Bogotá, ciudad de tejido cultural y de barrios más vivos que nunca
La Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, a través de Barrios Vivos, busca mejorar la cohesión social en el territorio. Música, pintura y cine son algunas propuestas apoyadas por los laboratorios de paz.
Cada barrio en Bogotá tiene una historia y una huella social que lo llena de vitalidad y lo convierte en un territorio vivo, con axiomas y sentimientos a flor de piel, más allá de los andenes y las calles de concreto. Aunque la planeación territorial es clave para revitalizar una ciudad y darle la frescura que merecen sus habitantes, el componente de entendimiento social, para escudriñar cada gota de creatividad, y la cosmovisión de los residentes son claves para repensar las dinámicas del territorio y buscar alternativas de paz.
El resultado de este raciocinio llevó a la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte a implementar la estrategia Barrios Vivos. Con este concepto, la entidad busca acercarse la ciudadanía, descubrir sus fortalezas artísticas y potenciarlas en cada localidad de Bogotá. De esta manera, la inicativa se proyecta como un ejercicio de observación y experimentación, pero, sobre todo, de escucha en la que el Distrito recorre las lindes de una urbe en expansión, para toparse en cada barrio y en cada callejón con la diversidad multicultural inherente a la capital.
Así las cosas, en la ejecución de la estrategia, la Secretaría puso en marcha los primeros 13 laboratorios de transformación cultural en los barrios Egipto, La Gaitana, La Esmeralda, Galerías, Molinos, Usaquén, Restrepo, Nuevo Porvenir y Samper Mendoza, a los que se suman cuatro, en el marco del convenio con Transmilenio “En TransMi Pasan Cosas Buenas”, a través del cual se han priorizado las estaciones Polo, Museo Nacional, San Victorino y Distrito Grafiti.
Santiago Trujillo, secretario de Cultura, destaca que todo converge en una apuesta de construcción de paz. “Esto es poder hablar en la diferencia y construir un hito barrial, que congregue a los distintos personajes, agendas y procesos de la comunidad en una gran apuesta”. De este modo, y con un enfoque vanguardista y diferencial, el programa apunta a cambios comportamentales y estructurales, en los cuales la cultura y la agenda de los involucrados son los principales catalizadores de la transformación.
La metodología para materializar y sacarle todo el provecho a la estrategia incluye varios pasos. En primer lugar, resultó necesaria una caracterización de los territorios. De ahí, con base en la evidencia, se delimitaron 17 Barrios Vivos, para implementar 13 Laboratorios de Transformación, con 1.444 personas involucradas. Una vez en el territorio, el reto crece y se hace más enriquecedor.
Entrar al barrio y encontrarse con toda una mina de expresiones artísticas remite a la identificación e interacción con diversos actores, entre los que se encuentran no solo los artistas, sino también líderes sociales. Barrios Vivos se apalanca en estas personalizadades y complementa su poder de convocatoria con actividades y reuniones para aglutinar los talentos.
Entonces, comienzan la magia y el arte de conversar. El intercambio de ideas con la base social que participa en el proyecto está produciendo, además de la concertación en materia de espacios y horarios, un profundo entendimiento sobre las dinámicas barriales de la ciudad. Cada cabeza es un mundo y cada propuesta creativa de la comunidad se alinea con un universo de ideas y valores compatibles con la paz, la apropiación del territorio y la fraternidad.
Por supuesto, una cohesión semejante no se logra de manera sencilla, por lo cual esta estrategia ha propiciado el diálogo constante y propósitivo. Con cada reunión se avanza hacia un horizonte lo suficientemente laxo para dar rienda suelta a la arborescencia de las expresiones artísticas y una línea de acción organizada y capaz de ser sostenible en el largo plazo.
Gloria Patricia Zapata, coordinadora de transformaciones de la Secretaría de Cultura, comenta que ha sido fácil articular a los vecinos que participan en los laboratorios, gracias a las ganas que tienen de transformar la realidad de su barrio. Sin embargo, es enfática en que la iniciativa siempre será de la comunidad, por lo cual la Secretaría funge como un actor organizador y hasta mediador, pero no definidor.
