Nuevo Jeep Compass: ¿vale la pena el carro más urbano de la marca en Colombia?
El fabricante actualizó uno de sus SUV familiares… ¿el resultado?, quizás la opción más urbana y vanguardista del portafolio. Reseña.
Nicolás Fernández
De Brasil desembarcó en Colombia el facelift de Compass, uno de los productos que tradicionalmente Jeep configura para la ciudad. La alternativa que los norteamericanos consagran en el asfalto, claro, de la mano del compacto Renegade y que ahora estrena el suramericano —por su manufactura— motor turbo GSE T4.
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Alejado del brío de las geografías poco regulares, Compass recibió actualizaciones dentro y fuera del habitáculo. A simple vista —con la subjetividad que esto implica—, hay cromo en varios detalles frontales, iluminación LED y piano black en casi cada una de sus márgenes. También, nuevas pantallas y conectividad inalámbrica a los principales sistemas operativos de los dispositivos móviles.
Dentro y afuera, Compass propone una prolija armonía visual. Con los ojos como jueces hay conclusiones, aciertos y propuestas que conjugan la una con la otra. Ahora bien, al volante, las conclusiones apuntan a su intención de no abandonar el asfalto, evadir aquellas superficies de las que Jeep ya es sinónimo y, por qué no, demostrar vanguardismo con aquella conexión virtual entre conductor y vehículo.
Adiós al atmosférico
De adentro —muy adentro— hacia afuera, los cambios ocurren bajo el capó, donde la marca del Grupo Stellantis ubicó uno de sus motores hechos en Brasil: el, ya mencionado, GSE T4, una pieza turboalimentada de 1.3 litros, capaz de entregar hasta 173 caballos de poder, 270 Nm de torque y que se acopla a una transmisión de seis marchas. Opera con gasolina de alto octanaje.
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La materialización del tren motor se expresa al volante, con una respuesta mesurada ante la señal del pedal derecho dentro y fuera de la ciudad. En esta última, parece acorde con, por ejemplo, detenciones constantes y ritmos moderados (de 20 a 50 km/h). Para la primera, hay que decirlo, el sosiego es constante al arrancar de cero, con un cero a 100 km/h en unos 10,5 segundos, reducidos en la prueba a unos 9,8 al usar el modo manual.
Existe un llamativo y, en ocasiones —o, más bien, cada vez que se presenta—, poco deseable movimiento del eje trasero al ejecutar maniobras de giro por encima de los 60 km/h. Además, y sin hilar delgado, al atravesar vías no asfaltadas y desniveladas, el volante obedece más de lo esperado, por supuesto, al recorrido de las llantas que a la intención del conductor… allí, entre otras cosas, recuerda su tracción delantera, aunque ofrece una especie de “bloqueo de diferencial” en las ruedas que incentivan el movimiento, las de adelante.
Teniendo en cuenta las diferentes condiciones que repercuten en el consumo de un vehículo, en Compass, las cifras a una altitud de entre 2.000 y 2.500 msnm fueron de 32 a 34 km/gal. En carretera, el número se estiró hasta los 52.
Sobre todo, un familiar
Además de la, aparentemente, acertada distribución de las líneas y los objetos de contacto dentro del habitáculo, resalta la generosa segunda fila de asientos. Dicho esto y con la premisa de que, en la mayoría de los casos, ubicar a tres personas en este lugar resulta una utopía, Compass es así, generoso hasta con pasajeros con alturas de 1,9 metros; de hecho, la ficha indica una carga máxima de hasta 400 kilogramos. En el medio, siempre, alguien bajo o de extremidades cortas.
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Aquella ausencia de emociones, cabeceos y vibraciones del motor conspira para ubicar esta línea como una de las más familiares de la marca. Son estas condiciones las que le brindan una insonorización adecuada y el tacto justo para los comunes agujeros que adornan las calles de, por ejemplo, Bogotá (altura al piso de 18,7 cm).
Suma la conectividad Apple Car Play y Android Auto inalámbrica, tanto como la siempre lumínica pantalla de 8,4” que da vida al sistema de infoentretenimiento. A su alrededor una mayoría de materiales blandos, asentados junto a otros huecos, rígidos y sonoros. Frente a ella, asientos acordes, agradables, cubiertos de un cuero que augura longevidad. Encima, un enorme techo panorámico y corredizo que impregna de luz la cabina, haciendo que solo de día no se extrañen las luces para las plazas traseras.
Para ciudad
El calificativo urbano reincide en sus dimensiones. Los 4.404 milímetros de largo, 2.033 de ancho, 1.628 de alto y la cámara de reversa con líneas guías permiten estacionar con facilidad en casi cualquier estacionamiento de ciudades como Bogotá y Medellín.
Jeep propone con Compass seis bolsas de aire, barras en las puertas contra impactos laterales, sistema de anclaje para niños Latch y las infaltables tecnologías ABS, EBD, ESC, HSA, TC y Auto Hold, entre otros. Hay sensores de parqueo e ingreso sin llave a las puertas delanteras.
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La apuesta es clara y el presente son los motores turbo. El urbano se une a la ola, abraza al downsizing y elimina el anterior de 2.4 l. Una alternativa amigable a lo urbano, a la corriente en costos de operación —en cuanto consumo de combustible se refiere— y con la propuesta visual que algunos seguidores de los SUV buscan: rudeza y amplitud. Su precio, en mayo de 2022, es de $145’990.000.
