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Biofilia: baños de bosque para mejorar la salud

Quienes visiten una reserva forestal en La Vega (Cundinamarca) podrán reducir complicaciones médicas y niveles de estrés al entrar en contacto con la naturaleza. Se trata de una terapia complementaria que disminuye los niveles de cortisol.

Cristian Camilo Perico Mariño
12 de junio de 2022 - 02:00 a. m.
Germán Galindo recorriendo los 10 km de sendero de la reserva. /  Jose Vargas
Germán Galindo recorriendo los 10 km de sendero de la reserva. / Jose Vargas
Foto: JOSE VARGAS ESGUERRA; El... - JOSE VARGAS ESGUERRA
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A 86 kilómetros de Bogotá, en la Reserva Natural Paraíso Andino, ubicada en el kilómetro 12 de la vía La Vega-Sasaima, hay un proyecto que le apuesta a la biofilia, efecto terapéutico de la naturaleza para reducir complicaciones ocasionadas por ciertas patologías y, de manera paralela, disminuir los niveles de estrés.

Este proyecto, innovador en la región, surgió de la iniciativa de una pareja apasionada por el medio ambiente, compuesta por un zootecnista y una licenciada en gestión ambiental, quienes se propusieron en 2008 restaurar una zona forestal en la parte inferior de la cordillera de los Andes.

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“Cuando empezamos, logramos adquirir 14 hectáreas. Ahora tenemos 23, lo que sería algo así como 32 fanegadas, destinadas a la preservación de la fauna y flora. En su momento era una idea poco convencional. Sin embargo, somos conscientes del impacto positivo que hemos generado a nivel ambiental con el cuidado de estos bosques”, afirma Germán Galindo, uno de los fundadores de la reserva y quien en compañía de su esposa y sus dos hijos se ha convertido en guardián de más de 140 especies, entre animales y plantas, en vía de extinción.

Dentro de los servicios que ofrecen a sus visitantes está el avistamiento de aves, senderismo, hospedaje en glamping y lo que han llamado “baños de bosque”. Se trata de terapias naturistas que le apuntan a entrar en contacto con la naturaleza para recibir moléculas de terpenos, compuestos orgánicos de las plantas que interactúan con los receptores celulares y neuronales del cuerpo y permiten la reducción del cortisol, denominada como la hormona del estrés.

Aspecto que es razonable según el estudio “Biofilia: ¿el contacto visual con la naturaleza impacta en la salud y el bienestar?”, publicado por los investigadores Bjørn Grinde, del Instituto Noruego de Salud Pública, y Grete Grindal Patil, del Departamento de Ciencias Vegetales y Ambientales de la Universidad Noruega de Ciencias de la Vida.

“Teniendo en cuenta toda la evidencia revisada, la idea de que interactuar con la naturaleza puede ofrecer efectos positivos sobre la salud y el bienestar parece estar razonablemente bien fundamentada. Por lo tanto, la hipótesis de la biofilia tiene mérito. La evidencia incluye estudios sobre actividades al aire libre, uso terapéutico de la naturaleza, tener una vista de la misma (ya sea naturaleza real o en imágenes) y agregar plantas a los ambientes interiores”, se lee en su artículo publicado en la revista International Journal Of Environmental Research And Public Health.

El tratamiento que ofrecen, tanto Galindo como su familia en esta reserva forestal, se divide en varias fases que buscan, con la supervisión de un equipo interdisciplinario, lograr lo que definen como “una experiencia auténtica de conexión con la naturaleza”. En un primer momento, se brinda un taller que desarrolla las implicaciones del estrés en la salud humana y las repercusiones que se tienen al hacerlo parte de la cotidianidad.

Vivir con estrés se ha vuelto costumbre, y muchas veces no se dimensiona cómo el cuerpo somatiza el nerviosismo y la angustia en la que solemos estar inmersos en los entornos laborales y citadinos en general”, resalta este gestor ambiental, quien desde 1993 ha trabajado por la defensa de los cuerpos de agua, como el humedal La Conejera, ubicado en la localidad de Suba, en Bogotá. Gracias a esta labor fue reconocido en 1998 con el Premio Nacional Enrique Pérez Arbeláez y en 1999, con el Premio Nacional de Ecología Planeta Azul.

En un segundo componente se mencionan las aperturas energéticas que se logran al transitar en medio del bosque. Según estudios japoneses, del doctor Qing Li, de la Escuela de Medicina de Tokio, “la química del bosque fortalece el sistema inmunológico, logrando un aumento en las células Killer -grupos de linfocitos que pertenecen al sistema inmune innato y forman parte de la primera línea de defensa frente a un amplio rango de patógenos-”.

