¿Cada cuánto hay que cambiar las pastillas de los frenos?
Piezas de desgaste cuyo cambio es común; sin embargo, ¿existe un tiempo o periodicidad exacta para hacer el reemplazo?
Nicolás Fernández
Cuando los frenos son de disco, las pastillas son protagonistas. Su contacto con el rotor reduce la velocidad. Hay fricción, como respuesta al pedal izquierdo y, a diferencia de sistemas como el de tambor, la libertad y exposición con la que aquel disco adorna cada extremo del eje le permite, entre otras cosas, una refrigeración constante o, más bien, permanente contacto con el aire.
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Sobre los discos, vale decir que existen sólidos y ventilados. Ambos, trabajan con el mismo principio. Los primeros son más comunes que los segundos, pues cuando los instalan con agujeros y perforaciones —de fábrica, claro— insinúan un producto deportivo, con un frenado más exigente.
Los discos pueden estar en los dos ejes, aunque en muchos casos —vehículos de entrada y algunas gamas medias— aparecen únicamente en el delantero. Allí, hacia donde la inercia empuja la masa —al frenar, el peso se va hacia adelante—, habrá mayor exigencia y requerirá la operación de este sistema, en armonía con el de tambor atrás.
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Ahora bien, sí, las pastillas se deterioran. Lo hacen como la mayoría —si no todos— los componentes de un carro -o moto-. Merecen una revisión constante y, por supuesto, la atención del conductor, con esa sensibilidad que le permita identificar un aumento en el tiempo de reacción y frenado, señales de un posible deterioro de cada par.
¿Cada cuánto?
Por manual de fabricante, es poco común encontrar un kilometraje exacto. Por esto, no existe una temporalidad explicita y exacta que indique el momento en el que dueño de un vehículo debe acudir al taller para hacer un cambio de pastillas.
“Las marcas nunca ponen a qué kilometraje se deben cambiar, porque son un elemento o piezas de desgaste que no tienen una vida definida”, señala Ricardo Osorio, experto automotor y director de Autotrain. “Hay unos rangos, pero estos dependen del uso y la composición que tengan las pastillas de freno”, agrega.
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La industria ha dispuesto diversos materiales y tamaños para que el frenado sea eficaz y, sobre todo, seguro en cada vehículo. Así, el mercado ofrece pastillas con diversos coeficientes de fricción, algunos más rígidos o duros que otros, con una interacción tan reactiva al pedal como invasiva al disco.
“El coeficiente de fricción tiene diferentes nomenclaturas y se define con dos letras; la primera es en frío —cuando la pastilla no ha tomado temperatura— y luego en caliente. Empiezan con la letra d, e, f y g. La d es una pastilla muy dura, casi no se desgasta, dura más, pero los discos sufren. A medida que sube la letra como las e o f, las más comunes, se encuentran la nomenclatura ff, eso significa que en frío y en caliente frena como una f. Están las ef, fg o gg, que es la que tiene el coeficiente de fricción más alto comercialmente, esa es una pastilla muy blanda que no tiene muchos ruidos, se desgasta rápido, pero el poder de frenado es muy bueno. Casi siempre se utiliza gg en vehículos muy rápidos, de carrera o de alta gama… esto nos da una idea de cuanto pueden durar”, explica Osorio.
Conducción, clave en el desgaste
Los hábitos del conductor marcarán la vida útil de los componentes del freno, para este caso, las pastillas. Sufrirán —si vale el calificativo— cuando el piloto, por ejemplo, use el pedal del freno para reducir su velocidad en bajada y con el motor desacoplado a la transmisión -bajando en neutro-.
Se deteriorarán, en mayor medida también, al mantenerlo oprimido por varios metros y segundos antes de llegar a una posición de detención, por ejemplo, antes de llegar a un semáforo en rojo.
“Con todos esos malos hábitos van a durar menos las pastillas, versus una conducción donde se devuelven cambios y se ayude al vehículo con el motor a frenar un poco y liberar de cargas el sistema de frenado… ahí tenemos un balance, hay unas pastillas que pueden durar en carros mal manejados de 5.000 a 8.000 kilómetros, otras, durarán de 25.000 a 30.000 km —que es lo más normal— y algunas llegarán hasta los 45.000 km; depende de la conducción”, agrega Ricardo Osorio.
¿Cómo saber si hay que cambiarlas?
La teoría menciona límites, medidas. Es decir, la pastilla puede ser de diez u once milímetros y su límite podría ser de uno o dos. Al llegar a su —redundante— límite, coincidirá con el indicador de desgaste y será el anuncio de cambio.
Más de Autos: 5 hábitos que promueven el desgaste de las llantas.
