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Cerca de 790.000 estudiantes de los colegios públicos de Bogotá retoman clases hoy, y la virtualidad —a pesar de las dificultades, falencias y brechas que se descubrieron el semestre pasado— seguirá siendo la única opción. Al menos mientras se supera el pico de la pandemia y descienda la curva de contagios por COVID-19.
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Y como todo apunta a que el regreso a clases presenciales se demora, esta nueva etapa implicará mayores retos. Aunque no está claro el plan de la Secretaría de Educación, que apenas hoy anunciará las medidas, es claro que uno de los desafíos (y tal vez uno de los más importantes) será garantizar la conectividad de los estudiantes y el acceso a equipos para estudiar. La urgencia es evidente. Las cifras muestran que este año al menos 350.000 alumnos de escasos recursos no pudieron recibir clases por no tener herramientas.
Para hacerle frente a esto, el Distrito invitó a la gente a donar computadores. No obstante, la primera meta (conseguir 100.000 computadores antes de que acabe el mes) por ahora está lejos de cumplirse. A la fecha la ciudad ha recibido 438 equipos nuevos, 31 usados y $76 millones para comprar más.
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Más retos
Sin embargo, no es lo único por resolver. Expertos aseguran que, teniendo en cuenta lo vivido en los primeros meses, la conectividad es apenas uno de los vacíos. Para Elena Marulanda, profesora de la Universidad Javeriana, de la línea de educación inclusiva y atención a la diversidad, más allá del manejo técnico, hace falta capacitar a los maestros en el manejo de los estudiantes en el aula virtual, ya que ahora no saben cómo medir las metas de aprendizaje.
“Las herramientas no resuelven nada de la calidad educativa. Hay que hacer hincapié en los factores externos, como las capacidades sociales e intelectuales de los niños, y para eso el Distrito debe favorecer la creación de programas de formación y redes de maestros, para que cuenten sus experiencias y, con base a eso, realizar un trabajo conjunto y continuo”, señaló.
En este punto, también es fundamental entender que la migración de los escenarios académicos a los hogares ha involucrado a los padres de familia y acudientes como actores que juegan un papel importante en el proceso formativo. Por ello, Marulanda sugiere un trabajo de contención con las familias, para encontrar un respaldo en las instituciones y que no se sientan solos en su nuevo rol de tutores.
Como conclusiones de lo que fue el primer semestre académico, Julián de Zubiría, director del Instituto Alberto Merani, dijo que la Secretaría de Educación acertó en el manejo de la alimentación escolar, al acordar que las familias lo reclamen en almacenes de cadena, pero se ha quedado corta en sacar provecho a recursos como la televisión y en dar un manejo diferenciado por ciclos del desarrollo.
“La ciudad está aprovechando la crisis para impulsar el cambio en la educación y trabajando por la transformación pedagógica, pero para el segundo semestre es clave reorganizar el currículo, impulsar la formación in situ y relanzar el programa de ciclos”.
¿Regreso a las aulas?
Aunque por la coyuntura que atraviesa la ciudad, ante la llegada del pico de la pandemia, no es apropiado poner sobre la mesa un posible regreso a las actividades académicas presenciales, Zubiría cree indispensable pensar desde ya en un modelo de alternancia para que, en octubre, los colegios puedan recibir a los niños que no puedan quedarse solos en casa. “La idea es que sean pocos estudiantes y los más pequeños, a quienes habría que garantizar todas las condiciones de bioseguridad”.
Sin embargo, para el profesor William Velandia, ejecutivo de Fecode, el modelo de alternancia no tiene sentido ni soluciona las necesidades en materia de educación. Lo que sí sugiere es que el Distrito debe empezar a condicionar las instituciones para que todos los estudiantes vuelvan a los colegios al mismo tiempo. “Por naturaleza el ser humano es social, ese contacto y vida escolar fortalece el ejercicio pedagógico. Es responsabilidad del Estado garantizar recursos para acondicionar los espacios y las aulas, pero no podemos experimentar con los niños con una alternancia que no es un modelo efectivo”, precisó Velandia.
Aun así, el desafío es que las acciones tomadas en pro de retomar las clases presenciales dependen de poner de acuerdo a todos los involucrados, empezando por los acudientes. Precisamente, Carlos Ballesteros, presidente de la Confederación Nacional de Asociaciones de Padres de Familia, aseguró que sin la voz y autorización de los padres no podría haber un retorno a las aulas. Y agregó: “En las consultas que hemos hecho, más del 88 % de los padres dicen que no piensan llevar a sus hijos al colegio así tengan que desescolarizarlos y asumir los riesgos de perder el año escolar. La idea es que los niños no salgan perdedores, por eso hay que buscar unas alternativas concertadas con Fecode, el Distrito y las instituciones”.
La deserción
Pese a las nuevas condiciones, que se dieron en una situación difícil y obligaron a repensar el modelo de educación que se venía implementando, la Secretaría de Educación asegura que durante el primer semestre no hubo deserción escolar. De hecho, al iniciar la cuarentena, en Bogotá había 789.000 estudiantes matriculados en los colegios públicos y a comienzos de junio la cifra de inscritos en el sistema aumentó.
Aunque el panorama en este aspecto es alentador, la invitación de los expertos es a que no se pase por alto la intención de seguir desarrollando estrategias que motiven a los estudiantes, docentes y padres, y se garantice un buen clima académico. Esto implica que la donatón siga dando resultados positivos, continúe el compromiso alimentario escolar y se tenga en cuenta que los alumnos no son los únicos actores del sistema educativo que necesitan una formación y aprendizaje constante.