Agua en Bogotá: Sistema Chingaza supera la alerta amarilla ¿Qué viene?
Aunque el sistema se recupera, la preocupación no cesa: la meta de consumo diario sigue sin cumplirse y, las lluvias intensas siguen siendo tímidas. La meta para octubre: embalses al 70%. ¿Se cumplirá?
Alexánder Marín Correa
Piense en el presupuesto de su hogar, en lo que gana y en lo que gasta. Si lo que recibe le alcanza para cubrir sus gastos y ahorrar, puede vivir tranquilo. Pero si la empresa no le sube el salario o las ventas están mal y las obligaciones suben, llega la angustia. Ese desfase abre un hueco que toca taparlo con los ahorros o con deuda, hasta que se vuelve inmanejable y estalla la crisis. Eso fue lo que ocurrió con el sistema Chingaza. Producto del fenómeno de El Niño, disminuyó el caudal que debía llegar a los embalses Chuza y San Rafael, para atender el consumo de 17,4 m3/s que demanda la ciudad y tener reservas suficientes para pasar sin afugias el tiempo seco.
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Piense en el presupuesto de su hogar, en lo que gana y en lo que gasta. Si lo que recibe le alcanza para cubrir sus gastos y ahorrar, puede vivir tranquilo. Pero si la empresa no le sube el salario o las ventas están mal y las obligaciones suben, llega la angustia. Ese desfase abre un hueco que toca taparlo con los ahorros o con deuda, hasta que se vuelve inmanejable y estalla la crisis. Eso fue lo que ocurrió con el sistema Chingaza. Producto del fenómeno de El Niño, disminuyó el caudal que debía llegar a los embalses Chuza y San Rafael, para atender el consumo de 17,4 m3/s que demanda la ciudad y tener reservas suficientes para pasar sin afugias el tiempo seco.
Los efectos se notaron en agosto pasado, cuando las represas no llegaron al nivel necesario para afrontar con solvencia hasta la nueva temporada de lluvias. Tradicionalmente, para el 15 de agosto, el sistema ha reportado niveles de llenado que oscilan entre el 80% y el 95 %, pero en los últimos años, esa tendencia cambió. Pasó de reportar 96% en 2022 a 63% el año pasado, lo que anticipaba un año con dificultades, en especial, por el anunciado fenómeno de El Niño, que espantó las lluvias, tan necesarias para mantener la salud del sistema. Así se rompió el equilibrio y tocó echar mano de los ahorros.
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Las alarmas se dispararon el 14 de enero, cuando el nivel del sistema cayó por debajo del 38% y toco el terreno de la alerta amarilla (reservas para 120 días de abastecimiento), con dos particularidades: el sistema nunca había llegado a ese nivel y menos a comienzos de año. Tradicionalmente los niveles más bajos se reportan en abril, cuando se inicia un nuevo el ciclo de llenado de los embalses, con la primera temporada de lluvias del año. El asunto era que esa temporada estaba lejos y se debían gastar las reservas de agua.
La situación se agudizó el 12 de febrero, cuando se activó la alerta naranja, ya que el nivel cayó a 28% (reservas para 90 días), y se hizo crítica el 21 de marzo, cuando, por cayó por debajo de 19% (reservas para 60 días), lo que activó la bandera roja. El día más crítico fue el 18 de abril, que estuvo en 14,9% (reservas para 30 días). En poco más de dos meses el sistema mostró un deterioro vertiginoso, lo que obligó a decretar el racionamiento y a pedirles a los ciudadanos reducir el consumo de agua.
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Lo llamativo es que las medidas llegaron casi 90 días después de la primera alerta, cuando el Distrito no tuvo más opción que “recortar los gastos”, con la esperanza de que la naturaleza ayudara. Y así está la ciudad desde el pasado 11 de abril, cuando comenzó el primer ciclo de la restricción. En este lapso, la ciudad estuvo 40 días en alerta roja, desde el 21 de marzo hasta el 9 de mayo, cuando pasó a alerta naranja, en la que se mantuvo hasta comienzos de junio. Los embalses finalmente salieron de la zona de riesgo el pasado 15 de junio, cuando el nivel superó el 39%.
¿Fin al racionamiento?
