Lo primero es dejar de lado los prejuicios. No partir de que los ¨otros¨ son malos y nosotros somos buenos. Todos queremos una sociedad más igualitaria. Entonces la discusión es sobre los medios, no sobre el fin. El principio fundamental es la democracia y su principio fundamental es que todos los ciudadanos somos iguales ante la Ley. Una consecuencia de esto es que el interés general prevalece sobre el particular.
La mayor igualdad no puede buscarse a costa del crecimiento económico. Los colombianos quieren niveles de ingreso y consumo mayores, y por eso cientos de miles se están yendo cada año. El mundo entero aceptó hoy que el comunismo fue un fracaso en términos de generar crecimiento económico e, incluso, en términos de generar igualdad. En contraste, nuestro país ha progresado mucho y nuestra democracia ha redistribuido y redistribuye recursos de múltiples maneras.
Hay que creer a expertos y estudiosos, para conversar con base en información cierta, no en opiniones derivadas de percepciones emocionales personales. Debemos recordar que Colombia es un país con diferencias regionales marcadas, culturales, climáticas, en niveles de ingreso, infraestructura. Tienen necesidades diferentes.
La Colombia de hoy no es mayoritariamente rural como la de 1960. Hoy el 18% de los colombianos viven en el campo y el 82% en las ciudades. En las próximas décadas el porcentaje urbano aumentará más y el rural disminuirá, como ha ocurrido en todas partes del mundo a medida que hay desarrollo.
La reforma urbana es por lo menos tan importante como la rural. Hay que intervenir la tierra suburbana, hay que invertir recursos públicos en la compra de tierra para viviendas y para parques. Si se salva un lote para parques, le hará la vida más feliz a cientos de miles por cientos de años. Para la equidad en una sociedad urbana se requiere calidad de vida urbana para todos y eso implica acceso a transporte público, aceras, oportunidades educativas, culturales y deportivas.
La democracia debe respetar al máximo a las minorías, pero de todos modos es un sistema en que gobiernan y deciden las mayorías, y no minorías privilegiadas, de cualquier tipo que estas sean. Todos los colombianos tienen el mismo derecho al territorio, a recorrerlo, a disfrutarlo, a trabajarlo.
Hay que partir de la verdad. No obstante tener una geografía muy difícil, Colombia se ha transformado positivamente en los últimos 70 años y especialmente en los últimos 30 años. Aunque falta mucho, los colombianos, incluyendo a los más necesitados, han progresado enormemente. La democracia colombiana ha redistribuido y redistribuye recursos.
Con todas sus fallas, el Estado colombiano ha sido un sistema progresivo que ha mejorado radicalmente los niveles educativos y la cobertura en salud, aporta billones en subsidios a los más necesitados a través de diversos programas, cobra impuestos y tarifas altas a quienes tienen más e invierte la inmensa mayoría en los sectores populares.
Hay muchos bandidos y corruptos que tienen dinero. Pero la mayoría de la gente adinerada lo ha conseguido con estudio, trabajo y esfuerzo. Necesitamos crear condiciones para que sigan invirtiendo en Colombia y para que ciudadanos y empresas extranjeras también lo hagan.
La eficiencia es importante. Hay que usar bien los recursos escasos. Hay que buscar la manera de lograr producir la mayor cantidad, con la mejor calidad, y al menor costo. Hay que eliminar las entidades y empresas públicas que sobren y reducir las nóminas excesivas. Es posible que empresas privadas, con controles, presten servicios públicos con mejor calidad y a menor costo, que empresas o entidades públicas, aún si esas empresas privadas ganan dinero.
El sector privado, como un contrapeso del Estado, es importante no solo para el desarrollo económico, sino para que funcione bien la democracia.
Hay un gran problema de corrupción. Debe ser claro que cualquier ingreso que alguien reciba por algo que haga o deje de hacer en un cargo público, por elección o nombramiento, distinto del sueldo, es corrupción. Hay que hacer reformas para minimizar la corrupción en el sector público.
Que alguien esté armado, o que salga a la calle a expresarse en grupos numerosos, no le da más derecho a influir sobre las decisiones de Estado, que el que tiene el ciudadano que cumple la Ley, o se queda en su casa, y vota.
Un grupo amplio de ciudadanos ha decidido que no va a trabajar para generar ingresos, sino que va a robar, extorsionar, secuestrar, llevar a cabo toda suerte de actividades ilegales que deterioran gravemente la vida de los demás. Las sociedades, desde las más primitivas, se han organizado sobre la base que la primera obligación del Estado es hacer cumplir las normas y sancionar a quienes las violan.