“¿Buenas?”: así es la titánica labor de un reconocedor catastral en Bogotá
Andrés Parra carga una maleta verde con lo necesario para su jornada. A las 7:00 a.m. nos encontramos y vamos rumbo al barrio La Estancia, en Ciudad Bolívar. Fue la localidad que le asignaron esta jornada, donde visitará predios que están delimitados en un plano que dice “Sector La Primavera I”. A primera vista nadie lo entendería, pero gracias a su profesión como ingeniero topográfico todo es claro para él.
María Angélica García Puerto
Tiene 41 años, nació en Cali y lleva siete años trabajando en la Unidad de Catastro Distrital. Antes estuvo en el DANE, en el proceso de actualización cartográfica de Cundinamarca, Boyacá y Huila. “Me gusta lo que hago, porque puedo estar en campo y en la oficina. He conocido Bogotá por este trabajo”.
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Tiene 41 años, nació en Cali y lleva siete años trabajando en la Unidad de Catastro Distrital. Antes estuvo en el DANE, en el proceso de actualización cartográfica de Cundinamarca, Boyacá y Huila. “Me gusta lo que hago, porque puedo estar en campo y en la oficina. He conocido Bogotá por este trabajo”.
Él es uno de los 15 reconocedores castastrales que hasta final de año estarán recorriendo 19 de las 20 localidades para conocer los principales cambios físicos en cerca de 21.000 predios que no se reflejan en la base catastral. Una tarea nada sencilla, pues debe fotografiar en el interior de los inmuebles, algo necesario para evidenciar que las características físicas censadas corresponden con la realidad.
“¿Buenas... estoy buscando a la señora Nubia?”, pregunta a una mujer que se asoma desde una ventana del tercer piso, con una toalla puesta. -“Es la dueña”, responde. - “Soy funcionario de Catastro”. -“Nosotros somos inquilinos”. -“¿No tiene contacto con la propietaria?”, intenta Andrés. -“Me tocaría llamarla, porque vive en Medellín”. -“¿Ustedes recibieron una notificación”. -“No sé”, señala la mujer. -“¿Hay alguien que me permita el ingreso? -“Me iba a bañar, estoy en toalla”, contesta la mujer.
Ante el fallido intento, Andrés asegura que esto es usual y dificulta el trabajo de campo. Puertas cerradas en la cara o perros sueltos, que ladran mostrando los dientes. “Una vez uno me iba a morder, pero puse el brazo y el plano me salvó. Se comió una esquina”, recuerda riendo. O peor, intentos de robo. “Uso una cámara y guardo el celular. En 2019, en Engativá, intentaron robármela, pero la tenía atada a la mano y solo la golpearon”.
Luego de no “bajar bandera”, como popularmente se dice, caminamos a otra manzana, marcada en la cartografía con un color que especifica su uso residencial, comercial o mixto. Es un callejón estrecho donde solo pasa un vehículo. Nos topamos con otra casa, también extensa y de tres pisos. “Son máximo tres revisitas. Entonces, a medida de que voy haciendo el recorrido, espero al menos 15 minutos. Si no me atienden, voy a otro predio y luego regreso. Si definitivamente no se pudo verificar, lo reporto”.
Bajo el sol, Andrés carga varios planos y hojas. Me cuenta que tiene un paso a paso para su trabajo en campo. Primero, con la cartografía revisa la información gráfica y “con la nomenclatura verificamos que estemos donde es”. Luego mira por qué se planeó la visita, si fue por cambios en las áreas construidas, el uso del predio o las clasificaciones. “Puede haber un nuevo piso o haber demolido la construcción y pasó a ser lote. Ya adentro verifico los terminados: cocina, baño, estuco en la pared”. Luego toma una foto lateral al predio “para ver cuántos pisos tiene” y una de frente. Lo hago para saber dónde empecé y con base en las fotos, en la oficina, verifico los cambios a reportar”.
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Es así como va por su segundo intento de entrar a un inmueble previamente “marcado” por prereconocedores. Timbra. Pasan algunos minutos y desde una ventana sale una mujer joven. -“Usted sería tan amable, ¿don Ricardo?”. -“No está”. -“No sé si tenían conocimiento de una visita...”. -“Sí, permítame un momento”, responde.
Al cabo de unos minutos se vuelve a asomar, pero esta vez desde la ventana de la sala. Le pide identificarse. “Esta es mi carta de presentación. Si quiere puede entrar a la página de la entidad y verificar que sí soy funcionario”. “Permítame un momento”, dice la joven.
