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Bogotá no tiene mar, pero tiene ciclovía

La ciclovía ya no depende de los caprichos de uno u otro alcalde o alcaldesa, es una institución y patrimonio de todas las personas de Bogotá (propias y adoptadas).

Darío Hidalgo
14 de diciembre de 2024 - 04:59 p. m.
La Ciclovías es un ejemplo global, replicado en decenas de ciudades en las Américas y más allá. Es el sitio donde la mayoría de las niñas y los niños bogotanos aprendemos a usar la bici y a disfrutar la ciudad.
La Ciclovías es un ejemplo global, replicado en decenas de ciudades en las Américas y más allá. Es el sitio donde la mayoría de las niñas y los niños bogotanos aprendemos a usar la bici y a disfrutar la ciudad.
Foto: IDRD
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El jingle hace parte de nuestra banda sonora: la ciclovía hace parte de nuestras vidas. Un milagro dominical y festivo que cumple 50 años desde la primera celebración y 40 de convertirse en una institución bogotana: hoy con más de 120 km; un millón y medio de participantes (estimados) en cada sesión, y un gran operativo logístico que se repite de 7:00 am a 2:00 pm, 70 veces al año (con dos versiones nocturnas).

Ver: Ciclovía de Bogotá: Un modelo de exportación con 40 años

Recuerdo cuatro momentos: adolescente dando vueltas en la 15 y la séptima en 1980; padre joven con mi hijo aprendiendo a usar su bici en 2004; padre (ya no tan joven) dando vueltas con la hija adolescente en la versión nocturna en 2015 o con el hijo (ya adulto joven) en 2021.

También recuerdo una vuelta gigante (cabeza de marrano), conectando tramos de ciclorruta y ciclovía y las plazas fundacionales de los pueblitos, que absorbió el Distrito Especial en 1954. O los paseos con visitantes de varias partes del mundo. Haciendo cuentas he estado en la ciclovía por lo menos 1.500 veces mal contadas (algunas quedan en imágenes en X #masciclovia).

VEA: Bicicleta en Colombia: mil hazañas deportivas y 50 años de ciclovía

Está allí siempre (espero), un privilegio maravilloso de la capital de Colombia; la podemos pedalear, caminar, correr, como nuestro gran parque urbano para hacernos felices, que es lo único que realmente importa. Ya no depende de los caprichos de uno u otro alcalde o alcaldesa, es una institución y patrimonio de todas las personas de Bogotá (propias y adoptadas).

Podemos agradecerles a los pioneros de los años 70 y 80 (Jaime Ortiz y sus amigos), a los que le dieron continuidad y la salvaron de la visión carro-centrista en 1995 (Guillermo Peñalosa), pero muy especialmente a los que hacen el milagro cada semana desde el IDRD y Secretaría de Movilidad: guías, policías, bachilleres, coordinadores y voluntarios.

Nuestro experimento es un ejemplo global, replicado en decenas de ciudades en las Américas y más allá. Es el sitio donde la mayoría de las niñas y los niños bogotanos aprendemos a usar la bici y a disfrutar la ciudad. También es un precursor del avance de la bicicleta para el uso cotidiano; estuvo antes que las ciclorrutas, los colectivos ciclistas, la política de la bici y el gran fondo. Es un evento recreativo y saludable, que forma comunidad.

Ver: Ciclovías dominicales de la India

Es una actividad en permanente evolución, que requiere cuidado, mejora e innovación. Parece muy extensa, pero su cobertura es escasa en la periferia (como casi todos los servicios urbanos); tiene oportunidades de mejorar conectividad; y su horario es limitado (aunque es difícil coordinar una jornada más larga). Podría experimentarse también los sábados (todo un reto). Es bonito celebrar la ciclovía en sus 50 años; que sean muchos lustros más.

* Profesor de Transporte y Logística, Pontificia Universidad Javeriana

Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.

Por Darío Hidalgo

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