Son pocos los fabricantes que conjugan una armonía entre diseño y experiencia al volante en sus productos. Esa conexión entre el lenguaje visual, la estética, lo que insinúa, y las sensaciones, la respuesta, el movimiento y todo aquello que materializa la ingeniería, el trabajo del bloque bajo el capó y su interacción con la caja.
Y sin duda, el más británico de los compactos -a pesar de ser una marca propiedad de BMW-, el siempre tradicional Mini Cooper, hace parte de esa porción del mercado. Un producto mundialmente conocido por... (siga leyendo aquí)
Por Nicolás Fernández
Periodista de autos y creador de secciones como Líderes del Mercado y El Mecánico Recomienda.nefernandez@elespectador.com
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