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Por un poco menos de $300 millones, Audi ofrece en Colombia una experiencia de manejo tan particular como lujosa. Un carro o, más bien, un SUV con capacidad para siete ocupantes, al que le sobran los tan frecuentes adjetivos —para este tipo de artículos— en función de describir cómo una máquina cuya longitud supera los cinco metros, con un peso de 2.130 kilogramos, reacciona con la explosividad de un deportivo mientras evita las vibraciones del camino, el viento y, claro está, el funcionamiento de un motor turboalimentado de tres litros y seis cilindros (55 TFSI quattro).
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Q7 es el sello plateado que sobresale en la parte trasera del buque alemán que ya rueda en Colombia y, aunque esta breve reseña partió con la llamativa premisa de “un poco menos de”, lo cierto es que el protagonista pertenece al tope del portafolio que los alemanes comercializan en Colombia, junto a Q8 —similar en dimensiones— y, claramente, por debajo —en precio— de deportivos como R8 en sus dos variantes. Es por esta razón que la firma no escatimó en desempeño ni equipamiento para el modelo.
Siempre libre
Libre es la palabra y, a su vez, el adjetivo. Este último es la herramienta —subjetiva—, sin duda, y trillada —siempre— en cada revisión de Al Volante de y de cada reseña, en video o escrita, que alguna vez se haga o se haya hecho sobre un carro o producto alrededor del globo. Sin embargo, lo es. Esta amplia palabra reúne un importante número de cualidades con las que cuenta Q7.
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Lo hace, porque en movimiento las revoluciones se disparan y las percepciones en el habitáculo son ajenas a esta acción. Lo hace, porque, en 5,9 segundos, esta enorme masa que supera las dos toneladas alcanza los 100 km/h y no hay vibración ni cabeceo que de fe de ello. Lo hace porque 340 caballos de potencia y 500 Nm de torque bien parecen “agresivos” o “invasivos”, entre otros; pero Q7 se asoma a velocidades considerables (por encima de los 150 km/h) y sus ocupantes solo lo notarán si revisan la pantalla de 12,3”, a color, que sustituye al tacómetro tras el, en ocasiones, férreo volante con levas en sus costados.
Hay que mencionarlo: al señalar las pantallas, es importante hablar sobre la tradicional, nítida, funcional, interactiva e intuitiva (10,1”) del sistema de infoentretenimiento; y aquella instalada debajo de esta, posterior a la palanca de cambios que interactúa con una transmisión automática Tiptronic de ocho velocidades, la cual vibra al presionarse, para no distraer al conductor, y que hace parte de otros productos del grupo Volkswagen, como el eléctrico Porsche Taycan.
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Describiendo con los sentidos y haciendo énfasis en la propuesta interior, sobresale hasta el último detalle, pues la mayoría de los materiales son blandos, firmes y demuestran calidad mientras insinúan longevidad. Las sillas delanteras tienen ajuste electrónico y su ergonomía brinda el soporte ideal en curvas y aceleraciones. El sonido (con diez altavoces, subwoofer y 180 vatios) sobresale aun cuando se conecta vía Bluetooth. Cuesta entender, hay que decirlo, la ausencia de una cámara de 360 grados, pues estacionar un cuerpo de 5.063 de largo y 2.212 mm de ancho con base en espejos y una única y tradicional cámara trasera con líneas guía puede plantear un reto en los grandes centros urbanos.
El resultado de la interacción entre suspensiones de aire con control activo de amortiguación (en ambos ejes) y las llantas 285/45, con rin 20, se traduce en una conducción libre de sobresaltos, tanto en huecos e imperfecciones, como en los cada vez más empinados reductores de ciudades como Bogotá. Por cierto, no cuenta con llanta de repuesto, pero si con un kit de reparación con compresor y sellante.
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Tras el piloto y copiloto, la segunda plaza ofrece salidas de aire, dos tomas de 12 voltios (no hay puertos USB) y tres asientos ajustables. Así mismo, detrás de estos hay otras dos posiciones, quizá para personas de menor tamaño, pero con materiales tan adecuados como los de la primera fila de asientos. Sobresale el enorme techo de cristal panorámico, que ocupa casi toda la parte superior del habitáculo, el cual es sin duda un acierto, pues brinda luz al interior de un SUV de las mencionadas dimensiones.
Híbrido y “quattro”
Una insignia se repite frente al copiloto y la parte posterior de Q7. Es la palabra “quattro”, término con el que Audi llama a su sistema de tracción en las cuatro ruedas y, que en este caso, es evidente en situaciones como terrenos húmedos con lodo y vías poco regulares. Funciona de forma automática.
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Q7 puede reducir o incrementar su altura entre 15 y 30 mm según el modo de manejo. Es decir, la opción Dynamic, una de las seis, reduce la altura para facilitar la conducción cuando la intención es la velocidad. Por otro lado, la suspensión puede elevarse al seleccionar la alternativas Off Road, para superar terrenos desnivelados.
En ciudades como Bogotá y Medellín este SUV está libre de pico y placa, pues incluye un sistema de hibridación ligera (mild hybrid), que se basa en una batería de 48V que asiste al motor, entregando, afirman desde Audi, mayor par (torque) para mejorar la aceleración y asumiendo buena parte del funcionamiento eléctrico del vehículo.
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Con Q7 Audi propone el sueño de cualquier amante de la conducción: un carro reactivo, cómodo y libre de restricciones (pico y placa); aunque, claro, vale la pena decirlo, este privilegio tiene un costo de $299’000.000 y una inversión en combustible basada entre 22/25 kilómetros por galón en ciudad y unos 35 en carretera, cifras, aunque importantes, no tan elevadas como alguien podría esperar de una lujosa alternativa con tanta personalidad como libertad.