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Un frenesí de compras llamó la atención del encargado de una tienda deportiva en el norte de Bogotá. Dos mujeres, en compañía de menores de edad, y una persona que se comportaba de manera extraña, adquirían zapatillas y gorras deportivas como si no hubiera mañana y el dinero entre sus manos fuera infinito.
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Nada más lejos de la realidad. Aquella persona particular, con aspecto cansado y maneras somnolientas, era nada menos que un agente norteamericano de la Drug Enforcement Administration (DEA, por sus siglas en inglés) que llevaba un par de días de desaparecido. Las mujeres a su lado, además de los niños, conformaban una treta para desocupar las cuentas del ciudadano extranjero que estaba bajo los efectos de la escopolamina.
La última vez que los conocidos de Israel Cárcamo le vieron, fue el sábado pasado, en pleno fervor por las fiestas de amor y amistad. Llevaba algunas semanas en Colombia como parte de una comisión norteamericana de la DEA en el país que transcurría en total tranquilidad hasta que, en medio de una escapada de la que se desconoce si estaba autorizada, el agente decidió ir a disfrutar el encanto que la Bogotá nocturna brinda a quienes recién la conocen.
El lugar elegido por el agente fue la Zona T, popular por sus restaurantes y lugares de rumba. De allí desapareció de manera misteriosa, para la intranquilidad de sus compañeros, que dado el estatus del ciudadano extranjero, pudieron haber formulado mil y una hipótesis escabrosas sobre su paradero.
48 horas después, una caja registradora marcaba la cifra de $3 millones de pesos. Frente a ella, una persona con la mirada perdida que, sin saber a ciencia cierta en donde estaba, solo se limitaba a pasar su tarjeta de crédito para adquirir todas las prendas que dos mujeres y un niño añadían a la bolsa.
Esta actitud le pareció sospechosa al encargado de la tienda, que para verificar que su cliente no estuviera entregado al deseo de comprar producto de alguna droga misteriosa, se comunicó con las autoridades. Minutos después, varios efectivos de la Policía hicieron presencia en la zona para comprobar el estado del misterioso hombre de la mirada perdida.
En efecto, se trataba de Israel Cárcamo, un agente antinarcóticos que había sido presa de una droga tan poderosa, que incluso a un individuo entrenado como él, despojó de toda voluntad para luego dejarlo a merced de dos mujeres y unos niños instrumentalizados para cometer el ilícito.
De inmediato, estas dos mujeres fueron capturadas y puestas a disposición de la autoridad competente para ser judicializadas. Entre tanto, a los menores se les restablecieron sus derechos, por parte del personal capacitado en infancia y adolescencia.
La mercancía, así como la tarjeta, fueron recuperados por las autoridades, desconociendo si puedan ser del gusto del ciudadano norteamericano, al que por fortuna no le ocurrió nada.
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