Bogotá asediada por las llamas: 3 días de emergencia y 4 incendios activos
La capital se encuentra en estado de emergencia y en vilo por cuenta de los incendios forestales. Parece que cuando una conflagración está a punto de ser controlada, aparecen otras dos. El alcalde, junto a la dirección de Bomberos de Bogotá, coordina desde el Puesto de Mando Unificado (PMU) todas las labores de mitigación de las llamas.
Miguel Ángel Vivas Tróchez
No pasaron tan siquiera dos minutos de la comparecencia de Carlos Fernando Galán a los medios, cuando un nuevo incendio se desató en la capital. A pocos metros del PMU, en el barrio Rosales, sobre el cerro de El Cable, una cortina de humo visible desde toda la ciudad alertó a las autoridades de una nueva conflagración en curso.
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No pasaron tan siquiera dos minutos de la comparecencia de Carlos Fernando Galán a los medios, cuando un nuevo incendio se desató en la capital. A pocos metros del PMU, en el barrio Rosales, sobre el cerro de El Cable, una cortina de humo visible desde toda la ciudad alertó a las autoridades de una nueva conflagración en curso.
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Una vez resueltas las preguntas de la prensa, Galán caminó hacia la unidad de mando y control de la policía, en donde es posible apreciar el avance de las llamas, en tiempo real, mediante 3 monitores instalados en la camioneta. En el vehículo, oficiales del ejército y la directora de Bomberos Bogotá, Paula Henao, le indicaban, con apoyo en las pantallas, las imágenes del nuevo incendio en El Cable registradas por los drones.
Henao le contó a este diario que la conflagración era reciente y que “había sido detectada oportunamente por los drones”. Sobre las 2 de la tarde se habían efectuado dos descargas de agua por parte de los helicópteros de la Fuerza Aérea, con el fin de mitigar las llamas iniciales de la conflagración y que luego fuera más fácil de controlar.
Pero una vez más, las díscolas llamas, monte adentro, escaparon al raciocinio de los organismos de rescate. 40 minutos después de las primeras dos descargas, los bomberos y los oficiales del ejército miraban atónitos, por las mismas pantallas de la unidad alimentadas con las cámaras de los drones, como las llamas se tornaban más violentas, arrasando con la vegetación a su paso.
Basta transitar por la carrera Séptima, y luego por la NQS, para presenciar a los capitalinos dirigiendo su mirada a un único punto: los cerros orientales. Las imágenes captadas con las cámaras de sus celulares dan cuenta del crecimiento desbocado de la cortina de humo, visible desde cualquier punto de la ciudad. Los más cercanos al centro, incluso, fueron testigos de como el halo albugíneo del humo ya no es capaz de ocultar el fuego.
Con todo y que la atención se la lleva el nuevo incendio de los cerros orientales, sumada a la conflagración que ya completa 3 días en el sector de la Quebrada la Vieja —y que ya está controlada en un 75 %—, en el sur de la ciudad hay activas tres quemas importantes. Solo hace falta transitar unos metros, desde la estación Sena hacia el sur, para que la humareda de los cerros se reduzca con la lejanía y otra cortina gigante, esta vez desde los cerros de Usme, se robe toda la panorámica.
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La primera, que comenzó temprano en la mañana, se registró en el relleno sanitario de Doña Juana, cuya gravedad, a pesar de no estar al mismo nivel que el de los cierros, ocasionó que la calidad del aire en este punto de la ciudad se erosionara a niveles por debajo de lo aceptable. En el parque Entre Nubes, localizado en el pleno corazón de la localidad de San Cristóbal, los bomberos controlan una conflagración repentina que comenzó, casi que en paralelo, a la del cerro de El Cable. Horas después, cuando la situación no podía ser más crítica. Se desató otro incendio en el barrio Timiza, con una quema de pastos de aproximadamente 300 metros. En el humedal Tibanica, con el ocaso del día, un carrotanque de Acueducto le hacía frente a las llamas recién propagadas en el acuífero.
Bogotá está sitiada por el fuego, los bomberos, que se turnan entre ellos luego de cumplir jornadas extensas lejos de sus casas, intentan controlar la emergencia como pueden. Varios de ellos, que completan 58 horas en el PMU, reciben llamadas que provenían de los hogares y otros asuntos por resolver. La respuesta es la misma: “llevábamos tres días en la emergencia de los cerros, luego los llamo y cuadramos para después”. Uno de los bomberos, mientras toma un poco de agua, le cuenta a este diario que solo ha dormido, a lo sumo, 7 horas. “Nos turnamos y la solidaridad de la gente nos ha hecho llegar agua, comida y suero, pero el trabajo es duro y todavía queda mucho por resolver”. Cierra la botella de agua, dice un par de palabras por el radio, al parecer para coordinar otra descarga de agua desde el aire, y se acerca de nuevo a la unidad de monitoreo.
Aunque el cambio climático ha provocado que el fenómeno del niño actual sea aún más árido que el de 2016, las llamas que originaron la emergencia simultánea en Bogotá son causa de fogatas y quemas propiciadas por la ciudadanía. Sean intencionales o no, las quemas no controladas derivan en incendios que, gracias al incremento de la temperatura y la ausencia de lluvias, terminan por convertirse en monstruos capaces de devorar hectáreas de bosque en cuestión de horas. Las condiciones, además, les dan la capacidad de resistirse a las estrategias de mitigación por varios días, e incluso semanas, como ocurrió en algunas partes de Europa durante el verano pasado.
Durante la mañana, en el primer reporte de hoy, el comandante de Bomberos de Bogotá, Fidel Medina, fue tajante al afirmar que, al menos, el 95 % de los incendios forestales en el país, eran provocados por fogatas y todo tipo de quemas que la ciudadanía efectuaba sin ninguna clase de rigor. De ahí, que la directora Henao, toda vez que un medio la aborda para entrevistarla, insista en que “no hagan quemas forestales, no hagan fotos y no tiren basura en los pastizales, porque esto genera incendios. Este es un tema de corresponsabilidad, tenemos todos los recursos y la intención de apoyarlos, pero este es un trabajo de conciencia mutua”.
Cuando todo parecía indicar que el incendio principal, a la altura de Rosales, sería controlado totalmente hoy, la explosión en cadena de varios incendios en la ciudad hace que los pronósticos, tanto del alcalde, como de los bomberos, sean cada vez más cautos. Tan resiliente como siempre, a Bogotá no le queda de otra que resistir el sitio de las llamas con carácter y cultura ciudadana. La mejor forma de honrar los esfuerzos de los organismos de rescate, no reside en otra cosa más que en la de seguir sus indicaciones. Por supuesto, no sin antes aplicarse un examen personal, de nuestra actitud frente al cambio climático y su incidencia en los fenómenos del niño, que amenazan con ser más intensos en el futuro.
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