2025 será un año de inflexión para el futuro hídrico de la capital
La región arrancará 2025 con incertidumbre frente al abastecimiento de agua. En medio de las proyecciones climáticas, la administración afrontará un año con decisiones difíciles y mucho trabajo por delante.
Miguel Ángel Vivas Tróchez
Racionamiento, abastecimiento y embalse son palabras que se incorporaron al argot cotidiano de la capital, gracias a una crisis hídrica que persiste. Con un flujo de lluvias intenso, pero lejos de las fuentes que nos abastecen, todos los pronósticos fatalistas sobre las restricciones al consumo del recurso hídrico se cumplieron. Bogotá no solo cerró este año con un ciclo de racionamiento estricto, sino que, además, las expectativas plasmadas en el horizonte no son del todo claras. A pesar las acciones administrativas de los órganos competentes, entre ellas los racionamientos, toda decisión susceptible de ser tomada y aplicada, depende de una variable cada vez más difícil de calcular: el clima.
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Racionamiento, abastecimiento y embalse son palabras que se incorporaron al argot cotidiano de la capital, gracias a una crisis hídrica que persiste. Con un flujo de lluvias intenso, pero lejos de las fuentes que nos abastecen, todos los pronósticos fatalistas sobre las restricciones al consumo del recurso hídrico se cumplieron. Bogotá no solo cerró este año con un ciclo de racionamiento estricto, sino que, además, las expectativas plasmadas en el horizonte no son del todo claras. A pesar las acciones administrativas de los órganos competentes, entre ellas los racionamientos, toda decisión susceptible de ser tomada y aplicada, depende de una variable cada vez más difícil de calcular: el clima.
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De igual forma, la ciudad entrará en un periodo laxo de 15 días en los cuales las válvulas no se cerrarán y el líquido circulará libre, como antes de abril, por las tuberías y grifos de los hogares capitalinos. La decisión, que tomó la administración con base en el éxodo viajero, habitual en estas fechas, ha sido criticada y aplaudida en igual proporción.
De acuerdo con las estimaciones de la Alcaldía y el Acueducto, la ciudad dejará de consumir entre el 23 de diciembre y el 6 de enero 1.106.472 m² de agua. El cálculo, que pareciera lógico dada la temporada vacacional, no escapa del escepticismo de algunos sectores, quienes recuerdan con recelo la fallida atenuación del racionamiento durante agosto y septiembre, que no solo se truncó, sino que, además, ejerció presión sobre los embalses y dejó a la ciudad al filo de un racionamiento todavía más estricto.
Con base en todo lo anterior, pronósticos climáticos de por medio, Bogotá comenzará 2025 con una reducción importante de los embalses (como la tendencia ya parece indicar) y con una lista de tareas inaplazables con las cuales, al menos desde la siempre optimista teoría, se espera aplacar escenarios de sequía catastróficos. Algunas estrategias, ya en marcha, parecen ir por el camino correcto. Otras tantas, siguen a la espera de ser planificadas y ejecutadas. En cualquier caso, a partir del 6 de enero, cuando retornará el tedioso racionamiento diario, los ojos estarán puestos sobre los embalses y el pronóstico del clima. Recapitulamos los retos que vienen la ciudad en esta materia y los frentes en los cuales se deberá trabajar.
Punto de partida
Durante los últimos 12 días el nivel de los embalses del sistema Chingaza se ha reducido en un 3 %. Mientras que el 1 de diciembre la capacidad de Chuza y San Rafael se encontraba en el 53 %, el último reporte de la CAR señaló un nivel del 50 % con una tendencia descendente. En parte, el tiempo seco, que ha prevalecido durante el inicio del mes, y el aumento del consumo, actualmente en los 16 m³/s diarios, ha influido en este comportamiento. A casi diez días de que la palabra racionamiento se elimine de las conversaciones capitalinas, al menos por quince días, todavía no resulta claro que la tendencia del consumo vaya a disminuir.
