Video: ¿qué es el turbo y por qué cada día es más común en los carros?
Una pieza cada día más común en vehículos de todos los segmentos.
Los turbocargadores son el aliado eficiente de la corriente del downsizing, esta filosofía aterrizada en método y casi un pilar de la ingeniería automotriz actual en donde, principalmente por razones climáticas, los motores adquieren aliados, como piezas, sistemas y en definitiva dispositivos que reducen su esfuerzo, promueven su eficiencia o limitan sus emisiones.
Son populares. Sí, aunque en algún momento su aplicación se asociaba con un lujo, algunos de los modelos más vendidos en Colombia se han actualizado con variantes turbocargadas.
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¿Cómo funcionan?
“Estos dispositivos, llamados turbo o turbocargadores, compensan la falta de aire en motores diésel o a gasolina. Así, en las cámaras de combustión, en lugar de meter el aire con la presión atmosférica, generan una presión adicional, introduciendo el aire dentro del propulsor”, señala el experto automotor y director de Autotrain, Ricardo Osorio.
Y ese, a grandes rasgos, es su método. Aunque el objetivo en común sea encontrar dicha eficiencia, son diversos sus resultados en la práctica. Permite, por ejemplo, que motores con cilindradas relativamente bajas –de tipo 1.000 o 1.500 cc– alcancen potencias y cifras propias de motores sin turbo de 2.000 o 2.500 cc.
“Su incorporación hace que los motores pequeños a gasolina se vuelvan mucho más eficientes, más poderosos y que tengan el equivalente a motores más grandes. En los vehículos actuales, el usuario no se da cuenta si lo tiene o no, salvo en carretera, en condiciones de mucha altura, donde otros motores pierden potencia, los turbo no”, agrega Osorio.
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“Es un dispositivo que se usa hace muchos años y normalmente viene en conjunto con un enfriador de aire que se llama postenfriador o intercooler, que reduce la temperatura del aire, porque cuando se sube la presión con el turbo, hay una pérdida de eficiencia volumétrica, entonces para recuperarla se mete en un enfriador de aire que baja la temperatura para que sea más eficiente dentro del motor”, concluye el experto Ricardo Osorio.
Diésel y cuidados
Hay una mayor tradición respecto a la aparición de turbocargadores en motores diésel que en motores a gasolina. ¿Por qué? Debido –y sin entrar en detalles técnicos– a que permite una eficiencia en el proceso del ciclo diésel, favoreciendo el trabajo de los vehículos con estos componentes en diferentes condiciones y altitudes.
“Básicamente, la eficiencia en un motor de todo tipo se da en qué tanta proporción de aire puede hacer combustión para convertirla en energía mecánica. Entonces, entre más eficiencia térmica tenga el propulsor, mejor conversión de energía química y energía mecánica va a tener, es decir, menos gasolina por más caballos”, dice Nicolás Merlano, gerente posventa de Ford Colombia.
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De igual forma, el directivo indica que, debido a sus especificaciones, el tipo de combustible depende de las recomendaciones del fabricante. Sin embargo, una recomendación común es usar gasolina de alto octanaje. “Usar gasolina corriente puede tener consecuencias graves, por ejemplo, predetonaciones que pueden tener consecuencias como microerosión en los pistones, perdida de eficiencia, entre otros”.
Los turbocargadores son el aliado eficiente de la corriente del downsizing, esta filosofía aterrizada en método y casi un pilar de la ingeniería automotriz actual en donde, principalmente por razones climáticas, los motores adquieren aliados, como piezas, sistemas y en definitiva dispositivos que reducen su esfuerzo, promueven su eficiencia o limitan sus emisiones.
Son populares. Sí, aunque en algún momento su aplicación se asociaba con un lujo, algunos de los modelos más vendidos en Colombia se han actualizado con variantes turbocargadas.
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¿Cómo funcionan?
“Estos dispositivos, llamados turbo o turbocargadores, compensan la falta de aire en motores diésel o a gasolina. Así, en las cámaras de combustión, en lugar de meter el aire con la presión atmosférica, generan una presión adicional, introduciendo el aire dentro del propulsor”, señala el experto automotor y director de Autotrain, Ricardo Osorio.
Y ese, a grandes rasgos, es su método. Aunque el objetivo en común sea encontrar dicha eficiencia, son diversos sus resultados en la práctica. Permite, por ejemplo, que motores con cilindradas relativamente bajas –de tipo 1.000 o 1.500 cc– alcancen potencias y cifras propias de motores sin turbo de 2.000 o 2.500 cc.
“Su incorporación hace que los motores pequeños a gasolina se vuelvan mucho más eficientes, más poderosos y que tengan el equivalente a motores más grandes. En los vehículos actuales, el usuario no se da cuenta si lo tiene o no, salvo en carretera, en condiciones de mucha altura, donde otros motores pierden potencia, los turbo no”, agrega Osorio.
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Diésel y cuidados
Hay una mayor tradición respecto a la aparición de turbocargadores en motores diésel que en motores a gasolina. ¿Por qué? Debido –y sin entrar en detalles técnicos– a que permite una eficiencia en el proceso del ciclo diésel, favoreciendo el trabajo de los vehículos con estos componentes en diferentes condiciones y altitudes.
“Básicamente, la eficiencia en un motor de todo tipo se da en qué tanta proporción de aire puede hacer combustión para convertirla en energía mecánica. Entonces, entre más eficiencia térmica tenga el propulsor, mejor conversión de energía química y energía mecánica va a tener, es decir, menos gasolina por más caballos”, dice Nicolás Merlano, gerente posventa de Ford Colombia.
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De igual forma, el directivo indica que, debido a sus especificaciones, el tipo de combustible depende de las recomendaciones del fabricante. Sin embargo, una recomendación común es usar gasolina de alto octanaje. “Usar gasolina corriente puede tener consecuencias graves, por ejemplo, predetonaciones que pueden tener consecuencias como microerosión en los pistones, perdida de eficiencia, entre otros”.