
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La demencia es una de las principales preocupaciones de salud pública en el mundo. Un estudio reciente ha revelado que cuatro de cada diez personas mayores de 55 años podrían desarrollar algún tipo de demencia a lo largo de su vida. Esta cifra alarmante pone en evidencia la necesidad de adoptar estrategias para reducir el riesgo y promover el envejecimiento saludable.
La investigación fue publicada en la revista Nature Medicine el 13 de enero de 2025 y estuvo dirigida por el doctor Josef Coresh, director del Instituto de Envejecimiento Óptimo en NYU Langone Health, en colaboración con investigadores de la Universidad Johns Hopkins y otras instituciones estadounidenses.
Los investigadores analizaron datos del Estudio de Riesgo de Aterosclerosis en Comunidades (ARIC-NCS), que ha seguido la salud vascular y la función cognitiva de casi 16.000 participantes desde 1987. Este estudio es notable por ser uno de los seguimientos más prolongados de afroamericanos en relación con la cognición y la salud cardíaca. Durante el período de 1987 a 2020, se documentaron 3.252 casos de demencia entre los participantes. Los investigadores utilizaron estos datos para estimar el riesgo de por vida de desarrollar demencia y proyectaron la incidencia futura de la enfermedad en la población estadounidense.
Resultados principales
• Riesgo de por vida: se encontró que el riesgo de desarrollar demencia después de los 55 años es del 42 %, una cifra más del doble de las estimaciones previas. Este riesgo se desglosa en un 35 % para hombres y un 48 % para mujeres, siendo el mayor riesgo en mujeres atribuido principalmente a su mayor esperanza de vida.
• Disparidades raciales y genéticas: el estudio identificó que los adultos negros y aquellos con la variante genética APOE ε4 tienen un riesgo aún mayor, con tasas que oscilan entre el 45 % y el 60 %.
• Proyecciones futuras: se proyecta que el número anual de nuevos casos de demencia en Estados Unidos aumentará de aproximadamente 514.000 en 2020 a cerca de 1 millón para 2060. Este incremento es especialmente notable entre los adultos negros, quienes podrían experimentar una triplicación en nuevos casos, en comparación con una duplicación entre los adultos blancos.
Implicaciones y recomendaciones
Los hallazgos subrayan la urgente necesidad de implementar políticas que promuevan el envejecimiento saludable y aborden las inequidades en salud. Factores como la educación temprana, la nutrición adecuada y el manejo de condiciones de salud como la hipertensión y la diabetes son esenciales para reducir el riesgo de demencia. Además, se destaca la importancia de monitorear y tratar la pérdida auditiva en adultos mayores, ya que se ha vinculado a un mayor riesgo de demencia.
En resumen, este estudio proporciona una visión más clara y alarmante del riesgo de demencia en la población estadounidense, enfatizando la necesidad de intervenciones preventivas y políticas de salud pública dirigidas a mitigar este creciente desafío.
Para comprender mejor este problema y las formas en que se puede mitigar, El Espectador consultó a dos expertos en la materia: el doctor Eduardo Ramírez, neurólogo especializado en enfermedades neurodegenerativas, y la doctora Mariana López, psicóloga y experta en neurociencia cognitiva.
¿Por qué el riesgo de demencia es tan alto?
Eduardo Ramírez, quien ha dedicado más de 20 años a la investigación de enfermedades neurodegenerativas, explica que el incremento en los casos de demencia está relacionado con el envejecimiento de la población.
“Vivimos más años que nunca, y aunque eso es una buena noticia, también significa que más personas llegan a edades en las que la demencia se vuelve más probable. Además, factores como la mala alimentación, el sedentarismo y la falta de estimulación cognitiva contribuyen al deterioro cerebral”, señala. Ramírez enfatiza que la demencia no es una enfermedad en sí misma, sino un término general que engloba varios trastornos que afectan la memoria, el pensamiento y la capacidad para realizar actividades cotidianas. “El Alzheimer es la forma más común de demencia, pero también existen otras como la demencia vascular, la demencia con cuerpos de Lewy y la frontotemporal. En todas ellas, el factor común es el daño progresivo de las neuronas y sus conexiones”, explica.
Mariana López agrega que otro factor clave es el estrés crónico y el impacto de la salud mental en el cerebro. “El estrés prolongado y la depresión pueden aumentar el riesgo de desarrollar demencia porque afectan el hipocampo, una estructura cerebral esencial para la memoria. Además, la soledad y la falta de interacción social han demostrado ser factores de riesgo importantes”, señala la experta en neurociencia cognitiva.
¿Qué se puede hacer para reducir el riesgo?
