Como en el libro, la justicia también dijo: “Nadie mató a Colmenares”
En entrevista con El Espectador, el periodista y escritor José Monsalve habló sobre este caso —que cumplirá once años—, las decisiones judiciales que se han tomado y el cubrimiento periodístico del proceso.
Cada 31 de octubre es una fecha melancólica para la familia de Luis Andrés Colmenares Escobar, quien ese día del año 2010 falleció después de una noche de fiesta junto a sus amigos de la Universidad de los Andes. El próximo domingo no será la excepción, aunque a diferencia de los años anteriores, el 2021 será el primero en donde hayan sentencias absolutorias en firme.
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Cada 31 de octubre es una fecha melancólica para la familia de Luis Andrés Colmenares Escobar, quien ese día del año 2010 falleció después de una noche de fiesta junto a sus amigos de la Universidad de los Andes. El próximo domingo no será la excepción, aunque a diferencia de los años anteriores, el 2021 será el primero en donde hayan sentencias absolutorias en firme.
Pasaron once años y la justicia llegó al punto final de uno de los procesos más mediatizados del país, luego de que, el pasado 19 de mayo, el Tribunal Superior de Bogotá confirmara la absolución de Laura Moreno y Jessy Quintero, a quienes juzgaron como coautoras de homicidio agravado, encubrimiento y falso testimonio. Aun así, la familia Colmenares interpuso recurso de casación —último camino que queda para reversar la decisión en primera y segunda instancia— y el caso llegará a la Corte Suprema de Justicia.
Sin embargo, este caso dejó a su paso un lastre de mentiras, interpretaciones apresuradas y señalamientos hacia tres jóvenes, hallados inocentes por los jueces, que tuvieron que soportar el escarnio público de quienes se niegan a ver los hechos más allá de las pasiones.
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Por ejemplo: que las tres personas que dijeron haber visto la supuesta golpiza a Colmenares aceptaron que les habían pagado para mentir y favorecer la tesis de la Fiscalía; que la segunda autopsia se hizo sin protocolos científicos; que la Fiscalía jamás probó que dos mujeres, de 19 y 20 años, se encubrieron para favorecer un crimen y que la fuerza de las aguas del caño, que se había incrementado por las lluvias torrenciales del 30 de octubre de 2010, fue la que arrastró el cuerpo hasta el lugar donde fue hallado.
Este escenario fue abordado por el periodista José Monsalve en el libro Nadie mató a Colmenares, publicado en 2012, cuando el proceso apenas comenzaba. A la luz de hoy, cuatro sentencias confirman lo que el libro advirtió: la muerte de Colmenares fue un accidente y no un asesinato.
Se ratificó lo que decía su libro. ¿Por qué en el caso hubo doble narrativa?
El caso tiene rasgos que lo hacen muy atractivo: un joven de provincia, dos jóvenes bonitas, una situación en el norte de Bogotá y una noche de Halloween. En ese momento estaba estallando el tema de las redes sociales con fuerza. Los medios con esa sed de clics fueron publicando cualquier cosa y los que estaban prestos a hablar eran quienes alegaban un asesinato.
¿Esa inmediatez llevó a que se hicieran informes tendenciosos?
Sin duda, y pese a los fallos, nadie dice hoy que la justicia esclareció los hechos, sino que los implicados se salieron con la suya. Ese es el problema de los juicios paralelos y este caso tiene elementos de fake news, con las consecuencias que esto conlleva: el mentiroso desaparece, pero la mentira continúa.
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¿El daño a los procesados es irreparable?
Sí y es una injusticia social. Si alguien quisiera conocer del caso, lo primero que hace es googlear y lo que va a encontrar es un universo de contenidos en donde estos jóvenes, que la justicia encontró inocentes, están caracterizados como asesinos y, de cara a la opinión pública, es un clic más poderoso que el pronunciamiento de un juez.
¿Hubo cubrimiento mediático desequilibrado?
Ahí el periodismo tiene una falla: asume que, como cierta afirmación la hace una supuesta víctima, no requiere verificación, sino que por provenir de una víctima es una verdad revelada. Quien haga la verificación encuentra que es insostenible y que riñe con la racionalidad y la evidencia. Como lo dijo la jueza de primera instancia: aquí habló fue la ciencia, que demostró lo que pasó, pero esa conclusión es contraria a lo que dice la familia Colmenares, que son unas afirmaciones conmovedoras, pero insostenibles.
