Volkswagen Jetta GLI en Colombia, a prueba: ¿cumple como un carro deportivo?
Una propuesta sugestiva, sobre un modelo popular dentro de un segmento en extinción. Reseña.
Nicolás Fernández
Un diferente a su época. Con un trasfondo sobrio que corta, e incluso parece no armonizar, con detalles en un rojo fuerte, pronunciado o escarlata, que decoran su parrilla, puertas, entradas de aire, costuras y, por supuesto, la trinidad del más popular sedán de Volskwagen: las siglas GLI (Grand Luxury Injection), una bandera, claro, al sistema de inyección de combustible que marcó a la industria desde la segunda mitad del siglo XX.
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GLI es una apuesta tan arriesgada como sugestiva, sobre un producto exiguo y con poca demanda. Jetta es una de las pocas opciones disponibles en el mercado colombiano con carrocería sedán. Esa silueta, cuya reducida popularidad contemporánea roba miradas en las vías y en este caso se decora y configura con una deportividad que trasciende lo estético.
¿Entrada al mundo deportivo del Grupo Volkswagen?
La configuración GLI de Jetta no se sostiene en lo visual. Además de esas líneas punzantes, inclinadas hacia el frente y demás calificativos subjetivos que merece y genera su carrocería, dispone de un trabajo armónico y prolijo bajo el capó. Una interacción superlativa —para su costo, segmento, etc.— entre el tren motor: el juego de caja y motor.
A diferencia del modelo tradicional, que opera con un motor turboalimentado de 1,4 litros, transmisión automática de seis marchas y entrega hasta 150 caballos cuando el tacómetro señala las 5.400 rpm y 250 Nm de torque, desde las 1.400 rpm; el GLI potencia y estira intencionalmente cada una de las cifras mencionadas.
La variante deportiva de Jetta que se vende en Colombia se mueve gracias al trabajo en conjunto de un propulsor turbo (TSI) de dos litros y una caja automática y de doble embrague (DSG) con siete marchas. La ficha indica hasta 230 caballos al alcanzar las 4.700 rpm. El torque llega a un máximo de 350 Nm, en un rango operativo alcanzable, común, que parte en las 1.500 rpm y concluye en las 4.600.
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A esa suma de intenciones que desenlazan en el calificativo de deportivo se suman sillas con un acertado agarre de piloto y copiloto y la ronca exposición auditiva que genera, de forma artificial, el trabajo motriz cuando el piloto acelera. No sobra decir que el primero de estos casos puede generar fatiga en conducciones de menos de dos horas; no hay mayor ergonomía en lo que a confort se refiere. El segundo, es configurable, para aumentar o reducir la experiencia sonora.
Al volante, ¿un deportivo?
Sí. Aunque esta afirmación incluye un pero. Lo es, a su manera; es decir, siendo la variante deportiva de Jetta… lo es. Al volante, las sensaciones son las de un carro dinámico, con modos de manejo Eco, Normal, Individual y Sport, siendo este último una exposición de un trabajo motriz que se inclina a lo sobresaliente, para su segmento, con cambios breves de marcha, en los que parece que la transmisión se adelanta a las intenciones del conductor.
Esos 350 Nm de torque son evidentes en casi cualquier ambiente, menos, claro está, el de las ciudades como Bogotá. Allí, en lo urbano, rueda sin mayor problema, con una adecuada altura al suelo y una insonorización que supera incluso a algunos prémium. Sin embargo, no es el lugar donde se expresa mejor, siendo la carretera su hábitat y los adelantos su especialidad.
Ahora bien, el movimiento del volante es delicado y facilita maniobras rápidas a bajas velocidades en las siempre conflictivas vías bogotanas. Sin embargo, a velocidades superiores a los 75 km/h puede resultar frágil, exigiendo firmeza en manos y brazos del piloto. Su suspensión es fiel a cada modo de manejo: rígido en deportivo y, bueno, normal en el del mismo nombre —a veces rígida ante esos reductores plásticos que invadieron Bogotá—.