Sin embargo, durante los nueve meses que ha durado el racionamiento, aun con el periodo más laxo entre agosto y octubre, el Acueducto ha defendido la efectividad de la medida. De acuerdo con cifras proporcionadas por la empresa, al terminar el ciclo 21 del esquema de racionamiento, la ciudad logró un ahorro de ahorrado 29,170,368 m³, equivalente a 11,668 piscinas olímpicas. Lo ahorrado equivale al consumo de 20,87 días de la ciudad y con un promedio de consumo de 16.18 m³/s.
Con lo anterior, aunado a medidas como las de restar presión al sistema Chingaza a partir de la capacidad ampliada de la planta de tratamiento, Tibitoc, la ciudad ha conseguido mantener a raya el temido día 0 (cuando el sistema Chingaza llegue al 36 % y sea necesario implementar un racionamiento más severo). Sin embargo, cálculos aparte, la ciudad deberá esperar hasta la primera semana de 2025 para conocer el impacto de los quince días sin racionamiento. Las expectativas, por ahora, están divididas, ya que, si bien cerca de 2 millones de bogotanos dejará la ciudad en los próximos días, la última vez que se relajó el racionamiento, el consumo de agua aumentó y, a la par, el nivel de los embalses decreció.
El reto climático
La variable más importante para hablar de racionamiento de agua en Bogotá es el clima. Sin el preciado maná que nos cae del cielo, y que necesitamos, sobre todo, que caiga en los embalses de Chingaza, no hay acción administrativa o técnica con la cual podamos evitar un escenario peor que el actual. Desde 1995, Bogotá y sus alrededores no atravesaba un año tan árido y con ausencia de lluvias. Incluso, las afluencias de lluvia de ese año, que hasta el momento fue el más seco de la historia, están ligeramente por encima de las de 2024, sobre todo en los últimos tres meses. Mientras que en 1995 las lluvias mostraron un incremento progresivo, el nivel de precipitaciones actual, aún con la reciente temporada de invierno, sigue ligeramente por debajo de la recuperación evidenciada en aquel año.
Para 2025 hay sobre la mesa dos tipos de escenario. De acuerdo con Ruth Maritza Quevedo Fique, directora de la Comisión Reguladora de Agua (CRA), la tendencia de tiempo seco que se evidenció en 2024 continuará sin alteraciones, al menos hasta abril del año entrante. “Lo que nos dice el IDEAM es que vamos a tener escasez de lluvias hasta abril en la zona Amazonía-Orinoquía. Entonces, en Bogotá tendremos que prepararnos para una mayor sequía hasta abril del otro año. Puede que llueva, pero si no cae en la zona de Chuza, no lograremos tener las reservas que necesitamos” señaló Quevedo en su momento a El Espectador.
Sin embargo, el optimismo todavía no se ha esfumado de la mesa de los tomadores de decisiones. En medio de las reuniones del Comité Hidrológico, que conforman la CAR Cundinamarca, el IDEAM y la Alcaldía de Bogotá, se ha venido hablando de una probabilidad del 60 %, de que el fenómeno de la niña llegue a la región entre enero y febrero de 2025. De ser así, la ciudad podría atenuar un posible impacto negativo del relajamiento de las medidas. Sin embargo, a pesar de la utopía que resulta, al menos de momento, controlar el clima, hay otras acciones en materia climática con las cuales se podría mejorar la situación.
Restauración y cultura de consumo
Las alteraciones climáticas de este año tienen como consecuencia inherente el cambio climático. La generación de colombianos actual es la primera que está evidenciando los primeros efectos de este fenómeno. Calores insólitos en zonas frías en antaño, como Bogotá, sequías extremas como la que actualmente padece Bogotá, e incendios forestales como los de este año, son solo los primeros atisbos de una problemática global que ya tocó las puertas de la capital del país.
