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El movimiento cabildante estudiantil guardará siempre el 1 de diciembre como una fecha que marcó un hito histórico para la ciudad, pues se aprobó en el Concejo el proyecto de acuerdo 399 que buscar “garantizar los derechos de las personas LGBTIQ+ y sobre identidades de género y orientaciones sexuales, asegurando entornos escolares seguros, inclusivos, respetuosos y libres en Bogotá”.
Con 28 votos a favor y 12 en contra, los concejales decidieron, en su mayoría, convertirlo en norma de ciudad, luego de tres años de discusión. Ahora, el alcalde Carlos Fernando Galán deberá sancionarlo e implementarlo.
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“Sin lugar a dudas es un triunfo del movimiento secundarista, de todos los estudiantes que estuvieron detrás de esta iniciativa, viviéndola, trasnochandose estudiando en el día y escribiendo en la noche. Y, por supuesto, agradecerle al concejal José Cuesta, vocero formal ante la corporación y a los concejales ponentes, Juan Daniel Oviedo y Quena Ribadeneira”, manifestó Juan Pablo Otero, uno de los autores del texto.
¿Cuál es el objetivo del proyecto?
El ahora Acuerdo de ciudad, busca crear entornos educativos libres de violencia y discriminación, donde cada estudiante pueda desarrollarse plenamente, honrando además la memoria del estudiante, Sergio Urrego.
Su alcance e impacto está en cinco factores:
1. Crear nuevos manuales de convivencia donde las instituciones educativas estén mejor preparadas para prevenir y abordar el acoso escolar.
2. A través de talleres para padres y cuidadores, fomentar hogares que promuevan el respeto y la inclusión.
3. Un protocolo claro, justo, rápido y confidencial para casos de acoso o discriminación (incluido el ciberacoso).
4. Talleres y grupos de apoyo que fortalecerán la empatía y el respeto dentro de las comunidades educativas.
5. Rutas de atención accesibles para garantizar que cada estudiante sepa a dónde acudir en caso de discriminación o violencia.
En cuánto a prevención y cambio cultural:
6. Fomenta una cultura de inclusión y convivencia pacífica en cada aula del Distrito Capital.
7. Transformar las escuelas en espacios donde se celebre la diferencia y se valore la individualidad.
8. Con talleres exclusivos para prevenir el acoso y la violencia sexual.
Lo anterior, son algunos de los puntos esenciales del Acuerdo de 121 páginas que, en esencia, promete que ningún estudiante vuelva a ser invisibilizado o discriminado por su identidad de género u orientación sexual.
Expertos como Enrique Chaux, investigador en competencias ciudadanas y prevención de la intimidación escolar, sentencia que “el bullying LGBTIQ+ es más fuerte que el matoneo general. A las víctimas las afecta más, porque las están molestando por un aspecto central de su identidad. Hay que despertar en los estudiantes, que no son víctimas y que tampoco lideran el matoneo, la sensibilidad o empatía para que puedan decir: ‘Si yo veo que están tratando mal a otro estudiante tengo que actuar’. Y hacerlo, además, de manera colectiva”.
“Hasta décimo grado prácticamente tuve que ocultarme por ser gay, pues la presión del mismo entorno me impedía salir del closet. Cuando lo hice, frente a profesores que ni se lo esperaban o estudiantes que me persiguieron, fue un acto reivindicativo y político, porque siempre me hicieron sentir como la oveja negra del colegio, como si mi voz no valiera”, contó Julián Carreño, un joven universitario, a El Espectador.
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Asimismo, datos de la organización Sentiido, evidenciaron que con corte al 2022, el 54,6 % de los estudiantes dijeron sentirse inseguros en la escuela por su identidad de género, y más de un tercio reportó haber perdido al menos un día de colegio en los últimos 30 días debido a la sensación de inseguridad en el ambiente escolar. En gran medida, detallaron, esto se desprende del hecho de que la mayoría de los estudiantes LGBTIQ (92 %) escucharon comentarios homofóbicos o transfóbicos en su colegio; más de la mitad (52,9 %) reportó que esto era cotidiano, y el 65,5 % respondió que la discriminación vino de profesores o personal administrativo.
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