La más variante de sus cifras, la que indica los consumos, por supuesto, depende de un sinfín de variantes. Para este caso, con una carga máxima de 250 kilogramos y a una altitud de 2.000 a 2.500 m.s.n.m., fue de hasta 88 km/gal en modo crucero a 80km/h, en carretera. En el mismo lugar, con una conducción menos constante y mesurada, la cifra llegó a los 52 km/gal. En ciudad fue de 35 a 38 km/gal.
Interior y precio
No sobra señalar que, en septiembre de 2019, el modelo obtuvo cinco estrellas de seguridad en las pruebas de choque de LatinNcap. Dentro del paquete de protección se encuentran seis bolsas de aire, sistemas ESC, ABS, ASR, EDL, ESS, HBA, EBD y alerta de fatiga, entre otros.
A octubre de 2022, no sobra señalar que GLI no ofrece la mayoría de asistencias a la conducción que incluso vehículos de segmentos inferiores ya incorporan. Entre otros, no hay alerta de tráfico cruzado, un control de crucero adaptativo ni algún sistema o notificación para el mantenimiento de carril, así como frenado autónomo de emergencia.
A grandes rasgos, la habitabilidad interior es adecuada. La posición de manejo permite un amplio campo de visión y tiene ajuste eléctrico. Para el copiloto hay ajuste manual. Dos personas viajarán con comodidad en las plazas traseras, mientras una tercera, en el medio, rozará sus rodillas con el apoyabrazos delantero.
El sistema multimedia, con pantalla táctil de 10”, es vanguardista y la que se riega en el panel de instrumentos —también de diez pulgadas— es funcional e intuitiva. Los mandos en el volante pueden ser difíciles de accionar y fueron fabricados con un material tipo black piano que antes de llegar a los 10.000 km de uso, posiblemente, ya tendrá impresas líneas blancas en diferentes direcciones.
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El GLI es único en su tipo en un mercado que se inclina hacia todo lo que insinúe la estética de una camioneta. Es el paquete de adrenalina dentro de la siempre bien recibida oferta Jetta, de Volkswagen, para Colombia. Su precio es de $143’000.000.
Un diferente a su época. Con un trasfondo sobrio que corta, e incluso parece no armonizar, con detalles en un rojo fuerte, pronunciado o escarlata, que decoran su parrilla, puertas, entradas de aire, costuras y, por supuesto, la trinidad del más popular sedán de Volskwagen: las siglas GLI (Grand Luxury Injection), una bandera, claro, al sistema de inyección de combustible que marcó a la industria desde la segunda mitad del siglo XX.
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GLI es una apuesta tan arriesgada como sugestiva, sobre un producto exiguo y con poca demanda. Jetta es una de las pocas opciones disponibles en el mercado colombiano con carrocería sedán. Esa silueta, cuya reducida popularidad contemporánea roba miradas en las vías y en este caso se decora y configura con una deportividad que trasciende lo estético.
¿Entrada al mundo deportivo del Grupo Volkswagen?
La configuración GLI de Jetta no se sostiene en lo visual. Además de esas líneas punzantes, inclinadas hacia el frente y demás calificativos subjetivos que merece y genera su carrocería, dispone de un trabajo armónico y prolijo bajo el capó. Una interacción superlativa —para su costo, segmento, etc.— entre el tren motor: el juego de caja y motor.
A diferencia del modelo tradicional, que opera con un motor turboalimentado de 1,4 litros, transmisión automática de seis marchas y entrega hasta 150 caballos cuando el tacómetro señala las 5.400 rpm y 250 Nm de torque, desde las 1.400 rpm; el GLI potencia y estira intencionalmente cada una de las cifras mencionadas.
La variante deportiva de Jetta que se vende en Colombia se mueve gracias al trabajo en conjunto de un propulsor turbo (TSI) de dos litros y una caja automática y de doble embrague (DSG) con siete marchas. La ficha indica hasta 230 caballos al alcanzar las 4.700 rpm. El torque llega a un máximo de 350 Nm, en un rango operativo alcanzable, común, que parte en las 1.500 rpm y concluye en las 4.600.
