“Al único que favorece la prohibición es al microtraficante”
Mientras el Gobierno habla de regular la dosis personal, el movimiento que busca la “liberación” de la marihuana anuncia una estrategia integral de pedagogía para cooperar en la formulación de políticas sobre sustancias psicoactivas.
Felipe García Altamar / fgarcia@elespectador.com / @FelipeAltamar
El activismo cannábico en Colombia nació en la década de los 70, en medio de un acelerado aumento de los cultivos de la planta. Fue en Medellín, después de un festival hippie, que se gestaron los primeros grupos que defendían el uso de la marihuana. Luego, en 2007, la capital antioqueña acogió la primera marcha en pro del cannabis. A partir de allí se empezó a tejer una red de colectivos que hoy conforman un movimiento con una misión clara: hacer pedagogía sobre la marihuana y así erradicar el imaginario de que sólo es una sustancia que se fuma ilegalmente.
El propósito del Movimiento Cannábico Colombiano (MCC), que en octubre realizará una gira por 15 ciudades del país para dar inicio a sus estrategias de comunicación, riñe con las tesis del nuevo Gobierno, en cabeza de Iván Duque, quien ya anunció su política respecto a la dosis personal. “Vamos a expedir un decreto para autorizar a la Policía a que confisque cualquier dosis de droga que se encuentre en las calles”, dijo hace unos días el mandatario. Es por esto que el jueves de la próxima semana, activistas cannábicos de Bogotá marcharán desde el Planetario hasta la Plaza de Bolívar, en otra controversial “fumatón”, como protesta por el anuncio, lo que marcará el primer encuentro entre los usuarios de la marihuana y el gobierno Duque.
Las anteriores fumatones han sido criticadas, pues muchos consideran que una procesión de personas fumando no es una forma de protesta. No obstante, esta actividad es sólo una de las que propone el movimiento entre sus tareas de pedagogía. William David Calderón, miembro de la junta directiva del MCC, afirma que será mediante talleres, proyectos y debates que contribuirán a que aumente la información sobre los miles de usos de la planta. “Iremos por el país dando información sobre la parte recreativa, medicinal, industrial, espiritual y psicoterapéutica del cannabis, y el sistema endocannabinoide que todos tenemos. También queremos tocar la parte socio-política, porque así podremos participar con más profesionalismo en diferentes escenarios y políticas públicas sobre el cannabis”.
¿Qué información espera aportar este movimiento a la sociedad? Según dicen, será en dos vías. “Queremos sensibilizar a las familias y a toda la sociedad, pero también a los usuarios, para que hagan una autorreflexión y entiendan que el uso excesivo tiene riesgos”, explica Calderón, y agrega que el objetivo es lograr la “liberación de la planta”, o legalización y eliminar el microtráfico mediante la promoción del autocultivo. “Esto es muy importante, porque así el usuario sabe cómo cultiva, cómo seca, cómo usa e interactúa con una planta que es muy importante para el desarrollo del ser. Además, así los usuarios dejarán de recurrir al narcotráfico, pues un usuario que autocultiva es uno menos en el mercado ilegal”.
En Bogotá, una ciudad que alberga 239.862 usuarios de cannabis, según un informe de 2016 de la Alcaldía y Naciones Unidas, se han incautado entre 2013 y 2018 casi 50 toneladas de marihuana, es decir, lo mismo que pesa un biarticulado de Transmilenio lleno. La preocupación de los usuarios frecuentes de la planta es que efectivamente cambie el control de la dosis personal, por lo que aumentarían las incautaciones y se fortalecería la estigmatización sobre el uso de la hierba. Así lo señala Eduardo Vélez, vocero del colectivo “Sí a la dosis personal”, quien considera que la política de prohibición e incautación no es la salida. “Lo que ha dicho el presidente contraría la reivindicación de la dosis mínima. Nos parece que es una guerra fracasada y una apuesta equivocada. Hay muchos elementos teóricos y jurídicos suficientes para controvertir eso y alertamos sobre los riesgos de esta posición”.
