Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
David Nieto, Edison Rojas, Luis Soler y una mujer (que pidió no ser identificada) no se conocen, pero tienen algo en común: quemaduras en el rostro tras ser atacados con agentes químicos. En sus relatos hay similitudes en el método, los síntomas y los sitios donde los agredieron. Los cuatro ocurrieron en Chapinero y Los Mártires, en un lapso de tres semanas (entre octubre y noviembre) y, según una de las víctimas, involucran a una estructura, que lo hace para reducir a los transeúntes y asaltarlos.
Aunque las autoridades anunciaron acciones para intentar contener un posible aumento de casos, la Policía insiste en que los hechos recientes son casos aislados y no una nueva modalidad de atraco, pese a que a tres de las víctimas sí les robaron elementos de valor como billeteras y celulares. “No hemos identificado una nueva modalidad de robo, sino disputas alrededor de servicios. Por eso hemos establecido elementos adicionales para tratar de identificar a estos agresores”, dijo el coronel Jairo Baquero, comandante operativo de la Policía Metropolitana.
>LEA: Aumento en el pie de fuerza, la estrategia de la alcaldesa para el fin de año
Cifras del Instituto de Medicina Legal evidencian que este año los ataques con agentes químicos (47 entre enero y noviembre) se están acercando a la misma cantidad de casos del año anterior (50 entre enero y diciembre), y a su vez revelan un dato particular: el aumento de víctimas de género masculino, pues en el 2020 fueron 22 los afectados y en lo corrido del 2021 van 24. En cuanto a las mujeres, el delito disminuyó, al pasar de 28 en 2020 y a 23 en 2021.
Difícil judicialización
Independiente del motivo detrás de la seguidilla de ataques con ácido en Bogotá, lo preocupante es que contrarrestar esta situación no parece tarea fácil para las autoridades. Hoy la ley no castiga a quien compre, porte o manipule estas sustancias. Para aplicar una acción penal, el sujeto debe ser capturado al menos intentando cometer un ataque (lo que en ocasiones resulta demasiado tarde), para procesarlo por el delito tipificado como lesiones con agentes químicos, ácidos o sustancias similares.
Entonces, ¿cómo ejercer mayor control? Expertos en temas de seguridad plantean una posible solución: la regulación de venta libre de sustancias químicas, debido a que es imposible hacerle seguimiento a una botella de ácido, que podría ser usada para actividades industriales o cometer un delito, pues hoy no se puede determinar cuánto producto se vende al año y sus compradores.
Así mismo, se habla de endurecimiento de penas para quienes incurran en este delitos. Hasta ahora, la Ley 1773 de 2016 señala que quien lesione con agentes químicos podría ser condenado a veinte años de prisión y recibir multas que superan los 200 salarios mínimos, pero si dicho ataque ocasiona “deformidad o daño permanente, pérdida parcial o total, funcional o anatómica”, podría enfrentar una pena hasta de treinta años de cárcel.
Le puede interesar: Este lunes se inicia el cobro en las zonas de parqueo pago de Bogotá
Y es aquí donde surge otra dificultad para las autoridades: probar el delito. El ejemplo está en el caso de Luis Soler, quemado el pasado 29 de octubre, en la calle 60 con carrera 13. Sus agresores, a pesar de haber sido detenidos por la Policía, quedaron libres, porque “no les encontraron la sustancia con la que cometieron el delito”, aun cuando su víctima podría quedar ciego.
“Existió negligencia de la Policía. El uniformado que me atendió en la estación, adonde me llevaron con los dos agresores, dijo que no podía poner denuncio, porque era muy tarde. A pesar de que tomó los datos de los que me atacaron, los dejó libres y ahora manifiestan que yo no quise denunciar”, indicó Soler.
Su parte médico no es positivo, y aunque intenta asumir la situación de la mejor forma, sabe que salir bien librado no será posible. Después de que el ácido (mezcla de amoníaco, agua y gasolina) le cayera en los ojos, tuvo que ser intervenido quirúrgicamente en dos oportunidades, en donde le hicieron injertos de membrana. En las próximas semanas tendrá que ser operado de la córnea, pero los procedimientos no le garantizan volver a ver.
Una situación similar vive David Nieto, atacado en la calle 65 con carrera 13, justo el mismo fin de semana cuando ocurrió el caso de Soler. Él relató que cuatro sujetos le pidieron dinero y enseguida le lanzaron un líquido, que le quemó el ojo izquierdo. La lesión le impide ver con plenitud. La tercera víctima fue una mujer, de 22 años. Ella, junto a pareja , iba por el centro de la capital, cuando fueron abordados por un grupo de mujeres, que le rociaron un líquido en el costado derecho del rostro. Por suerte la quemadura no reviste gravedad, aunque sí se evidencia la agresión en su pómulo.
Otro que está en delicado estado de salud es Edison Rojas, el taxista que el pasado 14 de noviembre fue quemado por la pasajera que había recogido en la misma zona en donde Luis y David fueron atacados. Los médicos dicen que sus pulmones están afectados, porque alcanzó a inhalar la sustancia y en por lo menos el 70 % de su rostro tiene quemaduras de primer grado. Por ahora está sedado y hasta que sus ojos no desinflamen no se podrá confirmar qué lesión tiene.
Para la doctora Karol Vásquez, decana de la Facultad de Terapias Psicosociales de la Universidad Antonio Nariño (UAN), estos casos no solo tienen serias repercusiones en las víctimas, sino también en la ciudadanía en general, porque se propaga el temor de salir y ser blanco de esta modalidad de hurto.
“Esto está aumentando la percepción de inseguridad. La ciudadanía percibe que está desprotegida y expuesta. Además, crea un fenómeno social en donde nos cuestionamos qué está pasando en la sociedad y por qué algunas personas están llegando a esos límites”.
Y agrega: “El uso de esas sustancias nos refleja parte del problema de la salud mental de la sociedad, porque al usar un ácido se genera un daño irreversible, por lo que este elemento termina convirtiéndose en un arma letal. Este fenómeno había estado ligado a la violencia de género, pero por lo visto rompió esa barrera y ahora es una modalidad que se da en otros escenarios, como es la delincuencia común”.
Por ahora, a las cuatro víctimas solo les queda esperar que la medicina les permita recuperar su vida y que las secuelas sean mínimas con tratamientos. Mientras que la justicia hace lo propio, ellos cada mañana se tendrán que mirar al espejo y este les recordará lo que vivieron. Confirmarán la fragilidad de la vida y los alcances de las redes delincuenciales que, aunque las autoridades lo nieguen, parece que van un paso adelante de ellas.