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A esa suma de intenciones que desenlazan en el calificativo de deportivo se suman sillas con un acertado agarre de piloto y copiloto y la ronca exposición auditiva que genera, de forma artificial, el trabajo motriz cuando el piloto acelera. No sobra decir que el primero de estos casos puede generar fatiga en conducciones de menos de dos horas; no hay mayor ergonomía en lo que a confort se refiere. El segundo, es configurable, para aumentar o reducir la experiencia sonora.
Al volante, ¿un deportivo?
Sí. Aunque esta afirmación incluye un pero. Lo es, a su manera; es decir, siendo la variante deportiva de Jetta… lo es. Al volante, las sensaciones son las de un carro dinámico, con modos de manejo Eco, Normal, Individual y Sport, siendo este último una exposición de un trabajo motriz que se inclina a lo sobresaliente, para su segmento, con cambios breves de marcha, en los que parece que la transmisión se adelanta a las intenciones del conductor.
Esos 350 Nm de torque son evidentes en casi cualquier ambiente, menos, claro está, el de las ciudades como Bogotá. Allí, en lo urbano, rueda sin mayor problema, con una adecuada altura al suelo y una insonorización que supera incluso a algunos prémium. Sin embargo, no es el lugar donde se expresa mejor, siendo la carretera su hábitat y los adelantos su especialidad.
Ahora bien, el movimiento del volante es delicado y facilita maniobras rápidas a bajas velocidades en las siempre conflictivas vías bogotanas. Sin embargo, a velocidades superiores a los 75 km/h puede resultar frágil, exigiendo firmeza en manos y brazos del piloto. Su suspensión es fiel a cada modo de manejo: rígido en deportivo y, bueno, normal en el del mismo nombre —a veces rígida ante esos reductores plásticos que invadieron Bogotá—.
La más variante de sus cifras, la que indica los consumos, por supuesto, depende de un sinfín de variantes. Para este caso, con una carga máxima de 250 kilogramos y a una altitud de 2.000 a 2.500 m.s.n.m., fue de hasta 88 km/gal en modo crucero a 80km/h, en carretera. En el mismo lugar, con una conducción menos constante y mesurada, la cifra llegó a los 52 km/gal. En ciudad fue de 35 a 38 km/gal.
Interior y precio
No sobra señalar que, en septiembre de 2019, el modelo obtuvo cinco estrellas de seguridad en las pruebas de choque de LatinNcap. Dentro del paquete de protección se encuentran seis bolsas de aire, sistemas ESC, ABS, ASR, EDL, ESS, HBA, EBD y alerta de fatiga, entre otros.
A octubre de 2022, no sobra señalar que GLI no ofrece la mayoría de asistencias a la conducción que incluso vehículos de segmentos inferiores ya incorporan. Entre otros, no hay alerta de tráfico cruzado, un control de crucero adaptativo ni algún sistema o notificación para el mantenimiento de carril, así como frenado autónomo de emergencia.
A grandes rasgos, la habitabilidad interior es adecuada. La posición de manejo permite un amplio campo de visión y tiene ajuste eléctrico. Para el copiloto hay ajuste manual. Dos personas viajarán con comodidad en las plazas traseras, mientras una tercera, en el medio, rozará sus rodillas con el apoyabrazos delantero.
El sistema multimedia, con pantalla táctil de 10”, es vanguardista y la que se riega en el panel de instrumentos —también de diez pulgadas— es funcional e intuitiva. Los mandos en el volante pueden ser difíciles de accionar y fueron fabricados con un material tipo black piano que antes de llegar a los 10.000 km de uso, posiblemente, ya tendrá impresas líneas blancas en diferentes direcciones.
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El GLI es único en su tipo en un mercado que se inclina hacia todo lo que insinúe la estética de una camioneta. Es el paquete de adrenalina dentro de la siempre bien recibida oferta Jetta, de Volkswagen, para Colombia. Su precio es de $143’000.000.