Bogotá optimiza la atención de accidentes cerebrovasculares
Los accidentes cerebrovasculares (ACV) son la segunda causa de muerte en Bogotá. Cuando aparecen los síntomas, se libra una carrera contra la muerte. El nuevo esquema de atención en Bogotá busca darles ventaja a los médicos en esta temeraria contrarreloj.
Miguel Ángel Vivas Tróchez
Tres horas y dos traslados entre hospitales pasaron para que Nubia Flórez fuera atendida, cuando sufrió un ACV en 2021. La pericia con la que finalmente fue auxiliada y “un milagro”, dice ella, lograron salvarle la vida cuando uno de los vasos sanguíneos de su cerebro colapsó y le produjo en un accidente cerebrovascular isquémico.
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Tres horas y dos traslados entre hospitales pasaron para que Nubia Flórez fuera atendida, cuando sufrió un ACV en 2021. La pericia con la que finalmente fue auxiliada y “un milagro”, dice ella, lograron salvarle la vida cuando uno de los vasos sanguíneos de su cerebro colapsó y le produjo en un accidente cerebrovascular isquémico.
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Aunque cualquier secuela resulta nimia frente al privilegio de la vida, Nubia no quedó del todo ilesa tras sobrevivir a la segunda patología médica que más vidas cobra en Bogotá: los accidentes cerebrovasculares. La parte izquierda de su rostro entró en un letargo irreversible que a su vez entorpeció su habla. Gran parte del daño que provocó el ACV se pudo haber atenuado si el tiempo para recibir la asistencia médica hubiese sido menor.
Actualmente, lejos de derrumbarse ante la realidad de haber sido aventajada, por un momento, en la carrera contra el tiempo, Nubia asiste a terapias neurológicas que le permiten llevar un estilo de vida digno y resiliente. En este caso, la Secretaría de Salud de Bogotá tiene claro que el tiempo de reacción para atender a un paciente con ACV es directamente proporcional a las posibilidades de salvarle la vida y atenuar el golpe colateral de las secuelas. Por desgracia, esta complicación requiere un conjunto de elementos para ser manejada que no están en todos los centros asistenciales de la capital. Procedimientos médicos como las tomografías y la trombectomía mecánica solo están disponibles en hospitales de primer y segundo nivel.
Pero incluso en el mejor de los escenarios para enfrentar el ACV, hay ciudadanos que la tienen todavía más difícil. Bogotá tiene concentrada su prestación del servicio al norte de la ciudad, particularmente en Chapinero y Usaquén, localidades en donde están la mayoría de centros asistenciales con la capacidad de reaccionar ante esta complicación neurológica.
En consecuencia, personas como Nubia que viven en zonas del sur de la ciudad, como Tunjuelito, deben alejarse mucho más de su vivienda para acceder a un hospital mejor equipado. Gran parte de esta asimetría se ha venido corrigiendo en los últimos años con la construcción de centros asistenciales mejor equipados en localidades como Bosa. Pero también, desde el punto de vista logístico, se han implementado esquemas de atención para extender la distancia entre la vida y la muerte, cuando un ACV se manifiesta en un paciente.
Una de las acciones que tomaron las autoridades sanitarias de la capital fue diseñar e implementar el programa “Redes de ACV en Bogotá” mediante el cual buscan reducir el tiempo de espera para que un paciente con ACV sea atendido mediante convenios, articulación entre las fases de atención y la capacidad de las subredes que componen el sistema de salud distrital .
El doctor Claudio Alejandro Jiménez, experto en ACV de la red pública de Bogotá, habló de su experiencia manejando los hilos de este mecanismo que, justo la semana pasada, fue presentado en Abu Dabi como una propuesta para reducir las brechas de acceso al tratamiento de enfermedades asociadas al ACV.
Cada minuto cuenta
“Cuando el ACV el paciente tiene unas cuatro horas para ser atendido”, sentencia el doctor Jiménez, quien ha sido testigo, desde la primera línea de fuego, de cómo muchos de estos accidentes cerebrovasculares pudieron ser fácilmente tratados en el momento más oportuno. Desde su experiencia como el encargado principal de monitorear y controlar el movimiento de esta patología en la capital, él sabe que cada pulso que se le gane a este flagelo es oro. Para descontarle la mayor cantidad de pasos al avance de esta enfermedad desde la subred norte, en donde trabaja el doctor Jiménez, se ideó el sistema de redes de ACV.
