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Es viernes. Son las 4:00 de la mañana y en el municipio de Miraflores (Boyacá) Teresa Moreno toma su primer café del día, antes de recoger su cosecha y empezar el viaje para recolectar los alimentos que producen 57 mujeres que forman parte de la Asociación de Campesinas Ecohortalizas, creada hace 15 años. Su tarea consiste en alquilar un camión con refrigeración, por el que paga entre $500.000 y $600.000, en el que debe hacer diferentes paradas en las poblaciones de Miraflores y Zetaquirá (donde la Asociación tiene otras parcelas), antes de llevarlos a Bogotá.
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Casi a la misma hora, pero en el municipio de Cota (Cundinamarca), Óscar Segura, de 36 años, hace lo propio. Luego de tomar su baño, sale a recoger los frutos de las dos huertas que tiene en su casa. En una cultiva espinacas y cilantro, y en la otra, lechuga, uchuva, cebolla de rama, entre otras hortalizas. Mientras aclara el día, alista todos los productos para llevar los pedidos que le hacen los clientes que tiene en Bogotá. Si el pedido es pequeño, viaja en buseta y luego en Transmilenio. Si el mercado es grande, no le queda otra opción que contratar un carro pequeño en su pueblo para cumplir con la entrega. Su viaje no tarda más de una hora.
Al final de la tarde, Segura, quien forma parte de la comunidad indígena muisca de Cota, ya está de vuelta en su casa. Allí lo espera su esposa con media tonelada de alimentos que deben cortar, lavar y empacar, para tenerlos listos para la jornada del sábado. A las 10 de la noche terminan su labor y se van a descansar.
Por su parte, Moreno a esa hora sigue en carretera, porque a pesar de que Miraflores (Boyacá) queda a seis horas de Bogotá, las constantes paradas hacen que el recorrido sea más largo. Tras 14 horas de viaje, a las 2:00 a.m. del sábado, llega con 700 kilos de alimentos a la capital.
Este sábado fue especial. Segura y Moreno llegaron desde las 5:00 de la mañana para vender todos sus productos en la Plaza de los Artesanos de Bogotá, donde reinició desde este fin de semana el tradicional mercado campesino, que se realiza en la ciudad desde 2004. Ellos son apenas una muestra de los 34 cultivadores de alimentos que, a pesar de los esfuerzos y la distancia, logran transportar sus productos del campo a la capital.
Sus rutinas, que las habían suspendido desde diciembre del año pasado, ahora la repetirán los próximos fines semanas mientras permanezca activa la iniciativa, que lleva 14 años en Bogotá y que busca fomentar el comercio de alimentos orgánicos, sin intermediarios, entre los productores y los consumidores.
En esta nueva versión de los mercados campesinos los ciudadanos podrán encontrar arándanos, espárragos y guisante, también conocido como arveja china, así como otra gran variedad de frutas, verduras y alimentos procesados, de muy buena calidad, los cuales son inspeccionados constantemente por la Secretaría de Salud del Distrito, para garantizar su calidad.
“Nuestros productos son totalmente orgánicos, desde el sembrado hasta la poscosecha. Acá lavamos los alimentos con agua pura, además no utilizamos insecticidas, sino que rodeamos el cultivo con matas aromáticas para repeler las plagas. Es un trabajo que hacemos con el corazón y por eso resaltamos que tiene una calidad garantizada”, dice Moreno.
Sobre el trabajo en su cultivo, Segura indica que los conocimientos que ha heredado de sus padres han sido primordiales para garantizar la calidad. Ellos le enseñaron el respeto por la tierra, que se ve reflejado en el producto final. Esto se nota al entrar a la huerta que tiene fuera de su casa, parcelada con palos de madera y cubierta por un techo blanco. Allí se encuentran unos sembrados distribuidos en formas circulares, que rompen el esquema habitual de las hileras de plantas arraigadas a la tierra. “Nuestros cultivos son sembramos en círculos, como en forma de mandalas, porque la tierra es energía y lo hacemos con el fin de darle el valor que merece. A diferencia de las grandes superficies, que echan químicos, nosotros producimos nuestros propios abonos”.