De ahí, se le apunta a la estimulación de los sentidos y a la ejecución de ejercicios de relajación, que permitan aquietar la mente; asumir con conciencia el proceso de respiración, y lograr de esta manera un mayor efecto de las moléculas de terpenos, para el beneficio del sistema inmunológico.

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“Hacemos actividades como estimular el olfato, a través de las plantas aromáticas; tocarlas y sentir sus texturas naturales; escuchar los sonidos del bosque, y permitirnos imaginar a cada especie que está haciendo posible que vivamos ese momento. Esta inmersión directa con lo natural nos permite dejarnos arrullar por el bosque y tener un sosiego mental del agitado ritmo que se vive en las ciudades”, aseveran.

Cabe mencionar que esta práctica ya se aplica en países asiáticos como Japón, en donde es conocida como “Shinrin-Yoku”, una recomendación que fue realizada por el Ministerio de Agricultura japonés, a principios de 1980, con la intención de animar a su población a tomar paseos por los bosques para la mejora de su salud física y mental.

El término “biofilia”, que proviene del latín “bio”, que significa vivo, y “philia”, que es un tipo de amor fraternal, fue utilizado por primera vez en 1973 por el psicólogo y filósofo Erich Fromm, para referirse a “la atracción por la vida”.

Sin embargo, fue atribuido al entomólogo y biólogo estadounidense Edward O. Wilson, conocido por su trabajo en evolución y sociobiología, luego de que publicara en 1984 el libro ‘Biofilia: el amor a la naturaleza o aquello que nos hace humanos’, en el que el autor resalta la relevancia que tuvo la naturaleza en el proceso evolutivo y la disposición de los seres humanos para volver a ella.

La apuesta por la restauración de especies

En los 14 años que lleva la reserva forestal han retornado, según sus fundadores, más de 132 especies de aves, como el tucancito culirrojo, el carpinterito oliváceo y el inca negro, que integran la lista de aves endémicas, casi endémicas y de migración boreal. Motivo por el cual ya se tienen conversaciones con la Asociación Bogotana de Ornitología, para la realización de una alianza estratégica que permita el estudio y cuidado de estas aves.

No obstante, de manera adicional, se ha identificado la presencia de más de 10 tipos de mamíferos, entre ellos osos meleros, armadillos, osos perezosos de dos garras, guatines, zorros, zarigüeyas, puercoespines, murciélagos y hasta el posible avistamiento de un mico, que solo ha sido visto en dos ocasiones.

De igual manera, se tiene un inventario de más de 25 anfibios presentes en las 23 hectáreas propias de este bosque subandino nativo. Se encuentran diferentes clases de sapos, lagartijas, serpientes y ranas, de las cuales tres especies están en proceso de corroboración genética, para determinar si se trata de animales no identificados a la fecha y que, en caso de ser avalado por los expertos, serían dos especies endémicas de Cundinamarca y una de Colombia.

No obstante, la apuesta de la Reserva Natural Paraíso Andino no apunta únicamente a la fauna. Sus propietarios se han planteado la misión de sembrar árboles maderables, que se encuentran en la lista roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que actualiza en Colombia el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt.

“Nos hemos planteado como objetivo tomar ese libro rojo y convertirlo en uno verde y vivo, que puedan encontrar en este espacio. Eso ha implicado un esfuerzo, tanto económico como en otros aspectos, para conseguir las semillas. De esa manera hemos sembrado árboles de todo tipo en las 32 fanegadas, como diferentes tipos de cedros, especies como el comino crespo, magnolio yarumal y plantas tropicales como las heliconias”, comparten.

Iniciativa que, en conjunto, se hizo ganadora -en abril de este año- del Premio Nacional de Ecología Planeta Azul, en la categoría de pequeñas y medianas empresas. “Esta iniciativa privada está orientada a contribuir a la conservación del agua, la biodiversidad y la generación de conciencia ambiental, para el cambio de actitud frente a la relación con la naturaleza y a la adaptación al cambio climático”, describieron desde el equipo de jurados de la edición número XV de este galardón.

De manera adicional a la estatuilla, los ganadores recibieron $40 millones que, según Galindo, serán invertidos en fortalecer el proyecto de etnobotánica que tienen en la reserva y con el cual pretenden identificar los potenciales usos que tienen las plantas.

Esto demuestra que la restauración de ecosistema de la biodiversidad de Colombia es la alternativa a la que se debe apuntar para que la nación se mantenga como el país con mayor número de orquídeas y mariposas; el segundo más rico en número de aves, plantas, anfibios, palmas, reptiles y peces dulceacuícolas; y el quinto más biodiverso en mamíferos.

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Cristian Camilo Perico Mariño

Por Cristian Camilo Perico Mariño

Comunicador social y periodista egresado de la Universidad de Manizales. Interesado en género y diversidad.@cristian_pericocperico@elespectador.com

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