Por lo tanto, la palabra “laboratorio” es la más apropiada para definir las acciones que conforman Barrios Vivos. En cuanto a los laboratorios, que son la base y el soporte del proyecto, son un conjunto de espacios dedicados a la experimentación artística. Dicho esto, el lector podrá apreciar a continuación algunas de las experiencias que crecen durante la ejecución de la estrategia.
El arte vive en Bogotá
Cada latido cultural en los barrios, que ha cobijado la iniciativa, es una señal inequívoca de la conexión entre el arte y el territorio. En los 13 laboratorios que acompaña la Secretaría se ha evidenciado un impulso profundo de la comunidad por traducir cada expresión artística en un eslabón más para conseguir la paz. Cada uno de ellos cuenta con diversidad de actores e involucrados que hacen aún más dinámica la actividad cultural en la capital. En pleno corazón de los cerros orientales, en el barrio Egipto, uno de los más antiguos de Bogotá, Cristian Rodríguez lidera uno de los ejercicios que hacen parte de los laboratorios de paz.
Junto a los más pequeños, Rodríguez y el equipo de la Secretaría impulsan actividades artísticas, de música y pintura, que convergen con la apropiación de espacios históricamente vulnerados por la violencia y la ausencia de participación ciudadana. Uno de los hitos más prominentes de este ejercicio, uno de los que más ha brillado por la voluntad de la comunidad y la capacidad de concertación, consistió en la recuperación de la plaza de mercado La Rumichaca.
Explica Rodríguez que este lugar fue el vestigio de una herida cultural de la que, a punta de arte y resiliencia, ha logrado recuperarse la comunidad. En su momento de esplendor, la plaza de mercado fungía como un punto estratégico de comercio e interacción social, que fue derrumbado hace unos años sin un proceso de participación ciudadana sólido. Pero ahora, la efusividad infantil y la explosión artística del laboratorio han logrado devolverle el brillo a la plaza de mercado.
En donde antes había escombros, hoy se ve a niños pintando; componiendo melodías sobre las faldas del montañoso Egipto, y hasta elevando cometa gracias al privilegiado paso de los vientos, que acarician los cerros casi todas las tardes capitalinas. Ahora Cristian y los demás participantes del taller trabajan en la elaboración de una marca territorial que no solo identifique al barrio, sino que lo despoje, simbólica y culturalmente, de un estigma de violencia que lo opactó por varias décadas. “Estamos construyendo una nueva historia para demostrar que Egipto es y será un barrio vivo”, explicó Cristían.
Al norte de la ciudad, la sístole cultural de los Barrios Vivos tampoco cesa. En Engativá y Usaquén los laboratorios experimentan con la fusión de la música y el territorio. Bogotá, bastión multicultural y diverso, es una comparsa por antonomasia, en la cual cada localidad suena y se ve diferente. En Usaquén, por ejemplo, los pitos suaves y tenues del saxofón moldean una escena del jazz, de la mano de participantes como Boris Tarta y su club de jazz vecinal, participantes activos del laboratorio. Cada fase experimental es una invitación para que los participantes de los talleres y demás actividades se acerquen a este ritmo y lo interioricen como parte de su cotidianidad.
Y mientras la melodía suena en Usaquén, los proyectores de cine brillan a todo esplendor en la localidad de Engativá. En el barrio Minuto de Dios, una movida cineasta prepara un documental autóctono, denominado Llamarada SAC. Esta sigla significa saberes, ambiente y cultura, y es una etiqueta de una historia contada por los habitantes y su necesidad de construir una historia paralela a la que todos conocen.
“En esta propuesta queremos demostrar en que los saberes ancestrales son una llamarada viva que vamos a transformar en un circuito artístico del Minuto de Dios. Entonces, esta llamarada, compuesta de saberes adultos y de nuevas llamas, dan cuenta de cómo fue el territorio y cómo es hoy. Pero también queremos demostrar cómo los nuevos habitantes del territorio somos parte de este proceso vital y artístico para la transición y el traspaso de saberes y cultura”, afirma Daniel Reales, uno de los promotores del proyecto forjado en el laboratorio.
