El regreso de un hito
La capital industrial de Michigan, centro del mercado automotor de Estados Unidos, se rehúsa a desaparecer. En el Salón Internacional del Automóvil de Detroit los grandes fabricantes destaparon sus cartas para dejar atrás la crisis financiera.
El Espectador
Detroit, la que fue en otras décadas la próspera ciudad automotriz de Estados Unidos, se resiste a dejarse arrastrar por los efectos de la crisis mundial de 2008. Tras varios intentos, los grandes fabricantes de Michigan —como General Motors, Ford y Chrysler— buscan resucitar de las cenizas. Más ventas de carros, ligadas a una promisoria recuperación de la economía estadounidense, son vientos que soplan a favor.
Voces de optimismo, nuevas propuestas y una mayor demanda de vehículos que crece al 8% fueron las consignas que marcaron la agenda del Salón Internacional del Automóvil de Norteamérica, que tuvo por casa a Detroit, la ciudad declarada en bancarrota en 2012 por el Gobierno. Bob Schuman, presidente de la feria, cree que las ventas de carros en su país volverán a los niveles de 17 millones de unidades que antecedieron a la crisis financiera.
Chrysler, uno de los íconos de la industria estadounidense, ahora tiene sabor italiano, ya que Fiat busca asumir el control de la compañía. Entre tanto, General Motors llegó al salón sin tener entre sus accionistas al Gobierno y con relevos en su dirección. Asimismo, Ford (la marca del granjero Henry Ford de Michigan) pretende mantenerse a flote dando un vuelco al diseño de sus productos, paso que han seguido otros fabricantes estadounidenses como Lincoln.
Este salón, aparte de otorgar un lugar especial a extranjeras como Toyota, BMW, Porsche, Mercedes-Benz, Audi y Nissan, entre otras, quiso alejarse de la imagen de una ciudad que fue calificada como fantasma, pues desde 1950 hasta la actualidad ha migrado más del 60% de su población. En ese lugar murieron lujosas marcas como Packard, Pontiac, Studebacker, Oldsmobile y Plymouth.
Hoy, las grandes casas buscan imponer de nuevo su sello propio ante el mundo. Vehículos como el Chevrolet Corvette Z06 (en homenaje al Corvette Stingray), la Ford F-150, los nuevos Cadillac y modelos como el Canyon de GM, intentan devolverles poco a poco el brillo a los fabricantes estadounidenses. Sin embargo, competidores orientales como Honda, Toyota (que trajo un prototipo para reemplazar a su legendario modelo Supra), Lexus y Nissan se robaron la atención de los cerca de 800.000 asistentes.
Y no podía faltar la cuota europea. Por ejemplo, la alemana Porsche se dio a la tarea de resucitar al 911 Targa, uno de sus automóviles deportivos más emblemáticos de finales de los años sesenta. La distinguida Mercedes-Benz no se quedó atrás y presentó su nueva Clase C junto a algunos prototipos de camionetas.
Audi, firma del grupo Volkswagen, sorprendió al público con sus modelos deportivos A8 y S8. Y es que las señales de mejoría económica en EE.UU. llaman la atención de los europeos. Muestra de ello es que la alemana anunció que invertirá US$7.000 millones en los próximos cuatro años para posicionar a la marca y por supuesto a los cuatro aros.
Por ahora, el nuevo impulso a la industria automotriz estadounidense estará ligado al crecimiento de préstamos subprime (de alto riesgo) para comprar automóviles, lo cual ya comienza a generar algunas señales de alerta en la banca estadounidense, así como a la sostenibilidad del crecimiento económico que ha mostrado signos de mejoría tras la crisis.
Detroit, la que fue en otras décadas la próspera ciudad automotriz de Estados Unidos, se resiste a dejarse arrastrar por los efectos de la crisis mundial de 2008. Tras varios intentos, los grandes fabricantes de Michigan —como General Motors, Ford y Chrysler— buscan resucitar de las cenizas. Más ventas de carros, ligadas a una promisoria recuperación de la economía estadounidense, son vientos que soplan a favor.
Voces de optimismo, nuevas propuestas y una mayor demanda de vehículos que crece al 8% fueron las consignas que marcaron la agenda del Salón Internacional del Automóvil de Norteamérica, que tuvo por casa a Detroit, la ciudad declarada en bancarrota en 2012 por el Gobierno. Bob Schuman, presidente de la feria, cree que las ventas de carros en su país volverán a los niveles de 17 millones de unidades que antecedieron a la crisis financiera.
Chrysler, uno de los íconos de la industria estadounidense, ahora tiene sabor italiano, ya que Fiat busca asumir el control de la compañía. Entre tanto, General Motors llegó al salón sin tener entre sus accionistas al Gobierno y con relevos en su dirección. Asimismo, Ford (la marca del granjero Henry Ford de Michigan) pretende mantenerse a flote dando un vuelco al diseño de sus productos, paso que han seguido otros fabricantes estadounidenses como Lincoln.
Este salón, aparte de otorgar un lugar especial a extranjeras como Toyota, BMW, Porsche, Mercedes-Benz, Audi y Nissan, entre otras, quiso alejarse de la imagen de una ciudad que fue calificada como fantasma, pues desde 1950 hasta la actualidad ha migrado más del 60% de su población. En ese lugar murieron lujosas marcas como Packard, Pontiac, Studebacker, Oldsmobile y Plymouth.
Hoy, las grandes casas buscan imponer de nuevo su sello propio ante el mundo. Vehículos como el Chevrolet Corvette Z06 (en homenaje al Corvette Stingray), la Ford F-150, los nuevos Cadillac y modelos como el Canyon de GM, intentan devolverles poco a poco el brillo a los fabricantes estadounidenses. Sin embargo, competidores orientales como Honda, Toyota (que trajo un prototipo para reemplazar a su legendario modelo Supra), Lexus y Nissan se robaron la atención de los cerca de 800.000 asistentes.
Y no podía faltar la cuota europea. Por ejemplo, la alemana Porsche se dio a la tarea de resucitar al 911 Targa, uno de sus automóviles deportivos más emblemáticos de finales de los años sesenta. La distinguida Mercedes-Benz no se quedó atrás y presentó su nueva Clase C junto a algunos prototipos de camionetas.
Audi, firma del grupo Volkswagen, sorprendió al público con sus modelos deportivos A8 y S8. Y es que las señales de mejoría económica en EE.UU. llaman la atención de los europeos. Muestra de ello es que la alemana anunció que invertirá US$7.000 millones en los próximos cuatro años para posicionar a la marca y por supuesto a los cuatro aros.
Por ahora, el nuevo impulso a la industria automotriz estadounidense estará ligado al crecimiento de préstamos subprime (de alto riesgo) para comprar automóviles, lo cual ya comienza a generar algunas señales de alerta en la banca estadounidense, así como a la sostenibilidad del crecimiento económico que ha mostrado signos de mejoría tras la crisis.