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Un aberrante caso de violencia sexual, en el que un padre abusó de su propia hija durante más de diez años, fue esclarecido en las últimas horas por la Fiscalía Cundinamarca. El señalado de abusar de su progenitora fue capturado en la localidad de Tunjuelito, en el sur de Bogotá.
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Unidades del CTI llegaron hasta la carrera 53 con calle 8 sur, en donde efectuaron la captura del sujeto en vía pública. Las denuncias fueron cruciales para ponerle fin a los vejámenes de los que era víctima la menor de edad en su vivienda en el vecino municipio de Soacha.
Según el ente investigador, desde el 2014 la menor era abusada. “El capturado agredió física y sexualmente a la menor desde que tenía 6 años de edad, continuado teniendo en cuenta que en la actualidad la menor tiene 17 años de edad”, indica el informe de captura de la Fiscalía.
El capturado será imputado por los cargos de acto sexual con menor de 14 años, y acto sexual violento agravado. El delito podría aumentar teniendo en cuenta la relación biológica que tiene el capturado con la víctima. Según el Código Penal, por el primer cargo podría incurrir en prisión de doce a veinte años; por el acto sexual violento, la pena oscila entre los ocho y dieciséis años de cárcel.
Cabe recordar que las mujeres, niños, niñas y adolescentes, son, como en la mayoría del país, las principales víctimas de delitos sexuales. Al analizar las denuncias que se recibieron el año pasado en el departamento de Cundinamarca, se tiene que las mujeres representan el 86,4 % de casos. En Bogotá, la proporción también es alta, pero menor: 75,6%. “En lo corrido del 2023 hemos registrado 822 mujeres vulneradas. El segundo segmento de población víctima son los menores, cuyas edades se ubican entre los 0 y 13 años, con 149 casos reportados”, señaló el año pasado el director de fiscalía Cundinamarca.
Según Stefanny Guerrero Aldana, psicóloga con enfoque clínico y educativo, detrás de esto hay una explicación: “En el caso de las mujeres, seguimos siendo objetivizadas en entornos sociales. Los imaginarios machistas y la cultura, que permite agresiones contra mujeres, prevalecen en entornos rurales, donde pareciera que la mujer es un ‘bien público’, si la ven andando de una u otra forma sola en la calle, a comparación de lo que ocurre en las ciudades”.
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