Marcela Fúquene, psicóloga y coordinadora de la mesa ética del MCC, se encarga de crear estrategias para mantener la convivencia entre usuarios y no usuarios cannábicos. Asegura que la prohibición evita dicha interacción, porque oculta la existencia del uso de la planta y al usuario como tal. Por eso cree que es necesario hablar abiertamente de estos temas, pues no hacerlo desencadena en el aumento de la ilegalidad y el consumo irresponsable. “Al único que favorece el prohibicionismo es al dealer (microtraficante). Al respecto tenemos un dicho: ‘Enséñale a tu hijo sobre drogas o un dealer le enseñará por ti’”.
Para Fúquene, desarrollar una cultura cannábica ordenada y consciente del uso que hace de la planta es el primer paso para su objetivo. El siguiente será sentarse con el Gobierno y pedirle que, antes de tomar cualquier decisión sobre la dosis personal, busquen otras estrategias de prevención. “No estamos pidiendo que nos abran la puerta mañana, pero sí que hagamos pilotos, que investiguemos, que se haga ciencia social con acompañamiento. En todos los gremios y estratos hay usuarios de cannabis: para estudiar, trabajar, reducir malestares físicos y emocionales. Queremos movilizar a las personas a una cultura diferente”.
En Bogotá actualmente sólo se adelantan tres estrategias de prevención. La Secretaría de Salud tiene un plan dirigido a los jóvenes de la ciudad, con el que acompaña, orienta y mitiga los riesgos por el uso de la hierba. No obstante, para el resto de la sociedad no hay acciones preventivas o informativas, lo que hace necesaria una propuesta integral que englobe todo lo relacionado con el cannabis y le dé a la sociedad elementos para discutir el uso y el abuso de esta sustancia.
“Estos programas generalmente tienen cortes prohibicionistas, por lo que ningún usuario los va a tomar. Pero si tienen en cuenta al usuario, se desarrollarán proyectos más acertados, efectivos y más coherentes con la realidad. Tenemos un equipo profesional que puede aportar a la construcción de una política de drogas más acertada. Llevamos seis décadas de prohibicionismo fracasado y no se ha podido llegar a un mundo sin marihuana, e indirectamente le da más poder al narcotráfico. Es necesario que empiecen a escuchar a los usuarios de cannabis”, concluye William Calderón, representante del MCC.
El activismo cannábico en Colombia nació en la década de los 70, en medio de un acelerado aumento de los cultivos de la planta. Fue en Medellín, después de un festival hippie, que se gestaron los primeros grupos que defendían el uso de la marihuana. Luego, en 2007, la capital antioqueña acogió la primera marcha en pro del cannabis. A partir de allí se empezó a tejer una red de colectivos que hoy conforman un movimiento con una misión clara: hacer pedagogía sobre la marihuana y así erradicar el imaginario de que sólo es una sustancia que se fuma ilegalmente.
El propósito del Movimiento Cannábico Colombiano (MCC), que en octubre realizará una gira por 15 ciudades del país para dar inicio a sus estrategias de comunicación, riñe con las tesis del nuevo Gobierno, en cabeza de Iván Duque, quien ya anunció su política respecto a la dosis personal. “Vamos a expedir un decreto para autorizar a la Policía a que confisque cualquier dosis de droga que se encuentre en las calles”, dijo hace unos días el mandatario. Es por esto que el jueves de la próxima semana, activistas cannábicos de Bogotá marcharán desde el Planetario hasta la Plaza de Bolívar, en otra controversial “fumatón”, como protesta por el anuncio, lo que marcará el primer encuentro entre los usuarios de la marihuana y el gobierno Duque.
Las anteriores fumatones han sido criticadas, pues muchos consideran que una procesión de personas fumando no es una forma de protesta. No obstante, esta actividad es sólo una de las que propone el movimiento entre sus tareas de pedagogía. William David Calderón, miembro de la junta directiva del MCC, afirma que será mediante talleres, proyectos y debates que contribuirán a que aumente la información sobre los miles de usos de la planta. “Iremos por el país dando información sobre la parte recreativa, medicinal, industrial, espiritual y psicoterapéutica del cannabis, y el sistema endocannabinoide que todos tenemos. También queremos tocar la parte socio-política, porque así podremos participar con más profesionalismo en diferentes escenarios y políticas públicas sobre el cannabis”.