En la otra huerta, terreno que le arrendó a una vecina, las filas de espinacas y cilantro a veces son reemplazadas por otro tipo de hortalizas, con el fin de cuidar el suelo y no perder su fertilidad. “Acá mandamos a arar la tierra con una tractomula, luego se reabona con compós, se riega la semilla y se tapa con azadón. Todo es manual”, agregó el cultivador.
En la plaza
No es la primera vez que Segura y Moreno participan de los mercados campesinos. Saben que las jornadas terminan a las 4:00 de la tarde y, en el caso de la cultivadora boyacense, en un buen día puede vender más de $1 millón. Eso sí, aclara que la ganancia real es muy poca para ella y sus compañeras de la Asociación, pues de ahí debe cubrir el transporte, su hospedaje y su alimentación. “Hemos ido a veces contra viento y marea e incluso con pérdidas, pero aquí seguimos firmes, porque nos han dado una oportunidad”.
Por su parte, Segura, con una expresión de gratitud en su rostro indica: “Vivimos muy agradecidos con estos espacios porque vendemos directamente a los consumidores y uno ahí sí ve la retribución monetaria, sale mucho más rentable. Además uno ve la satisfacción de la gente, al probar el producto”.
Sobre el fortalecimiento de los mercados campesinos, Juan Miguel Durán Prieto, secretario distrital de Desarrollo Económico, señaló que en el último año se han venido realizando alianzas entre las gobernaciones de Cundinamarca y de Boyacá, y la Agencia de Desarrollo Rural para invitar a más productores. Agregó que para este año la meta es incentivar la exportación de varios de los productos que se venden en estos espacios. “La ruta de exportación permitirá que los productores bogotanos encuentren mercados nacionales o internacionales. Esto es novedoso, ya que estamos buscando incrementar la presencia de los mercados campesinos en otros lugares”, anunció Durán.
La Plaza de los Artesanos no será el único espacio que tendrán los cultivadores de la región. El proyecto de apoyo a los campesinos incluirá a partir de finales de febrero la habilitación de mercados itinerantes, iniciativa que comenzó el año pasado y que continuará en 2018, cada quince días. Los primeros mercados de este año se realizarán en los parques de Alcalá y la plazoleta de la calle 85, donde esperan contar con 40 productores de la ciudad y de la región central, entre los que estarán víctimas del conflicto armado.
“La intención es llevar estos alimentos a sitios donde no hay plazas de mercado o donde hay muy pocas posibilidades de que las personas puedan acceder a ellos”, agregó el Durán Prieto. El funcionario comentó, además, que los mercados van acompañados de una serie de servicios como baños públicos, parqueaderos gratuitos y formación en manejo de alimentos y cultivo. El cuidado con el que se organiza la feria se nota en los puntos de venta, que son otorgados gratuitamente a los campesinos, a quienes se les recomienda usar tapabocas y delantal. Adicionalmente, señala que se han abierto espacios para ruedas de negocios, donde pueden crear nuevos clientes, como restaurantes, pequeños negocios u hogares distribuidos por la ciudad.
“En los mercados campesinos no sólo participan productores de Cundinamarca, Boyacá, Tolima y Meta, sino también vecinos de la ruralidad de Bogotá, como Sumapaz, Ciudad Bolívar, Usme, Chapinero y todas las zonas donde tenemos campesinos”, agregó Durán.
Así pues, a pesar de que en Bogotá existen 19 plazas de mercado y de que el 82 % de los alimentos que ingresan a la capital vienen de la región central, según un informe de la SDDE, los campesinos locales y aledaños buscan con sitios de este tipo abrirse paso en el mercado nacional, con productos de alta calidad, que quieren llevarle a la mano al consumidor final.
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