me he preparado”.

Por Camilo Amaya

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