“Cada vez es más difícil durar en el mando del Tren de Aragua en Bogotá”
Pese a que delitos como el hurto disminuyen, otros como el homicidio y la extorsión van en aumento. ¿A qué se debe? El secretario de Seguridad, César Restrepo, responde a esta y más preguntas sobre el panorama en la capital.
Juan Camilo Parra
La percepción de inseguridad es una sensación ciudadana difícil de combatir y se requiere mucho trabajo para lograrlo. Y pese a que siempre resonará más un delito que una captura, el objetivo es golpear a las estructuras criminales hasta devolverles la tranquilidad a los ciudadanos. Sobre la estrategia y otros temas habló César Restrepo, secretario de Seguridad, con El Espectador.
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La percepción de inseguridad es una sensación ciudadana difícil de combatir y se requiere mucho trabajo para lograrlo. Y pese a que siempre resonará más un delito que una captura, el objetivo es golpear a las estructuras criminales hasta devolverles la tranquilidad a los ciudadanos. Sobre la estrategia y otros temas habló César Restrepo, secretario de Seguridad, con El Espectador.
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¿Cómo se ha reconfigurado el crimen en Bogotá?
En Bogotá el crimen no es nuevo. Siempre han existido grupos, aunque en el pasado eran de carácter nacional. Muchos fueron golpeadas a mediados de 2015, con intervenciones en zonas como María Paz. Iniciado 2019, los golpes se redujeron y llegó la pandemia. Mientras el Gobierno se concentraba en la contingencia, el sistema criminal se recompuso con un elemento adicional: un alto flujo migratorio, que aprovecharon las bandas delincuenciales. Adicional, durante el estallido social, que duró 80 días, estos grupos terminaron de fortalecerse y se fracturó la relación entre ciudadanía y Policía. Recuperar esa confianza es clave en nuestra estrategia.
¿Qué tenemos hoy en las calles?
Este contexto robusteció los negocios de estas organizaciones, como el microtráfico, el hurto y la extorsión. Hoy hay una fusión de servicios de crimen entre grupos locales y transnacionales. Este proceso formó “marcas”, como los Satanás o el Tren de Aragua. Es decir, se despejó el camino para cocinar algo que en Bogotá no existía: crimen organizado.
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¿Qué ha hecho la administración?
Desde el 1° de enero nos dedicamos a desinflar esas organizaciones que se engordaron en los últimos cuatro años y pensaron controlar territorios completos, algo impensable en una ciudad grande. Este año, solo en la zona de Patio Bonito, El Amparo y María Paz, hemos capturado a 130 personas, entre ellas 25 cabecillas. El comandante de la Policía de Bogotá tiene la tarea de desinflar la extorsión, el homicidio y los negocios criminales.
¿Cómo van con el Tren de Aragua?
Esta banda se nutre del flujo migratorio y muchos son criminales que vienen de zonas frágiles, donde aplican violencia extrema e incluso santería. Este año hemos capturado a 32 delincuentes, y la última fue “Francesca”, criminal que constreñía a las trabajadoras sexuales por orden del alias “Giovanny”, segundo al mando del Tren de Aragua, quien huyó de la capital porque no aguantó la presión de las autoridades. Esa presión de la Policía, la Fiscalía y la Brigada XXIII del Ejército ha sido constante y articulada. Gracias a esto hemos atrapado a “Gabriel”, “Osmer”, “Abeja”, “Alfredo”, “Francesca” y otros que están involucrados en toda la línea criminal. Cada vez es más difícil para estos delincuentes estar al mando de estas organizaciones.
A octubre, el homicidio creció 10 % y la extorsión el 70 %. ¿Por qué siguen subiendo esos indicadores?
Tenemos que ver la fase en la que estamos. Los golpes y las capturas a estas organizaciones las ha debilitado, pero también las ha vuelto más violentas, tanto entre ellas como contra nosotros. Constantemente estas bandas intentan recomponer la estructura y, cada vez que la Policía da un golpe, se recogen. Este aumento del homicidio, entre julio y septiembre, es la reacción del sistema criminal al resultado de las instituciones.
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¿Qué causó que septiembre fuera el mes más violento?
La tendencia del sicariato desde 2020 es ascendente. Estamos frente a un tren directo al aumento, y nuestro trabajo es descarrilarlo. Este año, de enero a junio, hubo un incremento de sicariatos por esa reacción criminal, pero encontramos que al menos el 10 % de las víctimas tenían orden de captura vigente y el 60 % tenían anotaciones o estaban involucradas con actividades irregulares. Ese es un sicariato entre bandas que dejaron de estar cómodas.
¿Y la extorsión?
La extorsión es una expresión del crimen que aprovecha los espacios libres, como el que se da cuando la ciudadanía siente que no hay protección en la denuncia. Esto, en parte, por esa fractura entre la Policía y la comunidad, tras el estallido social. Ahí el criminal tiene más campo de acción. Además, hay una divergencia en las cifras, no porque los informes estén errados, sino porque apenas estamos conociendo la magnitud de la situación, promoviendo la denuncia, y la tarea es hacer coincidir esos indicadores.
¿Cómo explica el aumento?
Es paradójico, porque muchos de los críticos dicen que llegaron el alcalde Galán y el secretario Restrepo, y desde entonces se subió la extorsión. Y no es cierto. Lo que sucede es que estamos reflotando el iceberg, viendo la verdadera magnitud del problema, lo que nos permite saber a ciencia cierta en dónde y cómo están sucediendo las cosas. En esa lucha, como en la salud, es necesario conocer la enfermedad. Sabemos que el Inpec no ha podido contener del todo a “Satanás” y hay información de que cada tanto este delincuente coordina extorsiones. Esto ilustra otro aspecto: falta una discusión nacional más profunda sobre esto. En lo local, Bogotá lo está enfrentando, pero hay acciones que superan el gobierno local.
¿Subió el tráfico de armas?
Colombia hoy tiene un gran problema de disponibilidad de armas, que quedaron de la confrontación armada pasada. Si a eso se le suman 2.600 toneladas de producción potencial de cocaína al año, las zonas controladas de explotación ilegal de oro y tres fronteras con flujos de crimen transnacional sostenido, lo que se tiene es una gran crisis de tráfico de armas en Colombia, que debería estar siendo enfrentada por una estrategia de orden nacional que no existe hace años.
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¿Qué les responde a quienes dicen que “Bogotá no camina segura”?
Bogotá no ha caminado segura hace mucho tiempo. Aquí se cocinó el crimen en los últimos años, y nuestro reto es detener ese proceso e iniciar el retroceso de las bandas criminales. Esto tomará tiempo y desafíos. Aquí seguiremos esforzándonos para descomponer el crimen común. Si nos detenemos ahora, perdemos. Este es un proceso de recuperación y transición, en el que participan todas las entidades. Solo la ciudad, en trabajo con todas las dependencias del Distrito, podrá reconstruir los problemas de seguridad profundos de la ciudad.
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