¿Si su carro se manejara solo lo compartiría con un extraño?
Varios fabricantes se han dado cuenta de que ya no es suficiente construir vehículos que se manejen solos, también hay que darles un uso atractivo. Algunos, como Ford, perfilarán su flota para aportar a la movilidad y el medio ambiente.
Esteban Dávila Náder
En 1990, Total Recall proponía un futuro bastante pintoresco en el que Arnold Schwarzenegger pedía un taxi y se sorprendía al darse cuenta de que su conductor no era un humano sino un robot. Hoy ese panorama no es tan lejano, pero en vez de un androide al volante, marcas como Ford le apuntan a un auto que se maneje a sí mismo sin necesidad de timón, acelerador o frenos.
En 2014, Google anunció que estaba trabajando en el desarrollo de un carro capaz de conducirse solo, con lo que el sector automotor entró en una nueva revolución tecnológica. Sin olvidarse de innovar en la mecánica y la conectividad de sus vehículos actuales, fabricantes como Mercedes-Benz, Toyota, Volvo, BMW y Renault, entre muchos otros, comenzaron a hacer avances significativos en sus propios proyectos autónomos. Algunos, como el Model S con piloto automático de Tesla, ya están a la venta.
Con tantos competidores, la carrera ya no se trata únicamente de quien construya primero un autónomo completamente funcional. Factores como la seguridad, tanto en carretera como en la parte digital, y el uso que se le va a dar a este nuevo segmento de vehículos también determinarán el éxito que tengan las marcas cuando lancen sus productos al mercado. En este sentido, Ford anunció hace dos semanas la que será su estrategia completa de cara a 2020: le apostará todo a crear una flota de vehículos sin conductor, diseñados para ser compartidos, es decir, para car pooling.
Podría decirse que este proyecto es, en realidad, el fin último de otra iniciativa en la que participa el fabricante estadounidense. Se trata de la Coalición de Conducción Autónoma para Calles Más Seguras, en la que, junto con Google, Volvo, Lyft y Uber, presiona para que se agilice la regulación de este tipo de vehículos, comenzando por Estados Unidos. Después de todo, la idea de un carro autónomo y compartido no es sólo de Ford y otros jugadores de la industria también trabajan en conceptos similares.
Uber, por ejemplo, anunció que busca prestar su servicio con vehículos autónomos desde 2014, y a mediados del mes pasado comenzó a hacer pruebas recogiendo pasajeros en las calles de Pittsburg. Como el proyecto está en una etapa tan temprana, los autos todavía tienen la supervisión de un conductor humano y no se les cobra a los usuarios por la carrera.
De otro lado está Tesla, que espera que de acá a diez años sus autos, que además son eléctricos, representen un ingreso para el propietario. “Siempre que no utilices tu coche, podrás usar la app de Tesla para añadirlo o extraerlo de la flota compartida, definiendo quién lo utiliza, desde familiares hasta conductores cualesquiera. Cuando lo quieras de vuelta, sólo tendrás que solicitarlo”, explicó el fundador de la compañía, Elon Musk, durante una conferencia en julio pasado.
Ford, por su parte, tiene una apuesta bastante ambiciosa entre manos. A diferencia de las iniciativas anteriores, el gigante de Michigan ya tiene claro que sus futuros autos tendrán autonomía nivel 4, lo que, según la Sociedad de Ingenieros Automotores (SAE por sus siglas en inglés), significa que no va a usar volante ni pedales de freno o aceleración para prestar el servicio de transporte comercial o compartido, del que no se sabe si sería ofrecido por propietarios particulares o empresas privadas.
Lograr tal nivel de independencia en un automóvil requiere bastante investigación, y la marca no dudó en revelar sus aliados. Para empezar, Ford invirtió en Velodyne, la compañía detrás de los sensores de detección LiDAR, para agilizar la producción de una versión más económica de este sistema que por medio de un láser le indica al computador a bordo la cercanía de los objetos que rodean al auto. Además compró a la empresa israelí Saips, experta en inteligencia artificial y visión computarizada.
Por otra parte, cerró un acuerdo de exclusividad con Nirenberg Neuroscience LLC para mejorar sus sistemas de reconocimiento de objetos e invirtió en Civil Maps, la startup con el sistema de mapeo 3D más eficiente del mundo. Como si lo anterior no fuera suficiente, el fabricante también tomó la decisión de construir dos nuevos edificios en su centro de investigación en Silicon Valley, a la vez que triplicó la flota de Ford Fusion autónomos a 30 para obtener más y mejores datos.
Como explicó Mark Fields, CEO de la compañía, el objetivo de iniciativas como esta no es otro que el “poner en las carreteras un vehículo autónomo que pueda mejorar la seguridad vial y resolver desafíos sociales y ambientales para millones de personas, no sólo para aquellas que puedan permitirse un vehículo de lujo”. Si esto llegase a suceder, en 2020 los carros podrían ser de todos y de nadie.
