Dos nuevos deportivos de Ford: La cobra y el caballo
En el aniversario número 54 del legendario “pony car”, el fabricante de Michigan presentó esta semana el Mustang GT Premium y el Shelby GT 350, primer modelo con emblema de la serpiente lanzado en Colombia.
El Espectador
Eran los 60 y en Norteamérica se vivía un tiempo de bonanza. Con la industria automotriz europea estancada tras la Segunda Guerra Mundial, los fabricantes estadounidenses habían podido crecer prácticamente sin competencia. El objetivo de las marcas era romper la barrera de lo que un automóvil podía hacer. Así, basándose en el Thunderbird y el Falcon, Ford comenzó su búsqueda del “auto perfecto” en el 61.
Ese mismo año se estableció el concepto de lo esperado: un vehículo ligero, con un motor poderoso, palanca de cambios en el suelo, espacio para por lo menos cuatro pasajeros y disponibilidad de todo tipo de accesorios. Tras años de trabajo, el resultado finalmente fue presentado el 17 de abril de 1964, durante la Feria Mundial de Nueva York. Su nombre era Mustang y se configuraba como uno de los primeros muscle car estadounidenses.
Desde entonces, por obra de su ADN indomable, su espíritu rebelde y su capacidad de evocar mil y una emociones, el Mustang se convirtió en el emblema de Ford y en todo un ícono del mundo automotor. A lo largo de los años ha sido inmortalizado en canciones, series y más de 3.600 películas.
En Colombia fue introducido oficialmente por la marca en 2012, cuando ya estaba en su quinta generación, y desde entonces no ha parado de arrancar suspiros en la calle. Ahora, con motivo de su aniversario 54, una nueva versión del Mustang se desboca en el país, esta vez acompañado por una sorpresa tan grata como inesperada.
El purasangre
Para este año, Ford sacó los juguetes más finos. El primer debutante en su presentación del martes pasado fue el Mustang GT Premium Convertible 2018, un auto a todas luces superior a su versión del año pasado, con habilidades sorprendentes sobre el asfalto y capacidades de personalización impresionantes.
Lo último se confirma en tres frentes: visión, audición y sensación. Para deleite de los ojos, el panel de instrumentos está conformado por una pantalla digital de 12” que presenta el velocímetro y el tacómetro de tres diferentes maneras: normal, deportivo y de pista. Lo complementan 27 opciones de colores diferentes. Para los oídos, tanto del conductor como del vecino, está la posibilidad de ajustar el rugido del motor en cuatro volúmenes: silencioso, normal, deportivo y de pista. Una quinta opción es el Quiet Mode, para encender el V8 sin hacer ningún ruido.
Por último está la sensación de manejo, que puede ser calibrada de varias maneras: normal, nieve/mojado, deportivo, pista y My Mode, que acomoda la respuesta de aceleración, la rigidez de la dirección, las configuraciones de la transmisión y el control electrónico de estabilidad a placer del piloto. El remate es el modo Line Lock, que bloquea las ruedas delanteras mientras las traseras revolucionan a voluntad.
Todo esto tiene efecto sobre el motor, el mismo Coyote V8 de 5,0 litros que, gracias a una labor de reingeniería que lo armó con una transmisión dual, produce 460 caballos de potencia, 25 más que la versión anterior, y 569 Nm de torque. Esto a su vez se controla desde una caja automática de diez velocidades. Es, en definitiva, una máquina salvaje.
Sin embargo, esto no significa que se quede corta en elegancia. Todo lo contrario. Se mantiene el baúl corto, con espacio suficiente para almacenar pertenencias, y el techo electromecánico de lona, mientras que en el frente se trabaja con un capó y una parrilla más bajos, para mayor eficiencia de combustible. Esto complementado por un nuevo conjunto óptico led, un poco más inclinado, y rines de 19”.
En el interior, los asientos deportivos y el volante están tapizados en cuero, los primeros son ajustables eléctricamente y el segundo tiene calefacción integrada, mientras el botón de encendido late al mismo ritmo de un caballo adulto en reposo. Lo complementan tecnologías como el sistema de entretenimiento Sync 3, con Apple Car Play y Android Auto, la alerta de colisión con asistente autónomo de frenado y detección de peatones, el asistente de frenado de emergencia y el sistema de alerta y permanencia en carril con detección de fatiga.
