Crimen de Susan y Santy Beltrán: rostros inocentes de la violencia vicaria
El 29 de octubre se inició la audiencia contra el padre y asesino de dos niños, de 4 y 7 años, en un caso de violencia vicaria. Al tiempo, en el barrio donde ocurrió la tragedia el pasado lunes, hubo una velatón por las víctimas.
Juan Camilo Parra
Para los vecinos del barrio Las Ferias, en Engativá, es difícil entender o explicar las terribles imágenes que tuvieron que presenciar en la tarde del lunes, tras el asesinato de los niños Santy Steban y Susan Beltrán Ramírez, de 4 y 7 años, a manos de Darwin Beltrán, su padre.
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Para los vecinos del barrio Las Ferias, en Engativá, es difícil entender o explicar las terribles imágenes que tuvieron que presenciar en la tarde del lunes, tras el asesinato de los niños Santy Steban y Susan Beltrán Ramírez, de 4 y 7 años, a manos de Darwin Beltrán, su padre.
En primer lugar, porque los colombianos no acababan de asimilar las terribles muertes de Sofía Delgado, de 12 años, en Candelaria (Valle del Cauca), y de Alexis Delgado, de dos años, en San Cayetano (Cundinamarca). Segundo, porque los hechos se enmarcan en un fenómeno de violencia intrafamiliar que sobrepasa todo análisis de seguridad y se posiciona en una esfera de violencia social extrema, que viene perjudicando a la infancia
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Lo que recuerda Héctor Vanegas, dueño de un parqueadero, ubicado al frente de la casa donde vivían los niños, fue escuchar a las 5:30 de la tarde unos gritos estremecedores. El hombre luce extrañado, porque no deja de pensar en que a Darwin lo conocían casi todos en el sector, al ser de esos vecinos que creció en el barrio. Incluso, los residentes cuentan que estudió en el Colegio Técnico República de Guatemala I.E.D., el mismo donde estudiaba su hija Susan y de donde la recogía cada tarde para llevarla a casa. El lunes fue la última vez que lo hizo, antes de arrebatarle la vida. Por eso, la sede educativa fue epicentro de una velatón en memoria de las dos víctimas.
El sujeto trabajaba en una tienda llamada Foto Almeida y también recogió al pequeño Steban en el jardín. “Vivía con su mamá. Ella decía que su hijo estaba medicado”. Versiones de las autoridades indican que antes del doble crimen, hubo una discusión entre Darwin y la madre de los niños, derivada, al parecer, del proceso de separación, luego de siete años de relación.
Aunque todo sigue siendo materia de investigación, el asesinato de los niños se analiza bajo el concepto de violencia vicaria, en el que un agresor usa a los hijos para ejercer violencia sobre la mujer y madre. Idea reforzada por el vecindario, en donde se aventuran a decir que el agresor no tenía comportamientos violentos. “Es increíble que haya tomado una decisión tan cruel con sus hijos”, expresó Vanegas.
Violencia vicaria: hijos como instrumento para herir a sus mamás
El asesinato de dos niños en Engativá muestra como conductas machistas y violentas, que se perpetúan, pueden desencadenar no solo en feminicidios, sino en la denominada violencia vicaria. Esta es un tipo de violencia basada en género (VBG), que busca dañar a la mujer a través de sus seres queridos, en especial sus hijos. En este ejercicio de violencia contra la mujer, los niños y niñas son instrumentalizados para ocasionar dolor a sus madres y en la que el homicidio o feminicidio es la expresión más extrema. Esto, con el fin de generar una pérdida irreparable, que fractura a la persona y convierte su vida en dolor constante.
Una tragedia que, lamentablemente, no es nueva en la ciudad. Las muertes de Santy y Susan trae a la memoria otros casos que dejan entrever los alcances de una conducta posesiva y enfermiza, como el crimen de Gabriel Esteban Cubillos, de cinco años, quien fue asesinado en un hotel en Melgar por su padre, Gabriel González Cubillos.
Una violencia extremada
Sobre el marco rojo de la ventana, de la casa verde donde ocurrió la tragedia, los vecinos pusieron velas blancas. Es difícil para todos no pensar en los últimos minutos de los pequeños y en la incomprensible escena del padre alzando a su hijo sin vida sobre la ventana con velas, como dicen que ocurrió. Algunos trabajadores bajaban material de un camión, que estaba parqueado justo al frente de la vivienda. Todos vieron como, “el tipo mostraba al niño por la ventana”.
Una vecina, María Amparo Lope, dice haber visto llegar a otros vecinos. “Gritaban, ¿qué hizo?, él les respondía que los había matado”, señaló María Amparo a este diario.
Un médico que corroboró que no había signos vitales en los niños, varios trabajadores que descargan material de la mula, y otros vecinos, tuvieron el infortunio de ver el resultado de la escena. Los niños yacían acostados sin vida en una cama y su papá sin expresión permanecía a un costado, la madre que había estado adentro y afuera de la casa, lloraba. Lo que sí se puede entender es la rabia de la comunidad que por poco agrede hasta la muerte al sujeto. Horas después del horror, Beltrán fue presentado ante las autoridades a comparecer por delitos de homicidio y feminicidio agravado.
En reacción a estos hechos, César Restrepo, secretario de Seguridad, Convivencia y Justicia, expresó a El Espectador: “el asesinato de los menores por parte de su padre es una muestra más de la violencia social que está en toda nuestra ciudad y en toda la sociedad de Colombia. Es una muestra más de una sociedad que le cierra los ojos a una problemática que tiene al frente: una ciudad con una altísima carga social”.
Un reciente informe de Bogotá Cómo Vamos, que analizó datos del Sistema de Información Estadístico, Delincuencial, Contravencional y Operativo (SIEDCO) de la Policía Nacional, reveló un alarmante incremento en casos de violencia intrafamiliar en la capital colombiana. Las cifras muestran un aumento del 79,8 % en las denuncias por este delito, un porcentaje que deja entrever la urgencia de repensarnos como sociedad y los roles que en ella desempeñamos.
Programas como Calma, que empezó a funcionar desde 2023, busca fomentar masculinidades corresponsables y no violentas. La línea calma, pensada como un espacio de escucha y orientación, lanzada por el Distrito el 17 de diciembre de 2020, durante estos cuatro años ha atendido a más de 19.000 hombres, mayores de 18 años.
“Vivimos en una sociedad violenta por varios factores. Hay un rezago pospandemia de la salud mental que la sociedad no ha entendido que tiene que enfrentarla. Hay una normalización del abuso de sustancias psicoactivas y alcohol, adicional, hay una reestructuración social que viene de años atrás”.
Agregó sobre el camino para erradicar estas violencias: “la solución es afrontar la discusión, identificar los factores de riesgo y no minimizar las estrategias y alternativas para que la ciudadanía los reconozca. Esa conversación se evade, muchas veces, poniéndole la responsabilidad sobre la fuerza pública en un asunto que pasa dentro de las casas, entre las familias. Es el efecto de una cantidad de problemas desatendidos como sociedad, que no se resuelven con un policía y derivan en estos casos de violencia extrema”, concluyó.
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