Bogotá, suerte o destino: monólogo de un hombre del “rebusque”
Encerrado en un juego que no puede entender, el Willy se rebusca la vida en una ciudad que le da y le quita todo. Así nació el monólogo de un hombre indiferente que “nunca cambiaría el devenir de un cucarrón”.
Juan Camilo Parra
Suenan las trompetas de la canción ‘El Día de Mi Suerte (de Willie Colon y Héctor Lavoe). Crece la voz del ‘Willy’ vendiendo media docena de medias a $10.000. El público lo mira extrañado. Es un hombre de mediana edad que se identifica como un “rebuscador”, es decir, alguien que vive de cualquier tarea de la que pueda sacar provecho: vender objetos que usted ni se pueda imaginar, o realizar cualquier tarea, por más penosa que sea, para sobrevivir un día más en la ciudad. Está en el centro de Bogotá, específicamente la plaza de La Mariposa. Sin nadie a quien dirigirse, se presenta ante las personas sentadas en el teatro diciendo: “soy un campeón de la adversidad, un guerrero del asfalto y accionista de la Cervecería Nacional”. Deja una sentencia y una pregunta. La sentencia: este hombre no se parece a usted. La pregunta, ¿será que no?
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Suenan las trompetas de la canción ‘El Día de Mi Suerte (de Willie Colon y Héctor Lavoe). Crece la voz del ‘Willy’ vendiendo media docena de medias a $10.000. El público lo mira extrañado. Es un hombre de mediana edad que se identifica como un “rebuscador”, es decir, alguien que vive de cualquier tarea de la que pueda sacar provecho: vender objetos que usted ni se pueda imaginar, o realizar cualquier tarea, por más penosa que sea, para sobrevivir un día más en la ciudad. Está en el centro de Bogotá, específicamente la plaza de La Mariposa. Sin nadie a quien dirigirse, se presenta ante las personas sentadas en el teatro diciendo: “soy un campeón de la adversidad, un guerrero del asfalto y accionista de la Cervecería Nacional”. Deja una sentencia y una pregunta. La sentencia: este hombre no se parece a usted. La pregunta, ¿será que no?
Más de Bogotá: El Profe Julio: el bibliotecario de la Cárcel Distrital que escribe su historia
Así, de golpe, empieza el monólogo El Willy’s de la compañía Samadhi Teatro. La pregunta de si el caos, el azar, el destino, o una deidad está detrás de las tragedias de uno de esos miles de hombres o mujeres que se rebuscan la vida en la capital, estuvo rondando en la cabeza del director teatral, actor y realizador audiovisual, Eric Jair Bernal García, a la hora idear un personaje con el que es difícil no identificarse, un hombre que no pierde la fe en que todo mejorará.
San Andresito
Hacer mandados entre los pasillos de los centros comerciales de San Andresito en el centro de Bogotá, le permitió a Eric Bernal conocer una gran cantidad de “Willy’s”. En la capital hay estimaciones varias: unas indican que hay más de 150.000 vendedores ambulantes, otras que son 50.000. Lo cierto es que más del 33 % de la población empleada en la ciudad es informal y casi todos conocen o se han topado con una de estas personas. Solo con ventas informales en Transmilenio, donde también se aventura el ‘Willy’ a vender, 12.000 familias se sostienen en la ciudad.
Son las 11 de la mañana y el ‘Willy’ no ha bajado bandera. Recuerda a su mamá “¿cuántos se preocupan por cómo viven los demás?”, se pregunta en tono reflexivo. Habla solo porque lo suyo es el monólogo. Tartamudea cuando el policía de turno le dice, “¿se las va a dar de abogado y me va a decir que le estoy vulnerando el derecho al trabajo?”. La gente lo mira “rayado”. “A ese pantalón que no conoce el jabón”, como dice el rebuscador.
“De una manera sensitiva me impregné de estas personas desde temprana edad en San Andresito y San Victorino. De ahí el interés de retratar a aquello a quienes no miramos y que se entregan al azar de distintas maneras: como la religión, la esperanza en el futuro. Con el grupo de teatro ahondamos en una investigación en calle para construir el personaje y explorarlo en escena”, cuenta Bernal a El Espectador.