¿Se tergiversó el caso para hacer ver un asesinato en donde no lo hubo?
Sí, la racionalidad y el juicio lógico quedaron desplazados por las creencias, los juicios motivacionales y los intereses. Este caso debería permitir que en este país se haga una reflexión sobre el rol de las víctimas. Nadie duda que una muerte es una situación dolorosa, pero eso no quiere decir que esas personas en duelo puedan llevarse por delante la verdad. Quien revise el proceso encontrará un cúmulo de evidencias testimoniales, técnicas -como análisis a las llamadas-, forenses, científicas, de laboratorio y un desarrollo prolongado que arrojan que la muerte de Colmenares fue un lamentable accidente.
Pero se habló de un homicidio...
El único pronunciamiento que menciona eso fue el fallo de segunda instancia, que absolvió a Carlos Cárdenas, del magistrado Joaquín Urbano. Él dijo eso, pero no en la parte resolutiva, sino en las consideraciones al absolver a Cárdenas, pues lo estaban acusando de la muerte. Eso se resolvió fácil, porque quedó probado técnicamente y con evidencia audiovisual que él estaba durmiendo cuando falleció Colmenares. Pero el magistrado dijo: “aunque Cárdenas es inocente, seguramente a Colmenares lo mataron”. Fue ligero, pues el proceso no se trataba de qué le ocurrió a Colmenares, sino dónde estaba Cárdenas. Es el único pronunciamiento en ese sentido, que obviamente ha acogido con vehemencia la familia Colmenares. De resto, los únicos pronunciamientos de la justicia son los fallos de primera y segunda instancia en favor de Laura, Jessy y Carlos.
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A su manera de ver, ¿por qué los testigos falsos fueron obviados en este proceso?
No puede ser posible que la Fiscalía General de la Nación, en un caso en el que está volcado todo el país, presente un falso testigo, que era un celador, y que con minutas, registros y posterior allanamiento se comprobara que ese señor estaba en otro lugar de la ciudad trabajando aquella noche. Se demostró que estaba mintiendo, se le cayó ese testigo a la Fiscalía y luego llega con un segundo testigo que viene con una historia aún más loca: que apenas se acordó de lo que ocurrió esa madrugada y que además en su memoria guarda las placas de un carro en el que supuestamente movilizaron a Colmenares cuando lo asesinaron. Se le cayó ese testigo porque también quedó claro que estaba mintiendo y entonces salió con un tercer testigo que dice comprobar lo que dicen los dos anteriores, pero este tercer testigo también se le cayó. Los tres confiesan que mintieron a cambio de pagos. Sabemos que funcionaban para condenar a quienes se les pretendía inculpar por un crimen que nunca existió, pero creo que la Justicia ha sido muy timorata en tomar medidas al respecto, porque esos testigos no se animaron de forma individual a salir con esas historias, ellos se presentaron a instancias de la Fiscalía, el fiscal Antonio Luis González los presentó y la familia Colmenares los defendió vehementemente.
¿Las investigaciones contra el fiscal Antonio González, Máximo Duque y los bomberos en qué van?
Me parece que la actuación de la primera brigada de bomberos fue negligente, pero no con dolo, como sí creo que lo fue la del fiscal Antonio Luis González, que llegó a afirmar ante un juez que tenía seis testigos cuando se le estaban desmoronando los tres primeros falsos y no pasó nada. Al fiscal ni siquiera el Consejo Superior de la Judicatura le ha hecho un llamado de atención. Y de Máximo Duque tampoco tenemos noticia.
¿Qué debe aprender el periodismo sobre el cubrimiento de este caso?
Es importante que haya acceso a las audiencias y que sean públicas, pero esto también implica una gran responsabilidad, pues no se trata de ponerles el micrófono a las partes. Es decir, el que haya divulgación de los procesos no quiere decir que el trabajo periodístico está hecho. Ahí es donde yo creo que el periodista debe hacer bien el ejercicio de registrar y constatar para tratar de perseguir la verdad, porque no todo lo que van diciendo de cara al micrófono puede ser asumido como la verdad.