El mecanismo, que se fortalece con nuevos convenios que la capital genera con otras entidades privadas, como la Fundación Santa Fe, ha hecho que un paciente pueda ser atendido en menos de una hora a partir del momento en el cual acude a la red hospitalaria de la ciudad.
Este hito es importante, ya que la mayoría de pacientes con ACV solo consultan al médico cuando aparecen los síntomas más súbitos, como los desmayos o el adormecimiento de un hemisferio de la cara o las extremidades. Y entonces, cuando esto ocurre, el tiempo de atención es todavía más justo.
“El personal de triage, que evalúa al paciente y la gravedad de su urgencia, están capacitados para reconocer un ACV y, una vez lo hagan, activar el protocolo de redes”, explica el doctor. En efecto, si una persona ingresa al triaje quejándose de un fuerte dolor de cabeza, incoherencia al hablar y el ya mencionado adormecimiento, el personal evaluador acude a las herramientas de comunicación interna dispuestas para conectarse con el equipo de atención más cercano. En caso de que el centro no tenga las herramientas para practicar una tomografía o una trombectomía, una ambulancia del Distrito traslada de inmediato al paciente al hospital con capacidad más cercano.
Al arribo de la ambulancia, el equipo de neurología estará esperando al enfermo al ingreso, para registrarlo y practicar, de manera inmediata, el procedimiento requerido. Materializar esta ruta de circuitos para ganarle la carrera al ACV requiere convenios, herramientas de software y sensibilización, que se han ido gestionando. Tanto es así que la Fundación Santa Fe, de las mejores en cuanto a equipamiento y personal asistencial, atiende las solicitudes de trombectomía provenientes de la subred norte. Con esta vuelta de tuerca, en donde también está el esfuerzo de los funcionarios a cargo de llevar al paciente hasta los servicios que necesita, no solo se consiguen salvar vidas, sino prevenir incapacidades crónicas por cuenta de las secuelas de un ACV.
Primera causa de discapacidad
Junto a los accidentes de tránsito, los ACV son la principal causa de incapacidades permanentes en la ciudad. Secuelas neurológicas severas, como pérdida de memoria y movilidad, limitan la capacidad de quien las padece para obtener casi cualquier tipo de empleo. Cuando en Bogotá, una ciudad con altos índices de informalidad, se emite una incapacidad permanente, una borrasca de vulnerabilidad económica y social se cierne sobre quien la padece.
Diego Merchán, de 33 años, sufrió un ACV hace seis años que limitó cerca del 80 % del movimiento en su cuerpo. Antes de ese fatídico día, cuando un fuerte dolor de cabeza lo desplomó en el suelo de una estación de Transmilenio, era jefe de una bodega de envíos nacionales e internacionales. Desgraciadamente, estas labores requieren capacidades motoras y cognitivas que le fueron arrebatadas, en cuestión de segundos, por el ACV.
Después de serias dificultades financieras, perder su matrimonio y la posibilidad de responder económicamente por su hija, Merchán vive con su madre y le ayuda, como puede, en su negocio de costuras, pero no pudo volver a ser capaz de autosostenerse. Al igual que este caso, el doctor Jiménez ha visto desfilar por los pasillos de atención de la red a varios jóvenes en pleno auge productivo. Si bien, el grupo etario más afectado son los pacientes con más de 50 años, hay un aumento inquietante en el número de ACV incapacitantes en personas entre los 18 y los 40 años.
Los altos números en accidentes vasculares encefálicos agudos y otras enfermedades cerebrovasculares reflejan la importancia de la detección temprana y el tratamiento adecuado. Pero si es prevenible, ¿por qué se convirtió en la segunda causa de muerte en la ciudad? Esto ocurre por el estilo de vida del paciente, como el consumo de cigarrillo y alcohol, la obesidad y enfermedades mal tratadas, como diabetes e hipertensión.
En el caso de los jóvenes, el notorio incremento del tabaquismo y el consumo de alcohol parecen ser la primera causa de incidencia en el incremento de ACV. De manera tal que para ganarle la partida a esta enfermedad, tanto en decesos como en discapacidades, se requiere una anticipación previa y una sólida inversión en salud pública y campañas de sensibilización. Después de todo, como dijo el doctor Jiménez, cada segundo cuenta, incluso los que se ganen antes de que comience la cuenta regresiva en el reloj.
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