¿Qué información espera aportar este movimiento a la sociedad? Según dicen, será en dos vías. “Queremos sensibilizar a las familias y a toda la sociedad, pero también a los usuarios, para que hagan una autorreflexión y entiendan que el uso excesivo tiene riesgos”, explica Calderón, y agrega que el objetivo es lograr la “liberación de la planta”, o legalización y eliminar el microtráfico mediante la promoción del autocultivo. “Esto es muy importante, porque así el usuario sabe cómo cultiva, cómo seca, cómo usa e interactúa con una planta que es muy importante para el desarrollo del ser. Además, así los usuarios dejarán de recurrir al narcotráfico, pues un usuario que autocultiva es uno menos en el mercado ilegal”.
En Bogotá, una ciudad que alberga 239.862 usuarios de cannabis, según un informe de 2016 de la Alcaldía y Naciones Unidas, se han incautado entre 2013 y 2018 casi 50 toneladas de marihuana, es decir, lo mismo que pesa un biarticulado de Transmilenio lleno. La preocupación de los usuarios frecuentes de la planta es que efectivamente cambie el control de la dosis personal, por lo que aumentarían las incautaciones y se fortalecería la estigmatización sobre el uso de la hierba. Así lo señala Eduardo Vélez, vocero del colectivo “Sí a la dosis personal”, quien considera que la política de prohibición e incautación no es la salida. “Lo que ha dicho el presidente contraría la reivindicación de la dosis mínima. Nos parece que es una guerra fracasada y una apuesta equivocada. Hay muchos elementos teóricos y jurídicos suficientes para controvertir eso y alertamos sobre los riesgos de esta posición”.
Marcela Fúquene, psicóloga y coordinadora de la mesa ética del MCC, se encarga de crear estrategias para mantener la convivencia entre usuarios y no usuarios cannábicos. Asegura que la prohibición evita dicha interacción, porque oculta la existencia del uso de la planta y al usuario como tal. Por eso cree que es necesario hablar abiertamente de estos temas, pues no hacerlo desencadena en el aumento de la ilegalidad y el consumo irresponsable. “Al único que favorece el prohibicionismo es al dealer (microtraficante). Al respecto tenemos un dicho: ‘Enséñale a tu hijo sobre drogas o un dealer le enseñará por ti’”.
Para Fúquene, desarrollar una cultura cannábica ordenada y consciente del uso que hace de la planta es el primer paso para su objetivo. El siguiente será sentarse con el Gobierno y pedirle que, antes de tomar cualquier decisión sobre la dosis personal, busquen otras estrategias de prevención. “No estamos pidiendo que nos abran la puerta mañana, pero sí que hagamos pilotos, que investiguemos, que se haga ciencia social con acompañamiento. En todos los gremios y estratos hay usuarios de cannabis: para estudiar, trabajar, reducir malestares físicos y emocionales. Queremos movilizar a las personas a una cultura diferente”.
En Bogotá actualmente sólo se adelantan tres estrategias de prevención. La Secretaría de Salud tiene un plan dirigido a los jóvenes de la ciudad, con el que acompaña, orienta y mitiga los riesgos por el uso de la hierba. No obstante, para el resto de la sociedad no hay acciones preventivas o informativas, lo que hace necesaria una propuesta integral que englobe todo lo relacionado con el cannabis y le dé a la sociedad elementos para discutir el uso y el abuso de esta sustancia.
“Estos programas generalmente tienen cortes prohibicionistas, por lo que ningún usuario los va a tomar. Pero si tienen en cuenta al usuario, se desarrollarán proyectos más acertados, efectivos y más coherentes con la realidad. Tenemos un equipo profesional que puede aportar a la construcción de una política de drogas más acertada. Llevamos seis décadas de prohibicionismo fracasado y no se ha podido llegar a un mundo sin marihuana, e indirectamente le da más poder al narcotráfico. Es necesario que empiecen a escuchar a los usuarios de cannabis”, concluye William Calderón, representante del MCC.