Chao, plástico; hola, “eco-friendly”: proyectos que dan una nueva vida al material
Los residuos no biodegradables, como el plástico, siguen siendo un problema para la ciudad. Solo el 17 % de las basuras se reciclan. Y aunque el llamado es a fortalecer un sistema integral de gestión de residuos, proyectos bogotanos aportan al menos un grano de arena, para reducir ese impacto medioambiental.
María Angélica García Puerto
“Nuestro planeta se ahoga en un mar de plástico”, es la advertencia del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, UNEP (por sus siglas en inglés). Y es que, según esta ONG, hoy en día el mundo produce alrededor de 400 millones de toneladas de desechos plásticos cada año, de los cuales aproximadamente el 85% terminan en vertederos o como desechos no regulados. De seguir esta tendencia histórica, pronostican que la producción mundial de plástico primario alcanzará los 1.100 millones de toneladas en 2050.
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“Nuestro planeta se ahoga en un mar de plástico”, es la advertencia del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, UNEP (por sus siglas en inglés). Y es que, según esta ONG, hoy en día el mundo produce alrededor de 400 millones de toneladas de desechos plásticos cada año, de los cuales aproximadamente el 85% terminan en vertederos o como desechos no regulados. De seguir esta tendencia histórica, pronostican que la producción mundial de plástico primario alcanzará los 1.100 millones de toneladas en 2050.
En Colombia, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), se usan en promedio 1.885 bolsas plásticas por minuto y se producen 1,4 millones de toneladas de plástico cada año. Un dato preocupante, con un agravante adicional: este material, en su mayoría, toma siglos en degradarse.
Pero eso no es todo. Según la ONU, el plástico tiene repercusiones en el ser humano en cuanto a su elevada toxicidad, por contener más de 13 mil sustancias químicas, y afecta también a miles de animales marinos, como las tortugas y las aves que pueden morir intoxicadas, ahogadas o con heridas internas.
En cuanto al panorama en Bogotá, según la ONG ambientalista internacional Greenpeace, desde 2019 no se conocían datos de residuos en la capital, por lo que, a partir de un derecho de petición a la UAESP y la Superintendencia de Servicios Públicos, les permitió saber que, durante 2023, los bogotanos generaron y eliminaron casi 2,2 millones de toneladas de basura.
En promedio, al día llegan casi 7 mil toneladas de residuos al relleno sanitario Doña Juana, de las cuales el 30 % son potencialmente reciclable, como vidrio, plástico, metal, desechos industriales, entre otros. De ese porcentaje, casi un 30 % son plásticos de polietileno de baja densidad (botellas de leche, champú, de helado, etc) y PET (botellas de agua, recipientes, dispensadores, bandejas de galletas, etc).
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“En 2019, casi el 60 % de la basura diaria de Bogotá era desecho plástico y aunque las personas han tomado conciencia de la separación de residuos, actualmente sigue estando en el 40 %. Además, cabe anotar que el mayor generador de plástico es la industria y luego los conjuntos residenciales o comerciales, con plástico PET”, explica Tatiana Céspedes, coordinadora de campañas de Greenpeace Colombia.
Los que ponen un ‘pare’ a la mala disposición de los residuos
Los recicladores son una cadena vital para evitar que residuos reciclables y/o orgánicos lleguen al relleno Doña Juana. A su labor, que incluso da una segunda vida al material, se suman varias iniciativas desde la academia que, con curiosidad e ingenio, pueden no solo transformas vidas, sino aportar a un mejor planeta.
Federico Núñez es profesor de Ingeniería Civil, de la Universidad Javeriana, y hace 10 años llegaron a sus manos unos empaques de Tetra Pack, con los que, junto a un equipo de estudiantes, empezó a diseñar viviendas, fabricadas de ese residuo sólido no biodegradable. Su iniciativa ya cuenta con una patente de invención, de la Superintendencia de Industria y Comercio, otorgada el 31 de marzo de 2023.
