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En 1987 se forjó un grupo de teatro en el colegio distrital Jorge Soto del Corral, en el barrio Atanasio Girardot, de la localidad de Santa Fe. A la primera clase asistieron 100 personas. Para la última sesión solo quedaban tres “bichos raros”, que hallaron un camino de vida y de creación. Sin tiempo que perder, crearon un grupo en el que confluyeran las artes escénicas, la música, la danza y todo lo que implica el quehacer teatral, para empezar a poner en escena su entorno.
Por ese entonces, las calles de las zonas altas del centro carecían de alumbrado, razón por la cual, en la génesis del grupo, la luna fue guía y testigo. En una noche de ensayo, una compañera escribió lo que terminaría siendo el poema bautismal que nombró al proyecto y su derrotero: Luz de Luna. Así nació el colectivo teatral que este año cumple 37 años, en los que las comparsas, que cada año llenan de color el cumpleaños de Bogotá, son una de sus mejores creaciones.
“Llegué al grupo cuando tenía 11 años. Hoy mi proceso continúa y ya se está formando la tercera generación. Desde el inicio, la apuesta siempre fue quedarnos en el barrio, promoviendo procesos de creación. Y gracias a esa riqueza, que hemos encontrado en lo local, es que hallamos en el ejercicio de la comparsa la posibilidad de poner en escena elementos que comparten, sin saberlo, nuestra vecina, el mecánico, el señor de la tienda, o la señora de la peluquería”, señala Jhon Ángel Valero, líder del colectivo.
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Los estigmas de un barrio popular y lo que significa estar en la periferia, lejos de ser una contrariedad, es un insumo. Este año la comparsa del colectivo Luz de Luna responde a la historia de los barrios populares y escenifica cómo empezaron a poblarse. “Se llama ¡Corre, abuelita! y quisimos abordar la migración de mujeres, que llegaron del campo a la ciudad por circunstancias ajenas al conflicto. Queremos escenificar la sensación de enfrentarse a una ciudad desde un referente campesino, tal y como pasó con nuestras familias”, explica Valero.
El elenco da cuenta de la multiplicidad que se busca: 12 niños y niñas del barrio, entre ellos uno de cuatro años; don Jorge, un vecino de 65, quien se encarga de jalar una estructura rodante, y los actores y los músicos invitados, que completan las 37 personas que saldrán a escena. Las comparsas, esos relatos en movimiento que reflejan el sentir popular de la ciudad, son tan variadas como las gentes de sus barrios, pues reflejan la amalgama de rostros, ritmos, historias y legados que enlazan el ADN de la cultura popular de la ciudad.
Esta expresión artística, que acompaña los festejos populares, tuvo un resurgimiento contemporáneo en los 90, ligado con la dramaturgia y con las expresiones teatrales de carácter callejero. En 1.988, el Festival Iberoamericano de Teatro trajo un desfile de comparsas internacionales. Si bien las nacionales no tuvieron espacio, el evento exacerbó los horizontes creativos de nuestros artistas, quienes, además de integrarse luego al festival, sentaron las bases de la comparsa como elemento que amplifica los sentires de un barrio. Hablar desde lo local para tener un alcance universal.
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Sin embargo, fue a partir de agosto de 1.993, luego de varias interrupciones, cuando las comparsas retomaron su carácter identitario, esta vez, para celebrar el cumpleaños de la ciudad, hasta volverse tradición en los festejos de la fundación de Bogotá. El año 1.999 fue clave cuando se creó el programa distrital ‘Comparsas locales en el Umbral’, lo que reafirmó su aire multicultural, que amalgama música, danza, canto y teatro, como una gran ópera popular que va por las calles creando un diálogo entre la Bogotá de antes, la de hoy y la que viene.
Por ese lugar inamovible que las comparsas se han ganado en las celebraciones populares de la capital, la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte hoy ofrece la beca ‘Bogotá siente la fiesta’, que apoya creaciones relacionadas con la exaltación de las manifestaciones culturales y patrimoniales de las 20 localidades, entendiendo cada una como un universo propio.
Este año, el desfile será el sábado 31 de agosto, para cerrar la celebración del cumpleaños de Bogotá. Será a partir de las 2:00 p.m. e irá desde la Plaza La Santamaría hasta la Plaza de Bolívar, por toda la carrera Séptima. Allí participarán las 20 comparsas ganadoras en la convocatoria ‘Bogotá siente la fiesta’, que cumple 25 años. Cada comparsa obtuvo un estímulo de $40 millones para echar a andar su propuesta escénica. Los ejes temáticos no solo responderán a la coyuntura local. Lo que pasa en el mundo también será susceptible de ser narrado desde lo local. Este año, por ejemplo, el conflicto entre Palestina e Israel; las vicisitudes que trae consigo el cambio climático y los retos que ello plantea en la vida diaria, así como la contaminación ambiental, también tendrán un espacio importante.
Alexánder Cruz, un referente del trabajo de comparsas que ahora vela desde la institucionalidad por su promoción, resume la importancia de esta expresión artística en su carácter comunitario. “En Ciudad Bolívar, por ejemplo, hay comparsas integradas por madres cabezas de familia y vecinos que, en apariencia, nada tienen nada qué ver con el quehacer artístico, pero que, en el proceso, sin embargo, han encontrado en ese espacio un vehículo de expresión; una manera de rendir un homenaje a sus raíces y a sus costumbres, y de responder a los estigmas que, por años, ha tenido el sector. Eso es lo bello de estos procesos, que en los lugares más insospechados se encuentra un potencial artístico importantísimo”, señala.
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Los procesos de base, además de implantar la semilla del arte y la creación en los sectores populares, le diezman protagonismo a la criminalidad, con la que muchos de estos procesos cohabitan. Luz de Luna, por ejemplo, ha sufrido amenazas e, incluso, atentados, durante las casi cuatro décadas que lleva el Colectivo. Sin embargo, el arraigo que tienen en la comunidad y en el barrio, ha hecho que sean los vecinos quienes salgan en defensa de sus integrantes, creando un escudo comunitario que invalida cualquier acción pensada para boicotear una obra, una comparsa o un taller.
Al final, el ecosistema cultural de cualquier barrio se alimenta del ímpetu de los grupos que eligieron creer en una quijotada, para narrar, crear y difundir los procesos identitarios de sus territorios. Porque, si bien hay quienes aseguran que Bogotá no tiene una fiesta o un carnaval propio, el próximo 31 de agosto, como se verá en el desfile de comparsas, sí tiene una gran multiplicidad de fiestas, que no pueden unificarse en un solo concepto, porque su riqueza, precisamente, se encuentra en la diferencia.
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