Tras casi 70 días, al fin, los embalses empiezan a mostrar recuperación. Las represas pasaron del 16% a 40%, lo que, en metros cúbicos (m3) representa pasar de 48 millones a 117 millones o, de manera más directa, de tener reservas para 30 días a tener para 120. ¿Pero, de dónde salió tanta agua? De los 69 millones m3 que en este tiempo han ganado las represas, las lluvias aportaron 60 millones. Por su parte, las medidas de racionamiento y el ahorro de los ciudadanos aportaron casi 9 millones. El ahorro diario equivale a cerrar los grifos de la ciudad por dos horas.
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Si bien, en este punto se podría pensar que es momento de levantar la restricción y soportar cómo se hizo entre enero y marzo, la realidad es otra. Esa sería una decisión cortoplacista, al no tener en cuenta que el proceso actual, realmente apunta a preparar la ciudad para el abastecimiento del próximo año. Y pensando en eso, es que la apuesta del Distrito es la de recuperar lo que más se pueda el nivel de las represas.
“Habría que calcular bien cómo la demanda promedio afecta en el corto plazo a los embalses y, por lo visto, lo más conservador es esperar a llegar a un mejor nivel, antes de pensar en detener la medida. No basta con salir de la zona de alertas, sino pensar en llevar los embalses a un punto donde se pueda tener una mejor sostenibilidad en la operación del sistema y del abastecimiento de Bogotá”, señala María del Pilar García Pachón, experta en derecho de aguas y profesora de la Universidad Externado de Colombia.}
Por eso se planteó, no solo aguantar hasta que los embalses lleguen al 70% al 31 de octubre, sino fijar una condición para levantar la restricción: que durante 15 días continuos llegue más agua a Chingaza de la que consume la ciudad. Al ver los números, ambas metas parecen estar lejos, pero no imposibles. Y las razones, son evidentes. Si bien, las lluvias han ayudado, aún no llegan con la intensidad y la frecuencia necesaria para acelerar la recuperación del sistema. Paradójicamente, las esperanzas están puestas en un fenómeno climático, que ha sido sinónimo de problemas: La Niña, que comenzaría en julio.
En cuanto al consumo, tras dos meses de racionamiento, ha sido una constante que la ciudad gaste más agua de la que está llegando a los embalses. Y frente a la meta de 15 m3/s de consumo, que planteó el Distrito, parece claro que la ciudad no logrará cumplirla. A ese nivel llegó la ciudad en 2011, luego de intensas campañas de ahorro y un millón de habitantes menos. Si bien, los bogotanos han hecho un esfuerzo, el promedio está en 15,8 m3/s.
“Uno mira que las estrategias están estructuradas para llegar a un óptimo nivel de llenado, que aún no está en el escenario ideal. Según la Alcaldía, debe ser del 70%, al cual podríamos llegar antes del 31 de octubre, con la colaboración del Fenómeno de La Niña, pero todavía falta para llegar ahí. Uno recomendaría, desde la perspectiva ambiental, siempre tener en cuenta el escenario más difícil, el más catastrófico, para tomar medidas. Ya llegamos al 40 % de agua, pero no parece oportuno levantar la medida, entre otras, porque estamos creando, a través de esta estrategia, un poquito de cultura ciudadana alrededor del agua. Qué bueno que la gente entienda que el agua es un recurso limitado”, agregó Pachón.
Por ahora, las medidas se mantendrán. Y, de seguir con el promedio de consumo cercano a 16 m3/s y el anunciado fenómeno de La Niña cae con la fuerza que se espera, en la zona donde están los embalses, en unos meses se podría cumplir el objetivo. Vale recordar que pasaron 70 días para que el nivel de los embalses saliera de la zona de alerta. Si sigue esa tendencia, faltarían, al menos, 100 días para aproximarse a la meta de la administración, lo que representaría que los bogotanos tendrán que aguantar mínimo 11 ciclos completos de racionamiento.
El llamado es a ser pacientes, a ahorrar lo que más se pueda y recibir las lluvias que vienen con agradecimiento. De lo contrario, puede que no ahora, ni el próximo año, pero al ritmo que vamos, la ciudad se vea enfrentada pronto a una nueva crisis, que amenace con traer sed.
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