Tras unos minutos más decide abrir la puerta. Aún afuera, Andrés le explica el proceso, pero una adulta mayor aparece en escena y, escéptica, le dice en tono fuerte. -“Soy lideresa comunitaria. ¿Por qué es esta visita? -“Sí, con gusto le explico. Es el censo mobiliario, que se hace cada año en Bogotá con algunos predios, que hay que corregir cierta información en Catastro”. -“¡Ah! Es que como acá tenemos la duda de que va a pasar ese metrocable, pensamos que era por eso”. -“No señora, eso ya es con otra entidad”, argumenta Andrés.
Finalmente recibe el tan anhelado “siga”. Él pide permiso para empezar en el último piso e ir bajando. En esta ocasión, en la terraza, nos reciben dos perros amables que solo nos olfatean. “¿Son habitables todos los pisos? ¿Tiene los mismos acabados? ¿Cuántos baños y cocina tienen?”, pregunta, mientras toma fotos. Al final pide el nombre de la persona que recibió la visita. “A veces es difícil confiar. El tema de la seguridad aquí es complicado. Se meten con escalera humana a las casas. Por eso preferimos que esperen, para consultar y verificar”, asegura Nelcy García.
Andrés dice que en un mes puede visitar 200 predios. Cuando en el inmueble solo hay un adulto mayor, “hago la entrevista desde afuera”, y si es un menor de edad, “por supuesto no entro. Y le digo que les entregue esta carta a los papás o si conoce al propietario”. A veces le ofrecen tintico y le hacen charla. Pero el tiempo siempre apremia.
Mientras hablamos, una pareja se acerca y le pregunta si es funcionario de la Alcaldía y qué está haciendo. Él les explica y le piden si, por favor, puede pasar a su predio. Nuevamente es otra casa de tres pisos, con apartamentos arrendados. “Uno se sorprende cómo viven en espacios tan pequeños. Entras a un solo piso y encuentras cuatro apartamentos. Hay demasiada gente viviendo en un mismo predio”, asegura, al preguntarle cuáles han sido esos cambios de vivienda que ha notado en sus siete años de trabajo.
La jornada acaba en otra casa que tiene uso mixto, pues arrienda a varios negocios. Un hombre nos da acceso y mientras Andrés nuevamente le hace las preguntas de rutina y toma fotografías, se queja de que tras una visita el impuesto le aumentó. -“No es rentable tener casa con locales”, señala. -“Cada vez que hay un cambio en el predio se debe generar un nuevo avalúo, dependiendo de cómo se esté moviendo el costo del metro cuadrado en la zona”, le explica Andrés.
Es así como con un gracias de mi parte y una confesión de haber estado nervioso por la entrevista, Andrés seguirá recorriendo las calles y tocando puertas, con empatía y mucha paciencia, de la primera ciudad más grande y con mayor población del país. “La idea es hacer el trabajo lo mejor posible”.
¿Cuáles son las proyecciones de Catastro con este nuevo censo inmobiliario?
El censo de 2023, en la zona urbana de Bogotá, reveló que hay más apartamentos, pero de menores dimensiones (40 m²). Siendo precisamente la propiedad horizontal, la que representó el 67 % de los predios que continúan en crecimiento en la capital, principalmente en Suba, Bosa, Los Mártires y Kennedy.
Será el 1 de enero de 2025 cuando se conozca este nuevo censo inmobiliario que se desarrollará hasta diciembre. Mientras tanto, Olga López, directora de Catastro, proyecta que en los resultados “seguramente vamos a encontrar nuevamente un número promedio de nuevos predios, tal vez cercano a los 40.000. Asimismo, una vez más, van a predominar las propiedades horizontales y seguramente seguirán creciendo los estratos dos a cuatro”, acotó en entrevista con El Espectador.
Según datos con corte a 2023 de Camacol, en Bogotá, la venta de unidades residenciales se desplomó 34,3 %, mientras que los lanzamientos lo hicieron, a su vez, en un 33 %. Expertos han instado a no construir más, sino mejorar lo que tenemos. “La mejora es algo que Catastro no se ve reflejada tan precisa en el inventario. Sé que hay más o menos predios, dependiendo la necesidad y comportamiento del mercado. Una tendencia, por ejemplo, es cada vez más alturas o apartamentos y casas pequeñas porque ya no hay familias tan grandes. La ciudad ya no cuenta con muchos lotes para desarrollar. Entonces hay que pensar en alturas”, indicó López sobre también hacia donde avanza la ciudad en términos de desarrollo urbanístico.