El rey cobra
Un año después del nacimiento del Mustang, Ford quería ver su nuevo juguete compitiendo en un circuito profesional. Para ello recurrió a Carroll Shelby, excorredor que se dedicaba a fabricar prototipos de carreras a los que les daba el nombre de “cobras”. Es él quien modifica el vehículo, dándole entre otras cosas una carrocería fastback (jorobada) y su apellido, para diferenciarlo de sus hermanos. A un mes de su presentación en sociedad, el Shelby GT ya estaba ganando competencias.
Más de medio siglo después, la cobra de Ford llega oficialmente a Colombia en una versión tan poderosa que necesita lo último en amortiguadores y frenos para ser controlada. Después de todo, bajo el capó se esconde un V8 Ti-VCT de 5,2 litros con cigüeñal plano que genera 526 caballos de potencia y 582 Nm de torque. Lo complementa una caja mecánica de seis velocidades, testimonio de que este es un auto de calle capaz de comportarse como un bólido de pista.
Para domar a la cobra fue necesario equipar las llantas de 19” con frenos Brembo, adelante de discos ventilados de 395 mm y mordaza de seis pistones y atrás de 376 mm de cuatro pistones. Además, por primera vez en la historia del vehículo se incorporó una suspensión trasera independiente con tecnología MagneRide, que usa amortiguadores con fluido viscoso electromagnético, conectados a una serie de sensores que los ajustan miles de veces por segundo. Así es como el auto se mantiene pegado al suelo.
El complemento perfecto es su carrocería, agresiva y aerodinámica. El auto en general es cinco centímetros más bajo que el Mustang GT, mientras que las branquias del capó de aluminio y el difusor funcional de la parte trasera aprovechan el aire tanto para refrigerar como para aumentar el empuje. Las dos líneas de carreras, una parrilla delantera plana, unos arcos de rueda pronunciados y el escape doble con cuatro puntas de salida (que comparte con el GT 2018) rematan el look deportivo característico de este vehículo.
Pocas veces una combinación ha sido tan icónica, emocionante, contundente y letal como la de la cobra y el caballo. Verlos llegar juntos a Colombia es una muestra de la confianza que la industria automotriz está depositando en el país. Después de todo, el Mustang cuesta $159’990.000 y el Shelby $239’990.000.
Eran los 60 y en Norteamérica se vivía un tiempo de bonanza. Con la industria automotriz europea estancada tras la Segunda Guerra Mundial, los fabricantes estadounidenses habían podido crecer prácticamente sin competencia. El objetivo de las marcas era romper la barrera de lo que un automóvil podía hacer. Así, basándose en el Thunderbird y el Falcon, Ford comenzó su búsqueda del “auto perfecto” en el 61.
Ese mismo año se estableció el concepto de lo esperado: un vehículo ligero, con un motor poderoso, palanca de cambios en el suelo, espacio para por lo menos cuatro pasajeros y disponibilidad de todo tipo de accesorios. Tras años de trabajo, el resultado finalmente fue presentado el 17 de abril de 1964, durante la Feria Mundial de Nueva York. Su nombre era Mustang y se configuraba como uno de los primeros muscle car estadounidenses.
Desde entonces, por obra de su ADN indomable, su espíritu rebelde y su capacidad de evocar mil y una emociones, el Mustang se convirtió en el emblema de Ford y en todo un ícono del mundo automotor. A lo largo de los años ha sido inmortalizado en canciones, series y más de 3.600 películas.
En Colombia fue introducido oficialmente por la marca en 2012, cuando ya estaba en su quinta generación, y desde entonces no ha parado de arrancar suspiros en la calle. Ahora, con motivo de su aniversario 54, una nueva versión del Mustang se desboca en el país, esta vez acompañado por una sorpresa tan grata como inesperada.
El purasangre
Para este año, Ford sacó los juguetes más finos. El primer debutante en su presentación del martes pasado fue el Mustang GT Premium Convertible 2018, un auto a todas luces superior a su versión del año pasado, con habilidades sorprendentes sobre el asfalto y capacidades de personalización impresionantes.