Pero si el norte rebosa de cultura y saberes, el sur no se queda atrás. Entre montañas y sabanas, ligados inherentemente a su historia, barrios de Usme como Nuevo Porvenir y Compostela también participan activamente en el eco de vitalidad que emanan los Barrios Vivos.
En la perifería hay vida
Flor Hurtado y su grupo de danza autóctona del Pacífico traen lo mejor de esa región a la periferia capitalina. Vestidas con trajes de encaje blanco y falda naranja, convierten el asfalto en el mejor escenario. A cada paso, Hurtado convierte los kilómetros que la separan de su Cauca natal en una mera anécdota de la distancia. Con 24 años, ella llegó con su familia a Bogotá, desplazada desde Gaupi (Cauca) y, como muchos, arribó a esta montaña, en el corazón de Usme para construir un refugio contra la violencia.
Por el lado del Porvenir, en los laboratorios de paz, se teje una red de conciencia ambiental que lucha por un entorno barrial más limpio y habitable para todos. Allí, Ruth Arévalo, lideresa comunal, supervisa celosamente la elaboración de un mural, una de las aristas que se esperan del taller. Esta pieza artística, en la cual participa todo el talento creativo del barrio, fungirá como el tótem y traje de gala, un festival en donde convivan la cultura ambiental y artística. Aquí, todas las disposiciones de creaciones esperan cambiar la forma de pensar de todos los residentes y fomentar una conexión con el territorio y las buenas costumbres ecosistémicas.
Bogotá continúa latiendo y circulando a través de la vida en sus barrios. Cada taller, como si de un órgano se tratara, engalana de arte y sabiduría cada milímetro de vida que expele una nueva ciudad. Porque ante todo, allende la resolución de conflictos y problemáticas sociales, Barrios Vivos busca demostrar que la urbe, a la cual llegan y están bienvenidos todos los habitantes del país, está más vivaz y vigorosa que nunca. Respirando por la creatividad de sus habitantes, y asistiendo, cada vez más rejuvenecida, al clamor de la modernidad y de mejores tiempos.
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Cada barrio en Bogotá tiene una historia y una huella social que lo llena de vitalidad y lo convierte en un territorio vivo, con axiomas y sentimientos a flor de piel, más allá de los andenes y las calles de concreto. Aunque la planeación territorial es clave para revitalizar una ciudad y darle la frescura que merecen sus habitantes, el componente de entendimiento social, para escudriñar cada gota de creatividad, y la cosmovisión de los residentes son claves para repensar las dinámicas del territorio y buscar alternativas de paz.
El resultado de este raciocinio llevó a la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte a implementar la estrategia Barrios Vivos. Con este concepto, la entidad busca acercarse la ciudadanía, descubrir sus fortalezas artísticas y potenciarlas en cada localidad de Bogotá. De esta manera, la inicativa se proyecta como un ejercicio de observación y experimentación, pero, sobre todo, de escucha en la que el Distrito recorre las lindes de una urbe en expansión, para toparse en cada barrio y en cada callejón con la diversidad multicultural inherente a la capital.
Así las cosas, en la ejecución de la estrategia, la Secretaría puso en marcha los primeros 13 laboratorios de transformación cultural en los barrios Egipto, La Gaitana, La Esmeralda, Galerías, Molinos, Usaquén, Restrepo, Nuevo Porvenir y Samper Mendoza, a los que se suman cuatro, en el marco del convenio con Transmilenio “En TransMi Pasan Cosas Buenas”, a través del cual se han priorizado las estaciones Polo, Museo Nacional, San Victorino y Distrito Grafiti.
Santiago Trujillo, secretario de Cultura, destaca que todo converge en una apuesta de construcción de paz. “Esto es poder hablar en la diferencia y construir un hito barrial, que congregue a los distintos personajes, agendas y procesos de la comunidad en una gran apuesta”. De este modo, y con un enfoque vanguardista y diferencial, el programa apunta a cambios comportamentales y estructurales, en los cuales la cultura y la agenda de los involucrados son los principales catalizadores de la transformación.