Su nombre de pila es ‘Homeko’, una casa ecológica y acorde al código colombiano de construcción sismorresistente, pues fue puesta a prueba y pasó simulaciones de sismo de hasta 9 grados en la escala de Ritchter. “La estructura puede servir también como oficina, centro médico, escuela, etc. Mide 13 m² y de altura 2,5, más alta que un apartamento de interés social. Este sistema puede costar $1.800.000 el metro cuadrado, sin acabados. Además, esos cubos se pueden unir, lo que la hace bastante modular y se puede desarmar en un promedio de 6 a 8 horas”, detalla Núñez.
Según el docente, un productor aliado es quien recibe el Tetra Pack de las Asociaciones de recicladores, para así construir una lámina de pared, que requiere, al menos, 46 mil envases posconsumo de ese material. “La empresa quita el cartón, porque puede pudrirse y deja solo el plástico y el aluminio, que son un problema de salud pública, pero que para nosotros se convirtió en el caballo de batalla, porque la hace resistente, al no ser biodegradable, a diferencia de la madera, que si se la comen los hongos y bichos”, explica Federico Núñez.
Aunque a lo largo de esta década, los números y la teoría han acompañado esta innovadora idea, será, en octubre cuando la parte práctica dé el vistazo final, pues los investigadores vivirán por algunos días en cinco casas ‘Homeko’ (con todos los servicios públicos), gracias al apoyo de la Agencia Atenea y Visión 30/30, de la Andi. “Este estudio de uso, en una vereda de Cogua, Cundinamarca, nos dará la oportunidad de mejorar, para luego ofrecer un producto prefabricado de alta calidad”.
A este ingenio, con sello bogotano, se suma también Telar (Tecnología de Empaques Laminados de Alta Resistencia) que, por medio de formulaciones químicas a base de productos naturales biodegradables, buscan cambiar la forma en que las industrias de alimentos llevan el producto final a sus clientes. “Buscamos empaques y embalajes con productos que reemplacen los anillos de plástico en six pack de cervezas”, aseguró Jorge Sofrony, profesor de ingeniería mecatrónica de la Universidad Nacional y quien se encarga de la optimización del proyecto.
Actualmente, dice, el producto es una realidad, pero aún no es posible ponerlo en producción a causa de los costos. “El plástico es más económico y buscamos competir con esos precios, pero sin tener que utilizar cartones especiales para recubrimientos”. Para esto, Sofrony cuenta que están experimentando con fibras de residuos a partir de almidones, caseínas y ceras naturales, a base de plátano, coco y demás, donde trabajan igualmente de la mano del SENA y artesanos locales y regionales. “Hicimos una investigación con Rappi y encontramos también que los empaques de salseros se usan mucho y tienen un volumen de desperdicio bastante alto. Todo esto queremos introducirlo en Bavaria y por qué no, en Coca Cola”.
Un llamado a la Alcaldía
Si bien, casi 12 mil recicladores de la capital han contribuido a extender la vida útil del relleno de Doña Juana, desde Greenpeace hacen un llamado a la administración distrital para que no solo los tenga en cuenta en el nuevo modelo de esquema de aseo, sino se avance en un plan de gestión de residuos y se fomente la separación de basuras en los hogares. Esto, en medio de unos compromisos que adquirió la ciudad en cuánto a reducir sus emisiones en un 15% para 2024, 50% para 2030 y alcanzar la carbono neutralidad en 2050.
“Los plásticos van a durar más que nosotros en la tierra. Solo el 17% de todos los residuos sólidos, incluidos los plásticos, se reciclan en Bogotá, lo cual es inaceptable en la era de la economía circular y la sostenibilidad ambiental. Los residuos sólidos son responsables de una parte significativa de las emisiones de gases de efecto invernadero en Bogotá, y su impacto en nuestros cuerpos de agua y humedales es una amenaza para nuestro entorno natural”, sentencia Tatiana Céspedes, coordinadora de campañas de Greenpeace Colombia.
En el sancionado Plan de Desarrollo se contempla el nuevo esquema de aseo de la ciudad, una vez culminen en febrero de 2026, las áreas de servicio exclusivo, adjudicadas en 2018, por el exalcalde Enrique Peñalosa. De esta manera, a través de la UAESP, se plantea pasar de un modelo lineal, donde los operadores barren, recogen, transportan y entierran los residuos en Doña Juana, a uno de economía circular, que estimule la reducción hasta en 30 % de la basura que llega al relleno, apostándole a la reutilización.
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