Frente a esto, las acciones en materia de restauración ambiental son amplias y todavía posibles. De ahí, que a pesar de ser el primer núcleo generacional experimentando el cambio climático, todavía sea posible para nosotros encontrar la solución y evitar un futuro peor. Orlando Vargas, biólogo y experto en restauración, explica que no puede haber una solución para la crisis del agua alejada de las acciones de recuperación ecosistémica, especialmente de las fuentes hídricas, como las lagunas y humedales. “Recuperarlas es devolver el equilibrio ecosistémico y, consigo, revertir las consecuencias del cambio climático”.
De hecho, las acciones del Distrito y la autoridad ambiental regional ya apuntan a este objetivo. Adriana Soto, secretaría de Ambiente, explicó a El Espectador que “nuestro plan es restaurar y conservar la infraestructura verde, es decir, todas las cuencas, dentro y fuera del Distrito, que abastecen los tres sistemas de embalses como Chingaza, el Norte y el Sur. Lo que buscamos es irnos a las cuencas estratégicas y escalar sustancialmente nuestras acciones”.
Con Conservación Internacional, el Distrito está gestionando apoyos en el Fondo Verde para el Clima, con el fin de destinar inversiones en ecosistemas estratégicos. La aspiración es a que sea un proyecto de US$92 millones, de los cuales ya se logró una financiación de US$1,2 millones. En este sentido, la ciudad, la ciudad solicitará al Fondo Verde para el Clima US$72 millones, en recursos no reembolsables, y los otros US$20 millones que faltan, para llegar a los US$92 millones, los pondrán varias entidades como contrapartida: US$11 millones el Distrito y el resto serían la CAR y el sector privado.
Bajo esta misma línea, Alfred Ballesteros, director de la CAR, confirmó a este diario que el Distrito ya se encuentra en la etapa de formulación de planes de restauración en puntos críticos, como la cuenca alta del río Bogotá. No obstante, adelantar estas acciones, como toda acción pública, requiere de recursos económicos que no están del todo disponibles, dada la limitada situación fiscal de la ciudad actualmente. Por ello, las autoridades emprenden su rumbo hacia fondos y convenios internacionales para causas y acciones medioambientales.
Plantas de tratamiento, a toda potencia
En 2024, la EAAB les puso el acelerador a grandes obras para el futuro del abastecimiento de la ciudad, principalmente en la modernización y optimización de la Planta Tibitoc, hoy en 79 por ciento de ejecución y que permitirá despachar más agua a Bogotá desde el sistema norte. Así mismo, la modernización de la Planta Wiesner en La Calera ya se acerca al 29 por ciento de su ejecución
En momentos de sequía en los cielos que recubren el sistema Chingaza, Tibitoc está resultando ser un aliado clave. Al principio del racionamiento, Bogotá dependía en un 70 % del agua de los embalses de Chuza y San Rafael, que conforman el sistema Chingaza. Ahora, gracias al esfuerzo de Tibitoc, la proporcionalidad de dicha fuente se ubica en algo más del 50 %. El 20 % restante se ha logrado equilibrar gracias al tratamiento eficaz de las aguas del río Bogotá. Esta planta, atraviesa un proceso de mejoramiento y ampliación que le entregaría la capacidad de llegar a tratar 10 m³ por segundo, dos metros cúbicos más que su capacidad actual.
Sin embargo, a pesar de que dicha promesa se pueda cumplir, el Acueducto necesita un permiso de la CAR, como autoridad ambiental, para captar ese caudal de agua adicional, pues la actual concesión es clara en fijar el límite en 8 m³ por segundo. Este trámite, según confirmó el director de la autoridad ambiental, ya se encuentra listo, y la planta podrá tratar un metro cúbico y medio adicional, gracias a algunos ajustes de aprovechamiento del cauce del río Bogotá, que concertará la CAR con la industria agricultora de la zona.
Quedan pocas semanas para que este complicado 2024 llega a su fin. Con las tradicionales cabañuelas, y la agonía de los festejos en los cuales desaparecen las preocupaciones, Bogotá deberá asumir el reto de afrontar un 2025 incierto, con el cambio climático respirándole en la nuca, y una situación que, de empeorar, pondría a la ciudad más importante del país al borde de un colapso hídrico sin precedentes.
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