Banco de Alimentos de Bogotá cumple 20 años dando pan al hambriento
El Banco de Alimentos de Bogotá celebra dos décadas de llevar alimentos a los más vulnerables de la ciudad. Su director, Daniel Saldarriaga, habla de la misión que se hace en este país, en el que muchos tienen hambre, pero sobra la comida.
Diego Ojeda
“En Colombia nos acostumbramos a que los que pasan hambre son invisibles”, es la lectura de la sociedad que hace el padre Daniel Saldarriaga, pues desde su experiencia como director del Banco de Alimentos de Bogotá ha visto los dos extremos: las caras de aquellos que tienen el estómago vacío y las pilas de alimentos que se desechan.
La misión de la organización que representa (la cual es un tanto contra cultural, en medio de esta sociedad tan ensimismada que describe) es la de ser un puente que conecta los dos lados del abismo, es decir, recibir las donaciones de alimento (de personas y empresas que son consientes que sus “excedentes” pueden ser aprovechados por familias vulnerables) y llevarlas a los hambrientos. En ese ir y venir de esta logística humanitaria, el Banco de Alimentos de Bogotá cumple esta semana 20 años.
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Y es que según cifras citadas por el padre Saldarriaga, en el país cerca de 9,76 millones de toneladas de productos alimenticios se vuelven basura cada año, lo que para él y el Papa Francisco “es un crimen contra la realidad de los que no tienen qué comer, y contra nuestra casa común, donde el ecosistema está sufriendo por la generación de gases de efecto invernadero, cuando estos productos entran en procesos de descomposición”.
En 2020, en plena crisis económica generada por la pandemia, su organización vio un “milagro” al mover cerca de 30 millones de kilos de producto aportados por unas 14.000 personas que entendieron que podían contribuir en el alivio la pobreza, misma que, según el DANE, alcanzó al 40,1 % de los bogotanos, de los cuales el 13,3 % se consideraron como pobres monetarios extremos, es decir, personas para quienes los recursos económicos no son suficientes para cubrir necesidades como vivienda y alimentación (ni siquiera alcanzan a costear una dieta de por lo menos 2.100 calorías diarias). Esa es la realidad de 1,1 millones de personas en la capital.
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El año pasado ocurrió una especie de multiplicación de panes y peces, pues en los últimos años su organización estaba moviendo cerca de 14 millones de kilos de producto, por lo que 2020 significó un incremento del 114 %, lo cual fue comida suficiente para beneficiar a cerca 1,5 millones de personas, no solo en Bogotá, sino también en San Andrés, los llanos orientales, San José del Guaviare, Caquetá y Mitú.
De los miles de aportantes, quienes en mayor o menor medida compartieron de su pan, se destacan Colpatria, Bavaria, Quala, Banco Finandina, Pollos Mil UC y Grupo Éxito.
“De la Corporación de Abastos de Bogotá recibimos cerca de 4 millones de kilos de producto, los cuales fueron aportados por unos 1.000 donantes. Con ellos tenemos un lema y es ‘menos comida en los contenedores y más en los comedores’”, asegura.
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Pero en quienes apoyan la misión del Banco de Alimentos de Bogotá no solo se encuentran grandes organizaciones, sino también personas de la vida cotidiana que dan sus “kilitos de amor”.
Los interesados en sumarse a esta red de colaboradores lo pueden hacer de varias formas. La primera es donando recursos económicos mediante la página web www.bancodealimentos.org.co; la segunda es aportando sus productos (sobre todo si la persona tiene una finca, es industrial o comercializa alimentos) también por el mismo portal ; o sirviendo como voluntario y aportando sus conocimientos y demás ayudas a la organización, como lo es “contar el cuento para que más personas conozcan el banco y se puedan sumar”.
