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Uno de los elementos que influyen en el electorado al decidir el relevo en cargos de elección popular, como la Alcaldía de Bogotá, es la posibilidad de continuar o detener obras o proyectos, que están curso o en consolidación. Un ejemplo histórico es la primera línea del metro, que pasó de ser subterránea a elevada en la transición entre las alcaldías de Gustavo Petro y Enrique Peñalosa. Hoy, ad portas de una nueva contienda, subterranizar vuelve a sonar como una opción.
Por Fernan Fortich
Periodista con enfoque en temas ambientales, posthumanistas y sociales.@fernanfortichrffortich@elespectador.com