Afortunadamente, tanto Ramírez como López coinciden en que hay muchas estrategias que pueden reducir el riesgo de desarrollar demencia. A continuación, explican algunas de las más efectivas.
1. Mantenerse físicamente activo: Ramírez resalta que el ejercicio es una de las herramientas más poderosas para proteger el cerebro. “Hacer ejercicio regularmente mejora la circulación sanguínea en el cerebro, reduce la inflamación y promueve la producción de sustancias químicas que favorecen la neuroplasticidad. Incluso caminar 30 minutos al día puede marcar una gran diferencia”, afirma.
2. Alimentación para el cerebro: López señala que la dieta también juega un papel clave en la salud cerebral. “La alimentación mediterránea, rica en frutas, verduras, pescado, aceite de oliva y frutos secos, ha demostrado reducir el riesgo de demencia. Evitar el exceso de azúcares y grasas saturadas también es fundamental, ya que pueden contribuir a la inflamación y al daño neuronal”, explica. Ramírez añade que ciertos alimentos tienen efectos neuroprotectores. “El consumo de pescado rico en omega-3, como el salmón y la sardina, ayuda a mantener la integridad de las neuronas. También se recomienda incluir cúrcuma, que tiene propiedades antiinflamatorias, y alimentos ricos en antioxidantes como los arándanos y las nueces”.
3. Entrenar el cerebro constantemente: Así como el cuerpo necesita ejercicio, el cerebro también requiere estimulación. López lo deja claro: “Aprender nuevas habilidades, leer, hacer crucigramas o tocar un instrumento musical ayuda a crear nuevas conexiones neuronales. La educación continua, incluso en la adultez, es una de las mejores estrategias para prevenir el deterioro cognitivo”. Además, destaca la importancia de la variedad en los desafíos mentales: “No basta con repetir la misma actividad una y otra vez. Es recomendable alternar entre diferentes tipos de ejercicios mentales para estimular distintas áreas del cerebro”.
4. Mantener una vida social activa: uno de los factores menos conocidos pero fundamentales para prevenir la demencia es la vida social. La Dra. López enfatiza que la interacción con otras personas protege el cerebro. “El aislamiento social está vinculado a un mayor riesgo de deterioro cognitivo. Participar en actividades comunitarias, mantener amistades y conversar regularmente con otras personas ayuda a mantener el cerebro activo y saludable”. Ramírez refuerza esta idea: “En estudios recientes se ha encontrado que las personas con redes sociales sólidas y que participan en grupos o actividades tienen menos probabilidades de desarrollar demencia. El cerebro necesita estímulo social tanto como necesita ejercicio físico y mental”.
5. Controlar los factores de riesgo cardiovascular: el cerebro y el corazón están estrechamente relacionados, según explica Ramírez. “Hipertensión, diabetes, obesidad y colesterol alto aumentan el riesgo de demencia porque afectan la circulación sanguínea en el cerebro. Controlar estos factores es fundamental para mantener una buena salud cerebral a largo plazo”. Agrega que dejar de fumar y moderar el consumo de alcohol también son medidas esenciales. “Fumar reduce el flujo sanguíneo al cerebro y aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, lo que puede llevar a la demencia. El alcohol en exceso también es perjudicial, aunque algunas investigaciones sugieren que el consumo moderado de vino tinto podría tener beneficios”.
6. Dormir bien y reducir el estrés: el descanso es otro pilar clave en la prevención de la demencia. La Dra. López explica que la falta de sueño puede dañar el cerebro. “Durante el sueño profundo, el cerebro elimina toxinas acumuladas durante el día, incluidas aquellas asociadas con el Alzheimer. Dormir menos de seis horas por noche de manera habitual puede aumentar el riesgo de deterioro cognitivo”. Por último, la experta insiste en la importancia de la gestión del estrés: “La meditación, el mindfulness y técnicas de relajación como el yoga pueden ayudar a reducir los niveles de estrés y proteger el cerebro a largo plazo”.
Aunque la cifra de cuatro de cada diez personas con riesgo de demencia puede parecer preocupante, la buena noticia es que hay muchas acciones que pueden tomarse para reducir ese riesgo. Ramírez lo resume así: “No podemos cambiar la genética, pero sí podemos modificar nuestro estilo de vida. La prevención de la demencia debe comenzar desde la juventud, no solo en la vejez”.
Por su parte, López concluye con una invitación a la acción: “Nunca es tarde para empezar a cuidar nuestro cerebro. Cada hábito saludable que incorporemos hoy puede marcar la diferencia en nuestro futuro”. Con estos consejos respaldados por la ciencia, cada persona puede tomar medidas concretas para proteger su memoria, su cognición y su calidad de vida en los años venideros.