Para este año la meta es entregar 20 millones de kilos de alimento, indicador que, de alcanzarse, seguirá superando los niveles de entrega que se registraban en un año promedio antes de la pandemia. Sin embargo, el padre Saldarriaga es consciente que la cifra puede ser mayor, y que la pandemia demostró que sí podemos ser generosos y ayudar a mitigar el hambre en el país. Su deseo es que ese impulso no se pierda y que esa misión contracultural, la de la generosidad, contagie a más colombianos entendiendo que, como dice Jesús, “es más bienaventurado dar que recibir”.
“En Colombia nos acostumbramos a que los que pasan hambre son invisibles”, es la lectura de la sociedad que hace el padre Daniel Saldarriaga, pues desde su experiencia como director del Banco de Alimentos de Bogotá ha visto los dos extremos: las caras de aquellos que tienen el estómago vacío y las pilas de alimentos que se desechan.
La misión de la organización que representa (la cual es un tanto contra cultural, en medio de esta sociedad tan ensimismada que describe) es la de ser un puente que conecta los dos lados del abismo, es decir, recibir las donaciones de alimento (de personas y empresas que son consientes que sus “excedentes” pueden ser aprovechados por familias vulnerables) y llevarlas a los hambrientos. En ese ir y venir de esta logística humanitaria, el Banco de Alimentos de Bogotá cumple esta semana 20 años.
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Y es que según cifras citadas por el padre Saldarriaga, en el país cerca de 9,76 millones de toneladas de productos alimenticios se vuelven basura cada año, lo que para él y el Papa Francisco “es un crimen contra la realidad de los que no tienen qué comer, y contra nuestra casa común, donde el ecosistema está sufriendo por la generación de gases de efecto invernadero, cuando estos productos entran en procesos de descomposición”.
En 2020, en plena crisis económica generada por la pandemia, su organización vio un “milagro” al mover cerca de 30 millones de kilos de producto aportados por unas 14.000 personas que entendieron que podían contribuir en el alivio la pobreza, misma que, según el DANE, alcanzó al 40,1 % de los bogotanos, de los cuales el 13,3 % se consideraron como pobres monetarios extremos, es decir, personas para quienes los recursos económicos no son suficientes para cubrir necesidades como vivienda y alimentación (ni siquiera alcanzan a costear una dieta de por lo menos 2.100 calorías diarias). Esa es la realidad de 1,1 millones de personas en la capital.
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De los miles de aportantes, quienes en mayor o menor medida compartieron de su pan, se destacan Colpatria, Bavaria, Quala, Banco Finandina, Pollos Mil UC y Grupo Éxito.
“De la Corporación de Abastos de Bogotá recibimos cerca de 4 millones de kilos de producto, los cuales fueron aportados por unos 1.000 donantes. Con ellos tenemos un lema y es ‘menos comida en los contenedores y más en los comedores’”, asegura.
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Pero en quienes apoyan la misión del Banco de Alimentos de Bogotá no solo se encuentran grandes organizaciones, sino también personas de la vida cotidiana que dan sus “kilitos de amor”.
Los interesados en sumarse a esta red de colaboradores lo pueden hacer de varias formas. La primera es donando recursos económicos mediante la página web www.bancodealimentos.org.co; la segunda es aportando sus productos (sobre todo si la persona tiene una finca, es industrial o comercializa alimentos) también por el mismo portal ; o sirviendo como voluntario y aportando sus conocimientos y demás ayudas a la organización, como lo es “contar el cuento para que más personas conozcan el banco y se puedan sumar”.
Para este año la meta es entregar 20 millones de kilos de alimento, indicador que, de alcanzarse, seguirá superando los niveles de entrega que se registraban en un año promedio antes de la pandemia. Sin embargo, el padre Saldarriaga es consciente que la cifra puede ser mayor, y que la pandemia demostró que sí podemos ser generosos y ayudar a mitigar el hambre en el país. Su deseo es que ese impulso no se pierda y que esa misión contracultural, la de la generosidad, contagie a más colombianos entendiendo que, como dice Jesús, “es más bienaventurado dar que recibir”.