Dentro de esa investigación se encontraron con testimonios que ilustran lo que es ser un rebuscador o vendedor ambulante, testimonios que resuenan en algunas de las escenas de la obra teatral: “empecé a los 14 años en el centro. No es nada fácil, solo va en la mente tener la capacidad y el corazón de hacer las cosas. Por ejemplo, yo no solo vendo piñatas, también vendo ropa, losa, ollas, juguetes, todo lo que tengas en la cabeza tiene que existir o si no, se te personaliza y se te fabrica. Aquí es sin horario, ni fecha, ni calendario, y mucho menos, patrones”, dice uno de ellos.
El director agrega: “nos sorprendió lo rentable que es para muchos ser rebuscador o vendedor ambulante”. Esta premisa la nutrió el dramaturgo leyendo las publicaciones del padre Javier Nicoló, el famoso italiano que sacó de las calles bogotanas a más de 40.000 niños y adolescentes. En obras como Musarañas, El gaminismo en Colombia y El programa Bosconia-La Florida, el sacerdote describe los niveles de calle en la ciudad. “Desde el indigente al rebuscador, hace una categorización muy juiciosa que nos sirvió como referencia”.
En su trasegar por buscar lo de la pieza, el Willy se topa con personajes que le hacen creer en la bondad, pero también en la injusticia. “El hambre es un vacío en el pecho que se siente en las piernas y las pone a temblar. Patroncito, otra monedita pa’ darle moral”, le responde a un anciano que se animó a darle una ayuda.
La Mariposa
“Una mariposa que aletee en Colombia, ¿es capaz de desatar una tormenta en París?”, es otra pregunta que deja este monólogo. Pero la única Mariposa en la que piensa el Willy es en la plaza de ese nombre que queda sobre la av. Jiménez y en donde se escenifica su monólogo. “La plaza la interpretamos como un juego de mesa en el que está enmarcado nuestro protagonista”. Y es que para sobrevivir en una ciudad tan compleja, algunos terminan entregándose a la divinidad, a la suerte, como en un juego, o al trago.
El Willy, sube a Monserrate para ir a rezarle a la “virgencita”, cumpliendo una de las nueve ceremonias en las que le pedirá que su suerte vire a una más agraciada. Recuerda a su madre fallecida cuando se entrega al licor y se pregunta, “¿por qué fui condenado a nacer en un hospital público? Ustedes nos ven como bichos raros y piensan que no tenemos nada en la cabeza, ni sueños, ni futuro. Somos sencillamente humanos ambulantes”, pero se acuerda de que de alguna manera debe volver a algún lado y remata: “A nosotros el único carro rojo que nos queda bien es el Transmilenio”.
La voz de una vendedora ambulante hace eco en la escena y demuestra que a pesar de la confianza en la divinidad o la suerte, siempre se construye su propio destino. “Tengo 53 años y 50 de estar en la calle. ‘A la orden, mi amor’ (no interrumpe su trabajo). Uno ya está acostumbrado a ese trajín, pero no quiero que mis nietos sigan la misma trayectoria, no digo que ser vendedora sea malo, así fue que saqué 11 hijos adelante finalmente, solo que las cosas van cambiando rápidamente. En 20 años esto será otro cuento”, dice la mujer y la escena se va a negro.
Después de tanto trasegar, en un día como muchos, el Willy se da cuenta de que no es su suerte lo que lo tiene en esa situación, sino las reglas del juego en el que nació. “Este juego extraño que nadie se molestó en explicarme, en el que no elegí estar. En el que me toca salir a rebuscármela, como si tuviera que buscar la vida todo el tiempo, en lugar de vivirla”, dice el personaje.
La última idea que deja este interesante monólogo es la siguiente: quizá este personaje parezca una representación extrema de lo que puede vivir un colombiano, un bogotano; las desgracias se alivian porque no son las de uno, pero hay una sentencia más: “quizá todos estemos a un paso de ser el Willy y por eso el desprecio, seguro muchos están más cerca de él que de la élite”, concluye el director y actor de este curioso monólogo que termina con la canción de Colón y Lavoe: no pierdo la esperanza de luchar, y seguro que mi suerte cambiará, pero ¿cuándo será?
Le puede interesar: Edificios abandonados: la apuesta de vivienda en el centro de Bogotá
Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.