La metodología para materializar y sacarle todo el provecho a la estrategia incluye varios pasos. En primer lugar, resultó necesaria una caracterización de los territorios. De ahí, con base en la evidencia, se delimitaron 17 Barrios Vivos, para implementar 13 Laboratorios de Transformación, con 1.444 personas involucradas. Una vez en el territorio, el reto crece y se hace más enriquecedor.
Entrar al barrio y encontrarse con toda una mina de expresiones artísticas remite a la identificación e interacción con diversos actores, entre los que se encuentran no solo los artistas, sino también líderes sociales. Barrios Vivos se apalanca en estas personalizadades y complementa su poder de convocatoria con actividades y reuniones para aglutinar los talentos.
Entonces, comienzan la magia y el arte de conversar. El intercambio de ideas con la base social que participa en el proyecto está produciendo, además de la concertación en materia de espacios y horarios, un profundo entendimiento sobre las dinámicas barriales de la ciudad. Cada cabeza es un mundo y cada propuesta creativa de la comunidad se alinea con un universo de ideas y valores compatibles con la paz, la apropiación del territorio y la fraternidad.
Por supuesto, una cohesión semejante no se logra de manera sencilla, por lo cual esta estrategia ha propiciado el diálogo constante y propósitivo. Con cada reunión se avanza hacia un horizonte lo suficientemente laxo para dar rienda suelta a la arborescencia de las expresiones artísticas y una línea de acción organizada y capaz de ser sostenible en el largo plazo.
Gloria Patricia Zapata, coordinadora de transformaciones de la Secretaría de Cultura, comenta que ha sido fácil articular a los vecinos que participan en los laboratorios, gracias a las ganas que tienen de transformar la realidad de su barrio. Sin embargo, es enfática en que la iniciativa siempre será de la comunidad, por lo cual la Secretaría funge como un actor organizador y hasta mediador, pero no definidor.
Por lo tanto, la palabra “laboratorio” es la más apropiada para definir las acciones que conforman Barrios Vivos. En cuanto a los laboratorios, que son la base y el soporte del proyecto, son un conjunto de espacios dedicados a la experimentación artística. Dicho esto, el lector podrá apreciar a continuación algunas de las experiencias que crecen durante la ejecución de la estrategia.
El arte vive en Bogotá
Cada latido cultural en los barrios, que ha cobijado la iniciativa, es una señal inequívoca de la conexión entre el arte y el territorio. En los 13 laboratorios que acompaña la Secretaría se ha evidenciado un impulso profundo de la comunidad por traducir cada expresión artística en un eslabón más para conseguir la paz. Cada uno de ellos cuenta con diversidad de actores e involucrados que hacen aún más dinámica la actividad cultural en la capital. En pleno corazón de los cerros orientales, en el barrio Egipto, uno de los más antiguos de Bogotá, Cristian Rodríguez lidera uno de los ejercicios que hacen parte de los laboratorios de paz.
Junto a los más pequeños, Rodríguez y el equipo de la Secretaría impulsan actividades artísticas, de música y pintura, que convergen con la apropiación de espacios históricamente vulnerados por la violencia y la ausencia de participación ciudadana. Uno de los hitos más prominentes de este ejercicio, uno de los que más ha brillado por la voluntad de la comunidad y la capacidad de concertación, consistió en la recuperación de la plaza de mercado La Rumichaca.
Explica Rodríguez que este lugar fue el vestigio de una herida cultural de la que, a punta de arte y resiliencia, ha logrado recuperarse la comunidad. En su momento de esplendor, la plaza de mercado fungía como un punto estratégico de comercio e interacción social, que fue derrumbado hace unos años sin un proceso de participación ciudadana sólido. Pero ahora, la efusividad infantil y la explosión artística del laboratorio han logrado devolverle el brillo a la plaza de mercado.