En 1990, Total Recall proponía un futuro bastante pintoresco en el que Arnold Schwarzenegger pedía un taxi y se sorprendía al darse cuenta de que su conductor no era un humano sino un robot. Hoy ese panorama no es tan lejano, pero en vez de un androide al volante, marcas como Ford le apuntan a un auto que se maneje a sí mismo sin necesidad de timón, acelerador o frenos.
En 2014, Google anunció que estaba trabajando en el desarrollo de un carro capaz de conducirse solo, con lo que el sector automotor entró en una nueva revolución tecnológica. Sin olvidarse de innovar en la mecánica y la conectividad de sus vehículos actuales, fabricantes como Mercedes-Benz, Toyota, Volvo, BMW y Renault, entre muchos otros, comenzaron a hacer avances significativos en sus propios proyectos autónomos. Algunos, como el Model S con piloto automático de Tesla, ya están a la venta.
Con tantos competidores, la carrera ya no se trata únicamente de quien construya primero un autónomo completamente funcional. Factores como la seguridad, tanto en carretera como en la parte digital, y el uso que se le va a dar a este nuevo segmento de vehículos también determinarán el éxito que tengan las marcas cuando lancen sus productos al mercado. En este sentido, Ford anunció hace dos semanas la que será su estrategia completa de cara a 2020: le apostará todo a crear una flota de vehículos sin conductor, diseñados para ser compartidos, es decir, para car pooling.
Podría decirse que este proyecto es, en realidad, el fin último de otra iniciativa en la que participa el fabricante estadounidense. Se trata de la Coalición de Conducción Autónoma para Calles Más Seguras, en la que, junto con Google, Volvo, Lyft y Uber, presiona para que se agilice la regulación de este tipo de vehículos, comenzando por Estados Unidos. Después de todo, la idea de un carro autónomo y compartido no es sólo de Ford y otros jugadores de la industria también trabajan en conceptos similares.
Uber, por ejemplo, anunció que busca prestar su servicio con vehículos autónomos desde 2014, y a mediados del mes pasado comenzó a hacer pruebas recogiendo pasajeros en las calles de Pittsburg. Como el proyecto está en una etapa tan temprana, los autos todavía tienen la supervisión de un conductor humano y no se les cobra a los usuarios por la carrera.
De otro lado está Tesla, que espera que de acá a diez años sus autos, que además son eléctricos, representen un ingreso para el propietario. “Siempre que no utilices tu coche, podrás usar la app de Tesla para añadirlo o extraerlo de la flota compartida, definiendo quién lo utiliza, desde familiares hasta conductores cualesquiera. Cuando lo quieras de vuelta, sólo tendrás que solicitarlo”, explicó el fundador de la compañía, Elon Musk, durante una conferencia en julio pasado.
Ford, por su parte, tiene una apuesta bastante ambiciosa entre manos. A diferencia de las iniciativas anteriores, el gigante de Michigan ya tiene claro que sus futuros autos tendrán autonomía nivel 4, lo que, según la Sociedad de Ingenieros Automotores (SAE por sus siglas en inglés), significa que no va a usar volante ni pedales de freno o aceleración para prestar el servicio de transporte comercial o compartido, del que no se sabe si sería ofrecido por propietarios particulares o empresas privadas.
Lograr tal nivel de independencia en un automóvil requiere bastante investigación, y la marca no dudó en revelar sus aliados. Para empezar, Ford invirtió en Velodyne, la compañía detrás de los sensores de detección LiDAR, para agilizar la producción de una versión más económica de este sistema que por medio de un láser le indica al computador a bordo la cercanía de los objetos que rodean al auto. Además compró a la empresa israelí Saips, experta en inteligencia artificial y visión computarizada.
Por otra parte, cerró un acuerdo de exclusividad con Nirenberg Neuroscience LLC para mejorar sus sistemas de reconocimiento de objetos e invirtió en Civil Maps, la startup con el sistema de mapeo 3D más eficiente del mundo. Como si lo anterior no fuera suficiente, el fabricante también tomó la decisión de construir dos nuevos edificios en su centro de investigación en Silicon Valley, a la vez que triplicó la flota de Ford Fusion autónomos a 30 para obtener más y mejores datos.
Como explicó Mark Fields, CEO de la compañía, el objetivo de iniciativas como esta no es otro que el “poner en las carreteras un vehículo autónomo que pueda mejorar la seguridad vial y resolver desafíos sociales y ambientales para millones de personas, no sólo para aquellas que puedan permitirse un vehículo de lujo”. Si esto llegase a suceder, en 2020 los carros podrían ser de todos y de nadie.