Se suman al libro las sensaciones. Cuando las pastillas llegan a su límite, un inevitable y evidente chillido aparecerá al frenar. “Algunos carros más sofisticados tienen un conector eléctrico, que al llegar a su límite de desgaste, genera una señal en el tablero que indica el cambio. Cuando las pastillas se pasan de ese desgaste y no se reemplazan, afectarán el disco, con marcas profundas que no se puedan rectificar”, concluye el experto.
Cuando los frenos son de disco, las pastillas son protagonistas. Su contacto con el rotor reduce la velocidad. Hay fricción, como respuesta al pedal izquierdo y, a diferencia de sistemas como el de tambor, la libertad y exposición con la que aquel disco adorna cada extremo del eje le permite, entre otras cosas, una refrigeración constante o, más bien, permanente contacto con el aire.
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Sobre los discos, vale decir que existen sólidos y ventilados. Ambos, trabajan con el mismo principio. Los primeros son más comunes que los segundos, pues cuando los instalan con agujeros y perforaciones —de fábrica, claro— insinúan un producto deportivo, con un frenado más exigente.
Los discos pueden estar en los dos ejes, aunque en muchos casos —vehículos de entrada y algunas gamas medias— aparecen únicamente en el delantero. Allí, hacia donde la inercia empuja la masa —al frenar, el peso se va hacia adelante—, habrá mayor exigencia y requerirá la operación de este sistema, en armonía con el de tambor atrás.
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Ahora bien, sí, las pastillas se deterioran. Lo hacen como la mayoría —si no todos— los componentes de un carro -o moto-. Merecen una revisión constante y, por supuesto, la atención del conductor, con esa sensibilidad que le permita identificar un aumento en el tiempo de reacción y frenado, señales de un posible deterioro de cada par.
¿Cada cuánto?
Por manual de fabricante, es poco común encontrar un kilometraje exacto. Por esto, no existe una temporalidad explicita y exacta que indique el momento en el que dueño de un vehículo debe acudir al taller para hacer un cambio de pastillas.
“Las marcas nunca ponen a qué kilometraje se deben cambiar, porque son un elemento o piezas de desgaste que no tienen una vida definida”, señala Ricardo Osorio, experto automotor y director de Autotrain. “Hay unos rangos, pero estos dependen del uso y la composición que tengan las pastillas de freno”, agrega.
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“El coeficiente de fricción tiene diferentes nomenclaturas y se define con dos letras; la primera es en frío —cuando la pastilla no ha tomado temperatura— y luego en caliente. Empiezan con la letra d, e, f y g. La d es una pastilla muy dura, casi no se desgasta, dura más, pero los discos sufren. A medida que sube la letra como las e o f, las más comunes, se encuentran la nomenclatura ff, eso significa que en frío y en caliente frena como una f. Están las ef, fg o gg, que es la que tiene el coeficiente de fricción más alto comercialmente, esa es una pastilla muy blanda que no tiene muchos ruidos, se desgasta rápido, pero el poder de frenado es muy bueno. Casi siempre se utiliza gg en vehículos muy rápidos, de carrera o de alta gama… esto nos da una idea de cuanto pueden durar”, explica Osorio.
Conducción, clave en el desgaste
Los hábitos del conductor marcarán la vida útil de los componentes del freno, para este caso, las pastillas. Sufrirán —si vale el calificativo— cuando el piloto, por ejemplo, use el pedal del freno para reducir su velocidad en bajada y con el motor desacoplado a la transmisión -bajando en neutro-.
Se deteriorarán, en mayor medida también, al mantenerlo oprimido por varios metros y segundos antes de llegar a una posición de detención, por ejemplo, antes de llegar a un semáforo en rojo.
“Con todos esos malos hábitos van a durar menos las pastillas, versus una conducción donde se devuelven cambios y se ayude al vehículo con el motor a frenar un poco y liberar de cargas el sistema de frenado… ahí tenemos un balance, hay unas pastillas que pueden durar en carros mal manejados de 5.000 a 8.000 kilómetros, otras, durarán de 25.000 a 30.000 km —que es lo más normal— y algunas llegarán hasta los 45.000 km; depende de la conducción”, agrega Ricardo Osorio.
¿Cómo saber si hay que cambiarlas?
La teoría menciona límites, medidas. Es decir, la pastilla puede ser de diez u once milímetros y su límite podría ser de uno o dos. Al llegar a su —redundante— límite, coincidirá con el indicador de desgaste y será el anuncio de cambio.
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Se suman al libro las sensaciones. Cuando las pastillas llegan a su límite, un inevitable y evidente chillido aparecerá al frenar. “Algunos carros más sofisticados tienen un conector eléctrico, que al llegar a su límite de desgaste, genera una señal en el tablero que indica el cambio. Cuando las pastillas se pasan de ese desgaste y no se reemplazan, afectarán el disco, con marcas profundas que no se puedan rectificar”, concluye el experto.