En donde antes había escombros, hoy se ve a niños pintando; componiendo melodías sobre las faldas del montañoso Egipto, y hasta elevando cometa gracias al privilegiado paso de los vientos, que acarician los cerros casi todas las tardes capitalinas. Ahora Cristian y los demás participantes del taller trabajan en la elaboración de una marca territorial que no solo identifique al barrio, sino que lo despoje, simbólica y culturalmente, de un estigma de violencia que lo opactó por varias décadas. “Estamos construyendo una nueva historia para demostrar que Egipto es y será un barrio vivo”, explicó Cristían.
Al norte de la ciudad, la sístole cultural de los Barrios Vivos tampoco cesa. En Engativá y Usaquén los laboratorios experimentan con la fusión de la música y el territorio. Bogotá, bastión multicultural y diverso, es una comparsa por antonomasia, en la cual cada localidad suena y se ve diferente. En Usaquén, por ejemplo, los pitos suaves y tenues del saxofón moldean una escena del jazz, de la mano de participantes como Boris Tarta y su club de jazz vecinal, participantes activos del laboratorio. Cada fase experimental es una invitación para que los participantes de los talleres y demás actividades se acerquen a este ritmo y lo interioricen como parte de su cotidianidad.
Y mientras la melodía suena en Usaquén, los proyectores de cine brillan a todo esplendor en la localidad de Engativá. En el barrio Minuto de Dios, una movida cineasta prepara un documental autóctono, denominado Llamarada SAC. Esta sigla significa saberes, ambiente y cultura, y es una etiqueta de una historia contada por los habitantes y su necesidad de construir una historia paralela a la que todos conocen.
“En esta propuesta queremos demostrar en que los saberes ancestrales son una llamarada viva que vamos a transformar en un circuito artístico del Minuto de Dios. Entonces, esta llamarada, compuesta de saberes adultos y de nuevas llamas, dan cuenta de cómo fue el territorio y cómo es hoy. Pero también queremos demostrar cómo los nuevos habitantes del territorio somos parte de este proceso vital y artístico para la transición y el traspaso de saberes y cultura”, afirma Daniel Reales, uno de los promotores del proyecto forjado en el laboratorio.
Pero si el norte rebosa de cultura y saberes, el sur no se queda atrás. Entre montañas y sabanas, ligados inherentemente a su historia, barrios de Usme como Nuevo Porvenir y Compostela también participan activamente en el eco de vitalidad que emanan los Barrios Vivos.
En la perifería hay vida
Flor Hurtado y su grupo de danza autóctona del Pacífico traen lo mejor de esa región a la periferia capitalina. Vestidas con trajes de encaje blanco y falda naranja, convierten el asfalto en el mejor escenario. A cada paso, Hurtado convierte los kilómetros que la separan de su Cauca natal en una mera anécdota de la distancia. Con 24 años, ella llegó con su familia a Bogotá, desplazada desde Gaupi (Cauca) y, como muchos, arribó a esta montaña, en el corazón de Usme para construir un refugio contra la violencia.
Por el lado del Porvenir, en los laboratorios de paz, se teje una red de conciencia ambiental que lucha por un entorno barrial más limpio y habitable para todos. Allí, Ruth Arévalo, lideresa comunal, supervisa celosamente la elaboración de un mural, una de las aristas que se esperan del taller. Esta pieza artística, en la cual participa todo el talento creativo del barrio, fungirá como el tótem y traje de gala, un festival en donde convivan la cultura ambiental y artística. Aquí, todas las disposiciones de creaciones esperan cambiar la forma de pensar de todos los residentes y fomentar una conexión con el territorio y las buenas costumbres ecosistémicas.
Bogotá continúa latiendo y circulando a través de la vida en sus barrios. Cada taller, como si de un órgano se tratara, engalana de arte y sabiduría cada milímetro de vida que expele una nueva ciudad. Porque ante todo, allende la resolución de conflictos y problemáticas sociales, Barrios Vivos busca demostrar que la urbe, a la cual llegan y están bienvenidos todos los habitantes del país, está más vivaz y vigorosa que nunca. Respirando por la creatividad de sus habitantes, y asistiendo, cada vez más rejuvenecida, al clamor de la modernidad y de mejores tiempos.
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