Los acabados. La calidad palpable, evidente a manos y ojos dentro y fuera de la cabina. Allí, donde empieza la experiencia, en lo visual, una silueta con carácter. No pretenciosa, llamativa ni exuberante. Al volante, lo necesario. Que sea reactivo a ambos pedales. Que sea preciso a las intenciones que se den al timón… en fin, y a grandes rasgos, el resumen de una experiencia de conducción prémium.
Y sí, así, a grandes rasgos, Volvo cumple. Desde C40 hasta XC90, los suecos demuestran prolijidad en la manufactura de sus productos. A los ojos, hay una esencia clara. También una intención. Una evidente... (siga leyendo la nota aquí).
Por Nicolás Fernández
Periodista de autos y creador de secciones como Líderes del Mercado y El Mecánico Recomienda.nefernandez@elespectador.com