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Pasaron casi dos décadas para que las factorías de Ford despacharan de nuevo un Mustang adornado con una gruesa línea que parte en dos el capó, junto a ese par de faros redondos que dan la impresión de un rostro y que hoy son la base estética —la herencia— de aquella versión Mach 1 que los norteamericanos presentaron en el 69.
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Ahora bien, el nuevo Mustang Mach 1 que vio luz primera en 2021 habita entre las variantes GT y Shelby e incorpora en su estructura componentes presentes en ambas opciones. Además, enuncia, en diferentes ópticas dentro y fuera del carro, que se trata de la edición especial de uno de los deportivos más famosos y vendidos en el mundo (el de mayores registros en 2019 y 2020).
Lo subjetivo vale doble
Sin ediciones ni arandelas, Mustang se ha consolidado en la industria como un sinónimo de potencia y adrenalina. Un nombre que, al ser escuchado, transporta a la carretera, el circuito, y genera esa memoria auditiva de un grueso rugido que responde a la presión del pedal derecho y que se acompaña de ese sonido agudo, casi un chillido, que produce el movimiento brusco y rebelde de las llantas sobre el pavimento.
Es así porque en carros con énfasis tan evidentes, los sentidos se agudizan y el raciocinio, la ficha, los números y el papel pierden valor. Son las sensaciones las que se apropian y hacen de la máquina y el hombre uno solo. En este caso, la integración del piloto y ese V8 de 5.0 litros que no flaquea ni titubea al entregar hasta 480 hp y 569 Nm de torque.
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Claro está, en esa interacción participa —de forma activa y precisa— una transmisión automática de diez velocidades, tan finamente planteada, que es fácil recorrer carreteras pronunciadas en cuarta marcha y a menos de 1.500 rpm. El trabajo en baja es sobresaliente y en alta un altavoz de las prestaciones que se esperan de un muscle car norteamericano.
Americano y vanguardista
Antes de mencionar las sensaciones al volante del nuevo Mustang Mach 1, vale la pena recordar que se trata de un deportivo planteado en una carrocería tipo sedán, la cual registra 1.379 mm de alto, 1.915 de ancho y unos —poco amigables con los parqueaderos de ciudades como Bogotá y Medellín— 4.788 de largo (sus neumáticos son P255/40R19 adelante y P275/40R19 atrás).
La tarjeta señala cuatro pasajeros y así es. Al mejor estilo de un deportivo, este musculoso americano dispone de cuatro asientos explícitamente delimitados, que impiden la ubicación de un quinto en el medio.
Dicho esto, resalta el confort de las plazas de piloto y copiloto, con la posibilidad de ubicar cómodamente a personas de más de 1,85 m de alto. Sin embargo —como es de esperar—, las dos traseras se quedan cortas en pies y cabeza, limitando su uso —relativamente confortable— a pasajeros con alturas inferiores a los 1,8 metros.
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El maletero es sorpresivamente generoso (382 litros), aunque puede que sus futuros propietarios extrañen la llanta de repuesto que Ford no incluye en el vehículo. Así mismo, el sistema de infoentretenimiento, con pantalla táctil de 8”, es preciso, adecuado y se integra bien a los sistemas operativos. El sonido de los doce parlantes expone una evidente prolijidad y está firmado por Bang & Olufsen.
A grandes rasgos, los materiales interiores son de primer nivel. Hay componentes y una sensación visual y al tacto que rememora a los que usan los alemanes para darles esa experiencia prémium a sus productos de mayores prestaciones.
Cada pieza en sintonía
Tan glotón como generoso, el Mach 1 demuestra un ajuste que resalta en la mayoría de las situaciones y entornos que puede enfrentar. Sobresale, para sorpresa general, la suspensión, firme en curvas y suave ante imperfecciones. Con menos sorpresa y mayor satisfacción, la calidad y puntualidad del sistema de frenos, de la casa italiana Brembo. La recomendación: a menos que sea un curtido conductor de carros deportivos, no desconecte las asistencias a la conducción.
La mecánica trabaja como una orquesta. Aunque bien, al tratarse de un estadounidense nacido en la segunda mitad del siglo XX, bien podría compararse con una banda. Sí, una de ese rock & roll que no pasa de moda y constantemente se actualiza.
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El carro conserva la esencia que hoy le otorgan a los productos Mustang sus casi seis décadas de existencia. Esa sincronía que, volviendo al símil de una agrupación musical, alinea, condensa y hace uno solo a la imponente imagen exterior, la vibración y el sonido del motor V8. Al movimiento pronunciado, en ocasiones, pero seguro —tanto como el piloto quiera— que acompaña cada dirección de un volante que enruta la enorme potencia que destilan las llantas traseras.
Mustang puede ser The Doors o Aerosmith. Puede ser cualquier armonía compuesta por sonidos desmesurados o moderados de diferente origen. Puede ser Jim Morrison o Steven Tyler. Puede ser cualquier grito rebelde o de libertad. Puede ser tantos sonidos de su época —y de occidente—, aunque se actualice una vez cada año. Puede ser siempre un clásico así hoy lo llamemos novedad.
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En fin, Mustang es una extensa lista de subjetividades que lo han hecho ser el rostro del segmento al que pertenece. Una experiencia única y valiosa, que Ford entrega a cambio de $234’990.000.