Lo último se confirma en tres frentes: visión, audición y sensación. Para deleite de los ojos, el panel de instrumentos está conformado por una pantalla digital de 12” que presenta el velocímetro y el tacómetro de tres diferentes maneras: normal, deportivo y de pista. Lo complementan 27 opciones de colores diferentes. Para los oídos, tanto del conductor como del vecino, está la posibilidad de ajustar el rugido del motor en cuatro volúmenes: silencioso, normal, deportivo y de pista. Una quinta opción es el Quiet Mode, para encender el V8 sin hacer ningún ruido.
Por último está la sensación de manejo, que puede ser calibrada de varias maneras: normal, nieve/mojado, deportivo, pista y My Mode, que acomoda la respuesta de aceleración, la rigidez de la dirección, las configuraciones de la transmisión y el control electrónico de estabilidad a placer del piloto. El remate es el modo Line Lock, que bloquea las ruedas delanteras mientras las traseras revolucionan a voluntad.
Todo esto tiene efecto sobre el motor, el mismo Coyote V8 de 5,0 litros que, gracias a una labor de reingeniería que lo armó con una transmisión dual, produce 460 caballos de potencia, 25 más que la versión anterior, y 569 Nm de torque. Esto a su vez se controla desde una caja automática de diez velocidades. Es, en definitiva, una máquina salvaje.
Sin embargo, esto no significa que se quede corta en elegancia. Todo lo contrario. Se mantiene el baúl corto, con espacio suficiente para almacenar pertenencias, y el techo electromecánico de lona, mientras que en el frente se trabaja con un capó y una parrilla más bajos, para mayor eficiencia de combustible. Esto complementado por un nuevo conjunto óptico led, un poco más inclinado, y rines de 19”.
En el interior, los asientos deportivos y el volante están tapizados en cuero, los primeros son ajustables eléctricamente y el segundo tiene calefacción integrada, mientras el botón de encendido late al mismo ritmo de un caballo adulto en reposo. Lo complementan tecnologías como el sistema de entretenimiento Sync 3, con Apple Car Play y Android Auto, la alerta de colisión con asistente autónomo de frenado y detección de peatones, el asistente de frenado de emergencia y el sistema de alerta y permanencia en carril con detección de fatiga.
El rey cobra
Un año después del nacimiento del Mustang, Ford quería ver su nuevo juguete compitiendo en un circuito profesional. Para ello recurrió a Carroll Shelby, excorredor que se dedicaba a fabricar prototipos de carreras a los que les daba el nombre de “cobras”. Es él quien modifica el vehículo, dándole entre otras cosas una carrocería fastback (jorobada) y su apellido, para diferenciarlo de sus hermanos. A un mes de su presentación en sociedad, el Shelby GT ya estaba ganando competencias.
Más de medio siglo después, la cobra de Ford llega oficialmente a Colombia en una versión tan poderosa que necesita lo último en amortiguadores y frenos para ser controlada. Después de todo, bajo el capó se esconde un V8 Ti-VCT de 5,2 litros con cigüeñal plano que genera 526 caballos de potencia y 582 Nm de torque. Lo complementa una caja mecánica de seis velocidades, testimonio de que este es un auto de calle capaz de comportarse como un bólido de pista.
Para domar a la cobra fue necesario equipar las llantas de 19” con frenos Brembo, adelante de discos ventilados de 395 mm y mordaza de seis pistones y atrás de 376 mm de cuatro pistones. Además, por primera vez en la historia del vehículo se incorporó una suspensión trasera independiente con tecnología MagneRide, que usa amortiguadores con fluido viscoso electromagnético, conectados a una serie de sensores que los ajustan miles de veces por segundo. Así es como el auto se mantiene pegado al suelo.
El complemento perfecto es su carrocería, agresiva y aerodinámica. El auto en general es cinco centímetros más bajo que el Mustang GT, mientras que las branquias del capó de aluminio y el difusor funcional de la parte trasera aprovechan el aire tanto para refrigerar como para aumentar el empuje. Las dos líneas de carreras, una parrilla delantera plana, unos arcos de rueda pronunciados y el escape doble con cuatro puntas de salida (que comparte con el GT 2018) rematan el look deportivo característico de este vehículo.
Pocas veces una combinación ha sido tan icónica, emocionante, contundente y letal como la de la cobra y el caballo. Verlos llegar juntos a Colombia es una muestra de la confianza que la industria automotriz está depositando en el país. Después de todo, el Mustang cuesta $159’990.000 y el Shelby $239’990.000.