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Una caja de sorpresas

Durante cinco días, un grupo de clientes de la marca Toyota vivió una gran aventura en uno de los departamentos más bellos del país.

El Espectador
12 de diciembre de 2007 - 05:48 p. m.
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Quienes llegaron a bordo de su Toyota Prado a las instalaciones de Sofasa, el martes 20 de noviembre muy de madrugada, sabían que a partir de ese momento iban a ser parte de una gran aventura. Pero tal vez nunca se imaginaron que cada jornada estaría llena de sorpresas y que al final de los 1.147 kilómetros su percepción del departamento de Santander iba a ser completamente diferente.

Sofasa, a través de su marca Toyota y con el apoyo de Carlos Mayol y su equipo de trabajo, tenían todo planeado a la perfección, entregándoles a sus clientes un viaje inolvidable, que sólo podía ser posible con la Expedición Toyota Prado Santander 2007.

El primer día comenzó muy temprano, con una madrugada radiante y fría como ninguna. El kilómetro cero se marcó en las instalaciones de Sofasa (Chía), de donde partieron los 170 expedicionarios y los 51 vehículos de la caravana, 31 de ellos de propietarios de vehículos Toyota Prado.

Si bien ese fue el comienzo, la gran apertura se dio en Panaca de la Sabana, en medio de los animales y banderas de Colombia, para luego adentrarse por los departamentos de Boyacá y Santander.

Tras 121 kilómetros de recorrido se pasó por Socorro, un centro histórico que fue cuna de Manuela Beltrán, Antonio Santos y Juan Francisco Berbeo, para al final del día terminar en la histórica Guane, una bella población en la que destaca el museo paleontológico, arqueológico y antropológico y que por unas cuantas horas se vistió de fiesta con la visita de los expedicionarios, que además pudieron comprobar la hospitalidad de los lugareños, que pusieron a disposición de la caravana el campo de fútbol para la instalación del campamento.

Cepitá, un pueblo macondiano

En la Expedición Toyota Prado Santander había que ganarle la partida al amanecer para aprovechar las horas de luz. Barichara, que en lengua Guane significa ‘lugar de descanso y árboles florecientes’, fue la primera escala del segundo día. Pero en San Gil, una zona del país que ha cobrado importancia gracias a los deportes de aventura y el ecoturismo, el rafting terminó robándose la atención de los expedicionarios, que tras vivir una jornada llena de adrenalina se fueron en la búsqueda de Cepitá, un pueblo macondiano enclavado en la base del cañón del Chicamocha y al que se tiene que llegar por una carretera exigente, plagada de abismos y paisajes majestuosos.

Una labor social

Si bien el calor había sido la constante, en el tercer día el frío pidió permiso para ser parte de la aventura. Y no era para menos. Para esa jornada estaba establecido un acto de carácter social entre Sofasa y la ONU en el Páramo de Junín, a 4.000 metros de altura, no sin antes pasar por la población de San Andrés, adonde se llegó después de 502 kilómetros de recorrido y en donde la población, y en especial los estudiantes del Colegio Fray José, le tributaron un sentido homenaje a la expedición.

Pero fue en el Páramo de Junín, la última escala antes de llegar a Bucaramanga, en donde se vivió una jornada emocionante, con el himno nacional y la bandera de Colombia como fondo.

 Allí, en un lugar en el que respirar es más complicado, Juan Carlos Buitrago, el gerente comercial de Toyota, hizo entrega simbólica de una maquinaria para la producción de cacao, en la zona del Catatumbo, y la cual va a ser utilizada para sustituir los cultivos ilícitos por los lícitos.

Acto inolvidable

El cuarto día resultó especial. Había cansancio, pero la posibilidad de conocer lugares insospechados se había convertido en el mejor aliciente. Pero faltaba un sello especial, el de las minas de yeso, cuyos socavones,  además de convertirse en una sala de concierto improvisada para la cantante Carolina Muñoz y su grupo, fue el escenario propicio para que uno de los expedicionarios, Mauricio Molina, le propusiera matrimonio a María Clara Vélez. Un acto que quedó grabado en la mente de los expedicionarios, al igual que cada uno de los paisajes y sonrisas de los pobladores de una región llena de riquezas.

Pero todo comienzo tiene fin y el de la Expedición Toyota Prado Santander 2007 fue en Panaca de la Sabana, en la noche del sábado, teniendo como testigo una luna llena esplendorosa, para muchos una señal de que en 2008 la aventura será aún más extraordinaria.

Por El Espectador

 

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