De Brasil desembarcó en Colombia el facelift de Compass, uno de los productos que tradicionalmente Jeep configura para la ciudad. La alternativa que los norteamericanos consagran en el asfalto, claro, de la mano del compacto Renegade y que ahora estrena el suramericano —por su manufactura— motor turbo GSE T4.
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Alejado del brío de las geografías poco regulares, Compass recibió actualizaciones dentro y fuera del habitáculo. A simple vista —con la subjetividad que esto implica—, hay cromo en varios detalles frontales, iluminación LED y piano black en casi cada una de sus márgenes. También, nuevas pantallas y conectividad inalámbrica a los principales sistemas operativos de los dispositivos móviles.
Dentro y afuera, Compass propone una prolija armonía visual. Con los ojos como jueces hay conclusiones, aciertos y propuestas que conjugan la una con la otra. Ahora bien, al volante, las conclusiones apuntan a su intención de no abandonar el asfalto, evadir aquellas superficies de las que Jeep ya es sinónimo y, por qué no, demostrar vanguardismo con aquella conexión virtual entre conductor y vehículo.
Adiós al atmosférico
De adentro —muy adentro— hacia afuera, los cambios ocurren bajo el capó, donde la marca del Grupo Stellantis ubicó uno de sus motores hechos en Brasil: el, ya mencionado, GSE T4, una pieza turboalimentada de 1.3 litros, capaz de entregar hasta 173 caballos de poder, 270 Nm de torque y que se acopla a una transmisión de seis marchas. Opera con gasolina de alto octanaje.
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La materialización del tren motor se expresa al volante, con una respuesta mesurada ante la señal del pedal derecho dentro y fuera de la ciudad. En esta última, parece acorde con, por ejemplo, detenciones constantes y ritmos moderados (de 20 a 50 km/h). Para la primera, hay que decirlo, el sosiego es constante al arrancar de cero, con un cero a 100 km/h en unos 10,5 segundos, reducidos en la prueba a unos 9,8 al usar el modo manual.
Existe un llamativo y, en ocasiones —o, más bien, cada vez que se presenta—, poco deseable movimiento del eje trasero al ejecutar maniobras de giro por encima de los 60 km/h. Además, y sin hilar delgado, al atravesar vías no asfaltadas y desniveladas, el volante obedece más de lo esperado, por supuesto, al recorrido de las llantas que a la intención del conductor… allí, entre otras cosas, recuerda su tracción delantera, aunque ofrece una especie de “bloqueo de diferencial” en las ruedas que incentivan el movimiento, las de adelante.
Teniendo en cuenta las diferentes condiciones que repercuten en el consumo de un vehículo, en Compass, las cifras a una altitud de entre 2.000 y 2.500 msnm fueron de 32 a 34 km/gal. En carretera, el número se estiró hasta los 52.
Sobre todo, un familiar
Además de la, aparentemente, acertada distribución de las líneas y los objetos de contacto dentro del habitáculo, resalta la generosa segunda fila de asientos. Dicho esto y con la premisa de que, en la mayoría de los casos, ubicar a tres personas en este lugar resulta una utopía, Compass es así, generoso hasta con pasajeros con alturas de 1,9 metros; de hecho, la ficha indica una carga máxima de hasta 400 kilogramos. En el medio, siempre, alguien bajo o de extremidades cortas.
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Aquella ausencia de emociones, cabeceos y vibraciones del motor conspira para ubicar esta línea como una de las más familiares de la marca. Son estas condiciones las que le brindan una insonorización adecuada y el tacto justo para los comunes agujeros que adornan las calles de, por ejemplo, Bogotá (altura al piso de 18,7 cm).
Suma la conectividad Apple Car Play y Android Auto inalámbrica, tanto como la siempre lumínica pantalla de 8,4” que da vida al sistema de infoentretenimiento. A su alrededor una mayoría de materiales blandos, asentados junto a otros huecos, rígidos y sonoros. Frente a ella, asientos acordes, agradables, cubiertos de un cuero que augura longevidad. Encima, un enorme techo panorámico y corredizo que impregna de luz la cabina, haciendo que solo de día no se extrañen las luces para las plazas traseras.
Para ciudad
El calificativo urbano reincide en sus dimensiones. Los 4.404 milímetros de largo, 2.033 de ancho, 1.628 de alto y la cámara de reversa con líneas guías permiten estacionar con facilidad en casi cualquier estacionamiento de ciudades como Bogotá y Medellín.
Jeep propone con Compass seis bolsas de aire, barras en las puertas contra impactos laterales, sistema de anclaje para niños Latch y las infaltables tecnologías ABS, EBD, ESC, HSA, TC y Auto Hold, entre otros. Hay sensores de parqueo e ingreso sin llave a las puertas delanteras.
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La apuesta es clara y el presente son los motores turbo. El urbano se une a la ola, abraza al downsizing y elimina el anterior de 2.4 l. Una alternativa amigable a lo urbano, a la corriente en costos de operación —en cuanto consumo de combustible se refiere— y con la propuesta visual que algunos seguidores de los SUV buscan: rudeza y amplitud. Su precio, en mayo de 2022, es de $145’990.000.