“Amenities”: ¿cómo influyen en la compra de vivienda en Bogota?
Para gremios y empresas del sector inmobiliario, las zonas compartidas cobraron protagonismo en la pandemia. No obstante, algunos compradores las cuestionan porque piensan que elevan los costos de administración.
Diego Ojeda
En Bogotá, 2021 ha sido el año de la venta de viviendas. Datos del gremio de la construcción muestran que hasta agosto se habían vendido 33.200 unidades, lo que se traduce en un incremento del 36,9 % comparado con 2020 y del 55,8 %, con 2019. Pero, como en cualquier escenario comercial, las constructoras han tenido que ser creativas para diferenciarse de sus competidores y convencer a los compradores.
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En Bogotá, 2021 ha sido el año de la venta de viviendas. Datos del gremio de la construcción muestran que hasta agosto se habían vendido 33.200 unidades, lo que se traduce en un incremento del 36,9 % comparado con 2020 y del 55,8 %, con 2019. Pero, como en cualquier escenario comercial, las constructoras han tenido que ser creativas para diferenciarse de sus competidores y convencer a los compradores.
Un reciente estudio de Camacol Bogotá - Cundinamarca revela que el precio y la ubicación siguen siendo aspectos determinantes cuando una persona decide invertir en vivienda. No obstante, hay otros aspectos que influyen con protagonismo, como los amenities o zonas compartidas.
En entrevista con El Espectador, Daniel Quintero, business unit manager de Properati, explicó que en su plataforma figura que las zonas comunes más apetecidas por los bogotanos, al elegir un conjunto residencial, son el gimnasio, las zonas BBQ, el salón comunal, el lobby, las terrazas, las salas de juegos y las piscinas.
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“Hay uno que está registrando especial demanda, por la pandemia, y son las áreas de coworking. “Las constructoras están entendiendo que el teletrabajo vino para quedarse”, detalló el directivo.
Pero hay otros amenities que no son tan populares, pero comienzan a posicionarse. Ejemplo de esto son los bares (que se están ubicando en las terrazas de los edificios), así como zonas pet friendly (para mascotas) y hasta salas de cine. “Los nuevos espacios compartidos están revolucionando la forma en la que vemos nuestros hogares”, explica.
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Para Quintero, las zonas compartidas están cobrando tal protagonismo que, incluso, se han registrado casos en los que las familias han desistido de compra al ver que el proyecto no incluye una zona pet friendly. Un análisis rápido lo lleva a concluir que lo que están buscando los compradores con estos servicios es satisfacer la necesidad de tener una sensación de seguridad, además de garantías para hacer vida social y hasta ganar estatus.
Por su parte, María Alejandra Gutiérrez, gerente comercial de la inmobiliaria Bienco, señala que el interés de los compradores está en mejorar su calidad de vida, al tener en su conjunto residencial servicios por los que antes tenían que movilizarse y espacios que les permiten salir de sus rutinas.
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Otra de las ganancias que tendrían estos espacios es que ayudarían a cumplir una de las apuestas de la administración de Claudia López, que es hacer de Bogotá una ciudad de los treinta minutos; es decir, que a una persona no le tome más de media hora movilizarse hasta su punto de destino.
Compradores, vendedores y demás protagonistas en el mercado inmobiliario coinciden en que las zonas compartidas redundan en diversos beneficios. Sin embargo, hay que tener en cuenta varias cosas para no graduarlos como la panacea de las viviendas.
Los peros de las zonas comunes
Como su nombre lo indica, el punto negativo de estas zonas es que son comunes. Informar a una persona que el apartamento que comprará incluye servicio de piscina puede deslumbrar a cualquiera, cuando en realidad tendrá que compartir ese espacio con otras familias y que, para acceder a él, se tendrá que agendar con la administración, en lapsos que pueden tardar semanas.
¿Son entonces una promesa ilusoria? Según Quintero, no es así, pues aunque reconoce que muchas veces las reservaciones no se dan de un día para otro, los tiempos de espera no suelen ser tan prolongados, situación que se mitigaría cada vez más, cuando la pandemia comience a ser cosa del pasado.
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También está el pero de los costos de administración, pues no es equivocado pensar que tantos servicios y comodidades pueden elevar los gastos, pues se necesita dinero para mantener, administrar y cuidar estos espacios.
Según Camacol, los futuros compradores tienen el derecho a saber el aproximado que tendrá el costo de la administración cuanto cotice el inmueble, información que debe ser suministrada por los agentes de ventas de las constructoras. Así que, al ver tantas zonas comunes, es imperativo preguntar cómo impacta eso en costos.
No obstante, la mayoría de expertos concuerdan en que el valor de la administración normalmente coincide con la cantidad de apartamentos de un conjunto, llegando al punto en que su impacto económico es casi que despreciable, pues la norma indica que, cuanto más espacios comunes se ofrezcan, más apartamentos debe haber para mitigar el costo que tendrá en la economía de los hogares. También es una realidad que cuando se entregan las viviendas, la asamblea de copropietarios decide cómo manejar esas zonas.
Lo cierto es que Bogotá experimenta una transformación en cómo se ve la vivienda. Aunque algunos consideran que los espacios son pequeños (por el elevado costo del metro cuadrado), zonas como estas compensan un poco. Con el POT propuesto por Claudia López se ha avivado el debate de qué se considera una vivienda digna, discusión que saca a flote las deudas históricas que hay con la ciudad en este aspecto.