Bogotá desaprovecha una generación de jóvenes con potencial
Un estudio socializado en el Concejo demuestra que el 30 % de los bachilleres se quedan en el limbo de la frustración. Jóvenes aseguran no tener posibilidades económicas para estudiar y optan por emprender o trabajar.
Miguel Ángel Vivas Tróchez
Culmina una jornada más en el colegio INEM, al sur de la ciudad, y Daniel y Brayan se dirigen al centro comercial Tunal para verse con otros amigos. Están felices, porque si todo sale bien este año se gradúan. Empero, el orgullo no es proporcional a las aspiraciones para el día después de ser bachilleres. Daniel, con una madre y dos hermanos pequeños, dice que lo único será trabajar. “Unos amigos de mi mamá trabajan con maquinaria de cortar suelas de zapatos e intento aprender, para ver si cuando me gradúe me dan trabajo”, comenta. Por su parte, Vanegas explica que su sueño es ser influenciador digital. “Ganan bien y no tuvieron que estudiar. Si no se me da, pues el plan B es trabajar para irme por el hueco a Estados Unidos”.
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Culmina una jornada más en el colegio INEM, al sur de la ciudad, y Daniel y Brayan se dirigen al centro comercial Tunal para verse con otros amigos. Están felices, porque si todo sale bien este año se gradúan. Empero, el orgullo no es proporcional a las aspiraciones para el día después de ser bachilleres. Daniel, con una madre y dos hermanos pequeños, dice que lo único será trabajar. “Unos amigos de mi mamá trabajan con maquinaria de cortar suelas de zapatos e intento aprender, para ver si cuando me gradúe me dan trabajo”, comenta. Por su parte, Vanegas explica que su sueño es ser influenciador digital. “Ganan bien y no tuvieron que estudiar. Si no se me da, pues el plan B es trabajar para irme por el hueco a Estados Unidos”.
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Ambos, de 17 años, coinciden en que sus familias no pueden enviarlos a la universidad. Cuando se les pregunta por el Sena u otra institución con programas técnicos, se muestran confundidos y señalan que desconocen el proceso para aplicar. La precariedad, factor primario de sus aspiraciones, los impulsa a la persecución del dinero una vez suelten los lápices. Su caso es tan solo una micra estadística de los 581.458 jóvenes que, en promedio, no consiguen acceder a la educación posmedia, tras obtener su título de bachiller.
Esta cifra sale de un estudio que adelantó la organización Global Opportunity Youth Network en Bogotá, mediante una encuesta a jóvenes entre los 14 y 28 años. Del sondeo salieron otras cifras no tan alentadoras sobre el futuro de los “jóvenes con potencial”, término que usa la organización para reemplazar el de “ninis”, usado no solo para señalar el limbo vocacional de los jóvenes capitalinos, sino a un afluente de capital humano desaprovechado.
Esa es la visión de Juan Carlos Reyes, director de la organización responsable del estudio y quien, cifras en mano, opina que todo este talento de jóvenes, sobre todo en una generación nativa en lo digital, puede ser empleado a través de diversas formas, tanto académicas como productivas, que les ofrezcan a ellos un futuro mejor y, de paso, a la ciudad una espiral de progreso. “Creemos que hay que poner el foco en el potencial de estos jóvenes. Encontrar posibilidades para que puedan desarrollar sus habilidades, competencias y talentos. Hay mucho que le pueden aportar al desarrollo económico, pero sobre todo social, de la ciudad”, declaró Reyes a El Espectador.
Aterrizar en el agujero negro que devora las aspiraciones de los jóvenes y los separa de un futuro prometedor no depende exclusivamente de la variable económica. Si bien el factor monetario puede ser causa prima de varias circunstancias, la comprensión completa del fenómeno es, cuando menos, necesaria para hallar soluciones.
Desorientación vocacional
Bajo la lumbre de modelos contemporáneos que inspiran a los jóvenes, hay derivas tecnológicas y de consumo que los pueden apartar más de soluciones alternativas en su camino profesional, cuando el dinero escasea. Por primera vez, en al menos una década de generaciones de graduandos, la aspiración de ser una celebridad de redes funge como alternativa de carrera. Alba Quijano, docente y magíster en educación, sostiene que esas referencias en las redes no son del todo malas, pero sí constituyen un velo que dimana en aspiraciones miopes.
“Algunos jóvenes desconocen que si en etapas tempranas del bachillerato se esmeran, hay posibilidades de becas y estímulos académicos que los pueden llevar a la universidad, aun sin el apoyo económico de los padres. Luego están instituciones como el Sena que, generación tras generación, se ha constituido como el peldaño de estudiantes sin recursos para aprender un oficio y proyectarse profesionalmente, pero todo esto flaquea cuando la única posibilidad que contemplan es la de obtener la aprobación en las redes y, consigo, el ansiado reconocimiento”. De todos modos, la docente no demerita esta aspiración, pero cree que, en ciertos casos, puede ser causa de cierta carencia de aspiraciones en los jóvenes.
En la asíntota del naufragio vocacional de muchos se encuentra la nula orientación vocacional en algunos colegios. “He visto alumnos excelentes, que cuando llegan a once no saben qué van a estudiar. No saben para qué son buenos, porque su único objetivo era precisamente eso: sacar buenas notas”, sentenció la docente Quijano. En esta materia, al menos en las instituciones distritales, ya hay iniciativas que trabajan el tema. Usando cartillas didácticas, y de la mano de 200 orientadores, la Secretaría de Educación intenta orientarlos, explicándoles los campos profesionales disponibles, la escala salarial y las opciones laborales.
Aunado a lo anterior, la encuesta de la firma internacional recogió que los sectores económicos en los que hay mayor interés por los jóvenes para desarrollar trayectorias de empleabilidad son: sector salud y bienestar, 16,2 %; sector digital y tecnologías, 15,4 %, y sector ventas y comercio, 14,4%.
Embarazo juvenil
Eva Silva, a sus 29 años, está en sexto semestre de ingeniera de sistemas. Pudo ingresar a los 27 años, dada las limitantes económicas y a que a sus 23 años quedó embarazada. Gracias a Jóvenes a la U logró matricularse y encontrar un equilibrio para estudiar y cuidar a sus dos hijos. Sin beca, jamás hubiese podido estudiar. Este aspecto, resalta Reyes, es uno de los que inciden en la brecha entre el colegio y la educación posmedia. El 38,6 % de las mujeres jóvenes tienen al menos un hijo y de ellas, el 33 % tuvieron a su primer hijo entre los 11 y 17 años. La relegación al cuidado es, sin duda, un obstáculo en la promoción de nuevas oportunidades.
Con las cifras sobre la mesa, y la agenda pública orientada a la educación, vale destacar que la ciudad nunca invirtió tanto en educación y programas como Jóvenes a la U, que es un hito en cuanto a estrategias de este nicho se refiere. No obstante, falta mucho por hacer para saldar la deuda histórica de una generación, que aún parece perdida entre la incertidumbre y la frustración.
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