Bogotanos empiezan a gastar más agua que antes del racionamiento
El 10 de abril fue de 17,39 m3/s y en las últimas semanas, en varias oportunidades ha superado ese registro. Las metas del Distrito, cada vez más lejos, y las lluvias no llegan.
Alexánder Marín Correa
El mensaje “cada gota cuenta” y las sanciones, hoy, parecen paisaje. A pesar de que la crisis hídrica aún no se supera, los bogotanos empezaron a gastar más agua de la que se consumía antes del racionamiento. La situación, sumada al clima seco, se evidencia en el sistema Chingaza, que cumple 22 días en caída libre, perdiendo el terreno que se había ganado en los primeros meses de la restricción. Si la tendencia continúa, las medidas extremas, al parecer, serán inevitables
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El mensaje “cada gota cuenta” y las sanciones, hoy, parecen paisaje. A pesar de que la crisis hídrica aún no se supera, los bogotanos empezaron a gastar más agua de la que se consumía antes del racionamiento. La situación, sumada al clima seco, se evidencia en el sistema Chingaza, que cumple 22 días en caída libre, perdiendo el terreno que se había ganado en los primeros meses de la restricción. Si la tendencia continúa, las medidas extremas, al parecer, serán inevitables
En especial, porque lo que atraviesa la capital no es producto del azar o exclusivo del fenómeno de El Niño, que parece obstinado en seguir sofocando a los capitalinos. Los embalses Chuza y San Rafael vienen en un paulatino deterioro que comenzó el 21 de agosto de 2021, cuando se reportó un nivel por encima del 98 %. Desde entonces, las represas no han vuelto a ese nivel y año tras año la recuperación ha sido lenta, alejándose de los registros históricos, que brindan tranquilidad. El declive se nota al comparar el nivel de llenado para el 2 de septiembre de los últimos cuatro años. Mientras en el 2021 llegó a 97,8 %, en el 2022 cayó a 78,3 %; en el 2023 apenas alcanzó 62,9 %, y este año fue de 48,9 %.
El último año fue particularmente crítico, como se hizo evidente en agosto del 2023. En las últimas décadas, agosto ha sido el mes en el que los embalses Chuza y San Rafael están a tope, reportando niveles de llenado por encima del 90 %, suficientes para garantizar el abastecimiento hasta abril (cuando se reinicia el ciclo de llenado, con la temporada de lluvias) y para tener reservas ante cualquier contingencia. Sin embargo, en agosto del año pasado no solo los niveles apenas superaron el 60 %, (como si ya hubiera agotado las reservas de cinco meses), sino que se enfrentó una fuerte sequía. La crisis estaba anunciada.
A partir de ahí, ese desfase del 30 % se mantuvo y el sistema cayó en picada, a niveles nunca reportados. En enero cayó por debajo del 38 % (alerta amarilla); en febrero, por debajo del 28 % (alerta naranja), y en marzo cayó por debajo de 16 % (alerta roja). Esto obligó a decretar el racionamiento (diario y por zonas) a partir del 11 de abril y a pedirles a los ciudadanos ahorrar agua.
La aspiración de la administración, como parte del manejo de la crisis, era que el consumo diario en los hogares llegara a 15 metros cúbicos por segundo (m3/s), para aguantar hasta que volvieran las lluvias, y lograr que al 31 de octubre el nivel de los embalses llegara al 70 %, con lo que se podría evitar un 2025 lleno de afugias en materia hídrica.
Retroceso
Y la medida, aunque tardía, tuvo efecto. Entre el 11 de abril y el 30 de junio, mientras se mantuvo el racionamiento diario, la ciudadanía redujo el consumo a un promedio de 16 m3/s y los embalses ganaron en promedio 900.000 m3 diarios. Esto permitió que en 81 días el sistema Chingaza recuperara el 26,5 % de su nivel, pasando de 16,3 % a 42,8 %. Cada tres días ganaba un punto porcentual. Incluso, el propósito de llegar, al menos, a niveles similares al 2023, se estaba logrando para finales de junio.
Pero, sin conocer los cálculos (técnicos o políticos) que hizo la administración, se flexibilizó el racionamiento. A partir del primero de julio la restricción pasó de ser diaria a implementarse cada dos días. El panorama cambió y el impacto se sintió de inmediato: la recuperación de los embalses se hizo más lenta. Hasta el 14 de agosto, la ganancia diaria en metros cúbicos pasó a un promedio de 600.000 m3, y en 45 días solo subió 10 % (pasó de 42,8 % a 52,29 %), lo que equivale a un punto cada seis días.
A medida que pasaban los días, los bogotanos también flexibilizaron sus medidas de ahorro, porque los reportes de consumo, en vez de acercarse a los esperados 15 m3/s, superaron de nuevo los 17 m3/s, cifra registrada antes del racionamiento. Y, sin las anunciadas lluvias del fenómeno de La Niña, la tendencia de recuperación se rompió. Desde el 15 de agosto el sistema Chingaza volvió a descender y ya completa 22 días perdiendo a diario 400.000 m³ en promedio.
Con el actual nivel de llenado del sistema Chingaza, que es inferior al que se registró por estas fechas del año pasado, es claro que no hay margen de maniobra. Si no llegan las esperadas lluvias y si los ciudadanos no toman conciencia de la situación, el panorama no será alentador. Un racionamiento endurecido, con zonas más amplias o por lapsos más prolongados, entrará a la baraja de opciones, con el único propósito de poder abastecer a la ciudad el próximo año. El mensaje es claro y es mejor acatarlo, para que luego no se tenga que lamentar.
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