Bogotá: sin migrantes y sin jóvenes seremos menos a partir de 2026
Las estadísticas muestran cómo el crecimiento poblacional se estancó y desde 2026 la tendencia decrece. La migración, también en caída, es lo único que lo ha aplazado. Hoy, por cada dos adultos mayores de 50 hay un niño.
Alexánder Marín Correa
Si hace memoria, quizás esta imagen le resulte conocida: una fotografía en blanco y negro de un núcleo familiar numeroso: padres jóvenes que miran serios a la cámara, rodeados de una nutrida descendencia, que en la escala de edades parecía haber sido planificada al ritmo del calendario. Si algo identificaba hace un par de décadas las estructuras familiares bogotanas (y del país) era su numerosa composición: entre ocho y 13 hijos, poco espacio para las mascotas y mucho para los nietos venideros.
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Si hace memoria, quizás esta imagen le resulte conocida: una fotografía en blanco y negro de un núcleo familiar numeroso: padres jóvenes que miran serios a la cámara, rodeados de una nutrida descendencia, que en la escala de edades parecía haber sido planificada al ritmo del calendario. Si algo identificaba hace un par de décadas las estructuras familiares bogotanas (y del país) era su numerosa composición: entre ocho y 13 hijos, poco espacio para las mascotas y mucho para los nietos venideros.
Y se insiste en la necesidad de hacer memoria, porque es una imagen prácticamente extinta. Si miramos la evolución de la estructura familiar, no solo es claro que la tendencia cambió, sino que el concepto de familia con hermanos, tíos, primos, sobrinos, cuñado, nietos y bisnietos está en riesgo de desaparecer. Ahora, quienes son padres lo hacen después de cumplir 30 años; es raro ver hogares con más de dos hijos; las parejas tienen un gato o un perro y tal vez un hijo (en ese orden), y otras optan solo por el gato, dando pie a la familia multiespecie, que no es más que una pareja con mascota.
Detrás de este panorama, se consolida una realidad palpable: la ciudad estancó su crecimiento y la pirámide poblacional cambió. Ahora su base, que representa niños y jóvenes, se ve cada vez más angosta y su cúpula más amplia, pues cada vez hay más adultos mayores. Esto lleva a una conclusión: Bogotá se está volviendo vieja. ¿Por qué? Vamos por partes.
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Decrecimiento
Para conocer el ritmo al que crece una población se deben tener en cuenta tres datos: los que nacen, los que mueren y los que llegan (migrantes). Con esto, los demógrafos sacan tasas, suman y restan, para hacen sus proyecciones. Para que la cantidad de habitantes en una ciudad crezca de manera natural (crecimiento vegetativo), se necesita, al menos, que la cantidad de nacimientos duplique la de fallecimientos, dato al que luego se suma la migración.
Según Datacivilidad, plataforma de la Sociedad de Mejoras de Bogotá, entre 1900 y 1940, por cada persona que moría nacían dos y llegaba un migrante. En este periodo la población se cuadruplicó, al pasar de casi 110.000 a 396.000 habitantes. A partir de entonces y durante 30 años (1940-1970) el crecimiento se disparó. La relación llegó al punto de 1 a 11: por cada fallecido nacían seis bogotanos y llegaban cinco migrantes. En 1973 Bogotá llegó a 2′866.000 habitantes.
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Pero la tendencia cambió: los bogotanos se hicieron más longevos y los nacimientos disminuyeron. La migración, salvo por los años de éxodo venezolano (que trajo casi 600.000 nuevos habitantes), también cayó. Desde 2020, por cada muerte hay un nacimiento y el ligero crecimiento lo aportó la migración. En este punto, vale resaltar que, si no hubiera existido migración, hoy la población en la capital no superaría los cinco millones de habitantes.
Pero Bogotá entra en un punto de quiebre. Si bien es la ciudad más poblada del país, con 7′946.000, de esa cifra no pasará, dicen los expertos. Hoy la tasa de crecimiento es apenas de 0,28 % y según las proyecciones de Datacivilidad, el último año con aumento poblacional será 2025. A partir de 2026, serán más lo que emigrarán que los que llegarán a Bogotá, llevando la tasa de crecimiento a números en rojo de manera paulatina. Proyectan que en 2035, en la capital vivirán casi 150.000 personas menos.
Cantidad por calidad
Teniendo en cuenta los que mueren, los que nacen, los que llegan y los que se van, el panorama no cambiará. “Proyectar con datos tan viejos como los censos de 2005 o 2018 no da certeza. Se comprobó que Bogotá y Medellín llegaron a la segunda transición demográfica. El DANE predijo que la población bogotana dejará de crecer, porque las migraciones, incluyendo los venezolanos, disminuirán”, explicó Ernesto Rojas Morales, el exdirector del DANE.
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En esto, la pandemia fue clave. “Hoy se habla de proyecciones pospandemia, con un panorama más dramático. En breve, la diferencia nacimientos-mortalidad será cero y solo quedará el componente migratorio para crecer. Por eso, Bogotá no llegará a ocho millones de habitantes y desde 2032 seremos menos”, dice Carlos Roberto Pombo, presidente de la Sociedad de Mejoras y Ornato.
Esta variación histórica se refleja en la pirámide poblacional que, con el paso de las décadas, cambió su estructura. Las cifras lo muestran: hasta los años 80 la proporción era que por cada adulto mayor de 50 había casi tres niños, menores de 10; en el 2000, se equiparó, y ahora, por cada dos adultos mayores de 50 hay un niño. En cuanto a las mujeres, la situación es más compleja, por cada tres adultas hay una niña. Con un dato adicional: más del 55 % de la población tiene más de 30 años.
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Si bien, la situación puede alarmar por los impactos económicos a futuro, también trae buenas noticias, según Pombo: la urbe no tendrá que expandirse sobre la sabana, se sentirá su efecto en el cambio climático y como todos los que habitan Bogotá habrán nacido en la capital, eso servirá para crear más civilidad. Además, los proyectos cuantitativos de las administraciones (para atender el crecimiento) tendrán que pasar a cualitativos (mejorar los servicios).
“En la pirámide de población se ve que la base disminuyó, lo que indica que ya no habrá la demanda de escuelas que había antes. Ahora, las escuelas buscan alumnos, pero no es que la gente no quiera estudiar, sino que no hay tanta en capacidad de hacerlo. Algo similar pasa con la vivienda. El exalcalde Enrique Peñalosa proyectó construir 1,2 millones de casas y Claudia López, 750.000. Y dicen que la crisis de la construcción es porque las tasas de interés están altas, pero la verdad es que no hay demanda”, agrega Pombo.
Eso significa algo importante, explica Rojas Morales: “Si la ciudad no va a creer, es la oportunidad de resolver los déficits de servicios y transporte. Ya no tenemos que planear un crecimiento desastroso, sino que debemos prepararnos para un estancamiento y ver qué se pueda mejorar. Han cambiado muchas circunstancias, que son irreversibles”.
“Las campañas políticas se montan sobre eso: más casas, más escuelas, más infraestructura, pero no analizan el conjunto de datos ni las proyecciones. Como vemos, ahora no se trata de construir más, sino de mejorar lo que tenemos. No es edificar más escuelas, sino mejorar la educación. Esta realidad nos obligará a repensar las políticas públicas, para tener una mejor ciudad”, concluye Pombo.
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