Así son las agresiones a la prensa en tiempos de polarización
Las agresiones ocurrieron mientras cubrían marchas en Bogotá. Otros comunicadores tuvieron que ocultar el medio para el que trabajaban para evitar la misma suerte. La polarización, parte del problema.
Miguel Ángel Vivas Tróchez
A la salida del Palacio de Justicia, minutos antes de comenzar el bloqueo al recinto, que se vivió este jueves, se vio a un “cristo” colombiano cargando una cruz a cuestas, que representaría a los medios de comunicación. Sí, la estructura, de casi metro y medio, estaba adornada con los logos de una docena de medios y, como si fuera una lista de invitados no deseados, fue el faro de una serie de improperios y agresiones que los periodistas sufrieron en la jornada.
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A la salida del Palacio de Justicia, minutos antes de comenzar el bloqueo al recinto, que se vivió este jueves, se vio a un “cristo” colombiano cargando una cruz a cuestas, que representaría a los medios de comunicación. Sí, la estructura, de casi metro y medio, estaba adornada con los logos de una docena de medios y, como si fuera una lista de invitados no deseados, fue el faro de una serie de improperios y agresiones que los periodistas sufrieron en la jornada.
A pocas personas de llenarse, la Plaza de Bolívar acogía a centenares de manifestantes y periodistas que cubrían la jornada. A uno de ellos, Damián Landínez, le tocó interrumpir abruptamente la transmisión para Blu Radio. Mientras Landínez sincronizaba con cabina para dar pormenores en tiempo real, un murmullo de reclamos terminó por interrumpirlo: “¡Periodistas vendidos!”, gritaba una mujer, que incluso le rapó el micrófono para replicar el mismo mensaje.
Otra cofradía de manifestantes, al unísono de los reclamos, le gritaban toda clase de insultos. No tuvo más opción que alejarse de la plaza, para escapar del ruido y la violencia, de la que pudo haber sido blanco. El reportero comenta que la situación no pasó a mayores y prefiere no ahondar en detalles para no agrandar el incidente.
Pero es demasiado tarde. Su caso fue visto por millares de internautas en redes sociales, en su mayoría indignados con el ataque. Pero su caso es una mínima parte del espectro de agresiones a periodistas en la jornada. Temerosos de ser el centro de una nueva agresión, igual o peor, sus colegas optaron por acomodarse y hacer su trabajo lo mejor que podían. Mientras unos se alejaban a las calles aldeanas para buscar otras voces, otros no tuvieron más remedio que ocultar el medio para el cual trabajan.
Aldair Rodríguez ladeaba su micrófono de un lugar a otro en la mano izquierda mientras eludía con un “soy independiente, medio independiente” a una fila de manifestantes que le exigían revelar el nombre de su noticiero. Su coartada no fue del todo efectiva y le tocó, al igual que su colega, cortar la transmisión. Para colmo, la estrategia de alejarse no resultaba suficiente.
Un apéndice de la manifestación, que llegó a la Plaza, decidió trasladarse a la entrada del Palacio de Justicia, por la carrera 12. La noticia del aplazamiento para la elección de la nueva fiscal viajó por la multitud, como lo hace un objeto incandescente al encontrarse con la pólvora. Los ánimos se encendieron y a las 3:00 de la tarde ya había al menos 150 personas bloqueando y pateando las vallas metálicas ubicadas a la entrada del Palacio.
En medio del caos, un equipo de RCN televisión, periodista y camarógrafo, fueron rodeados por otro círculo de manifestantes. Ante los insultos y amenazas, el camarógrafo fue resguardado en una cafetería. Su compañera no tuvo la misma suerte y le tocó quedarse inmóvil hasta que un grupo de gestores de convivencia, coordinados por la Secretaría de Seguridad, llegó para garantizar su integridad. “Esto que le pasó a nuestra periodista les pasó a otros colegas, relató César Piñeros, miembro del equipo de reporteros agredidos”.
Imaginario de desconfianza
Según Daniel Chaparro, asesor de dirección de la Fundación para la Libre Expresión (FLIP), este tipo de acciones son producto de dos variables. Una, de largo aliento, “consiste en una pérdida de confianza en los medios y al rol que ocupan los periodistas. Esto ocurre por algunos discursos de actores políticos, en los que hay señalamientos a los reporteros por realizar su oficio”.
Asimismo, Chaparro señala las dinámicas del paro nacional, en el cual algunos medios independientes dieron prelación a la violencia policial que experimentaron algunos grupos de manifestantes en el país. “Eso inclinó un poco el favoritismo de una parte de la ciudadanía a esos medios no tradicionales”, explicó.
Desde la visión de cada uno de los periodistas agredidos, todo parece apuntar a la polarización. En especial, a la máscara de cotidianidad con la que ha logrado naturalizarse en la opinión pública. Fabián Forero, reportero agredido la semana pasada mientras cubría una manifestación en la avenida Caracas, opina que “las personas no entienden que hay medios que comparten la opinión de ellos y otros que no”.
Esta opinión, además, la respalda Piñeros, quien reafirma el malestar que hay de algunas poblaciones cuando los medios transmiten noticias que a ellos no les gustan o no quieren recibir. Esta interacción unilateral, según la línea editorial de cada uno, recae en el maniqueísmo oculto detrás de estas listas de medios aparentemente excluidos de las marchas.
“La dinámica de medios malos, medios buenos, dependiendo de su sincronía con mi opinión, genera cierta segregación y comportamientos en los que un periodista, por ejemplo, tiene que ocultar el medio para el que trabaja”, sentenció Chaparro.
Durante 2023, la FLIP reportó 123 agresiones que ejercieron actores políticos, a través de su discurso, contra periodistas a escala local y nacional. Entre enero del año pasado y el que acaba de finalizar, la FLIP reportó 104 agresiones a periodistas, de las cuales el 81 % fueron violencia física y verbal de modo presencial.
El llamado que se hace a partir de las reflexiones de reporteros y organizaciones es a enriquecer el debate con la tolerancia, que no es otra cosa que el valor que se le da a la existencia de lo diferente. Para tener una opinión pública deliberativa, sin hostilidad, es necesario entender que el disenso es parte inherente de la forma en la cual la información se mueve en las voces del debate público.