De hierbas y otras espigas para atraer lo mejor de un nuevo año
Salir a las calles un 31 de diciembre, es encontrar las Plazas de Mercado rebosante de personas comprando lo necesario para sus agüeros. Los creyentes coinciden que es una práctica costumbrista, cargada de superstición y tradición. ¿Por qué practicamos este tipo de rituales para cerrar el año?
María Angélica García Puerto
Mientras las calles de Bogotá están libres de tráfico, en el último día del 2024, las Plazas de Mercado están abarrotadas de gente comprando la cena de fin de año, el desayuno del 1 de enero o la lista de productos para cumplir ese agüero antes y después de la medianoche.
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Mientras las calles de Bogotá están libres de tráfico, en el último día del 2024, las Plazas de Mercado están abarrotadas de gente comprando la cena de fin de año, el desayuno del 1 de enero o la lista de productos para cumplir ese agüero antes y después de la medianoche.
Los colores de las flores y hierbas amarillas resaltan en medio de los palo santo, las botellas de champagne o el humo que emanan los sahumerios prendidos en algunos puestos de vendedores. “Yo llevo siempre la espiga y los siete granos. A veces las flores o me baño en champagne a las 12, para la abundancia y la paz. Yo aprendí esas creencias de mi mamá”, cuenta Carmen Pedraza una compradora de la Plaza de Mercado del Restrepo.
Tan solo por el 31 de enero, este espacio de 60 años de tradición, famoso por la venta de ensaladas de fruta (donde se dice que allí nació la idea de agregar miel) y los jugos exóticos como el berraquillo y el borojó, fue el espacio para que las personas consiguieran lo necesario para empezar un nuevo año de la mejor manera, aunque la mayoría, pida abundancia más que salud. Así lo afirma, Yenny Montenegro, quien tiene un puesto de plantas medicinales.
“Siempre preguntan ¿qué pueden llevar para la buena suerte, la abundancia o prosperidad?, pero no piensan en la salud porque si no la hay no se puede hacer nada. Igualmente, les ofrezco las siete hierbas amargas para la limpieza y las dulces para el dinero y amor. A mí me gusta esas dos. Uno las hierve y se baña del cuello hacia abajo, para no resecar el cabello. Mi mamá me enseñó esa tradición”.
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En los agüeros no importa la edad, solo la herencia de lo que enseñó el hogar. Alisson Rodríguez, una joven en compañía de su pareja, cuenta que su ritual también es con hierbas, pero ella, aparte de bañarse, trapea de adentro hacia afuera su casa. “Las pones a infusionar, organizas el piso y luego te bañas sin secarte con toalla. Eso te ayuda a limpiarte energéticamente y con las dulces, atraer las buenas energías. Me ha funcionado. Mi abuela fue el ejemplo”.
Sin embargo, otros son ajenos a estos rituales a causa de sus creencias religiosas. “Nosotros oramos, damos gracias a Dios, pero no nos gusta ser agüeristas”, dice Kevin Cortéz.
¿Por qué practicamos agüeros?
La palabra agüero proviene del latín augurium, que significa presagio o señal de una cosa futura. Los más populares en Colombia son usar una ropa interior amarilla como buena suerte; comer doce uvas a la medianoche, pidiendo un deseo por cada una; decorar con espigas para que no falte el alimento; salir a dar una vuelta con la maleta para viajar; quemar un año viejo para dejar todo atrás; tener lentejas en los bolsillos para la prosperidad, y más.
Según Gabriela Bravo Vargas, antropóloga de la Universidad Nacional, cada parte del mundo tiene instaurada una serie de creencias y supersticiones “que hacen que este tipo de tradiciones provengan de una mezcla cultural y no se le atribuyan a un sitio en específico debido a su bagaje histórico”, señaló a Radio Nacional de Colombia.
Sin embargo, a través de la historia, han sido varios los momentos clasificados como agüeros, cuando en Roma, por ejemplo, los sacerdotes predecían el futuro de un feligres por medio de observar el vuelo de las aves o escuchar su canto. Aterrizando más al país, en la costa Atlántica, creen que no se debe quemar la leche en el fogón, porque se secarían las ubres del animal ordeñado; o no se puede cultivar hortensias en las casas en donde hay muchachas solteras, pues estas no se casarán.
“Cuando el hombre no puede explicarse los fenómenos naturales, expresa curiosidad y ansiedad por lo que no alcanza a conocer y en forma primitiva piensa que existe un poder o poderes externos que le señalan la explicación de lo desconocido”, argumenta Javier Ocampo López, historiador y autor del libro Supersticiones y agüeros Colombianos, quien recopiló a lo largo y ancho de la geografía colombiana aquellas creencias que hacen parte de un imaginario común y que por ende conforman nuestra cultura.
La fe de la mano con el ritual
En la Plaza del 20 de Julio, la voz característica de un hombre que promociona con ingenio cualquier tipo de productos, resalta, esta vez, por invitar a comprar el racimo de uvas. “Amigos y vecinos de este sector, señoras y caballeros, hoy traemos para ustedes una de las mejores frutas del mundo entero: ¡aquí está la uva!, acérquense porque es hasta de buen agüero. Señora ama de casa, mantenga el platico de uvas ahí en el centro del comedor, que eso atrae energías positivas. Claro que hay que írselas comiendo. Aproveche y lleve montones. Mire que precio tan bajo”.
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Aunque puede llegar a ser ruidoso en medio del caos, para Diego Torres, un colombiano que volvió a su tierra de visita luego de 10 años viviendo en Australia, justo todo eso era lo que extrañaba. “Aquí tratamos el año nuevo como un nuevo comienzo y las plantas nos ayudan con eso, aunque hay que hacerlo con mucha fe. En cambio, allá es muy frío, no se viven esas tradiciones, pero yo salgo a correr con mi maleta y mis amigos extranjeros se extrañan. Entonces volver me hace querer más mi cultura, que la gente esté feliz y salga a comprar”.
Tanto como Diego y las demás personas entrevistadas, coincidieron en algo: los agüeros deben ir de la mano con la fe de creer que esa intención, se cumplirá. “Yo guardo en mi bolso todo el año una bolsita roja que tiene lentejas con un billete de dólar y canela. Como están las cosas, uno tiene que pegarse de todo. Es la fe que uno le pone las cosas para que le salgan”, resalta Milena Salinas.
Las supersticiones y agüeros populares son creencias colectivas que se convierten en patrimonio de los pueblos. Así lo afirma el escritor Javier Ocampo López. “Ellas hacen parte del folclor (...) Son anónimas porque no tienen autor conocido y su origen se remonta a tiempos muy antiguos; son colectivas porque las supersticiones y creencias son comunes a la colectividad que la usufructúa; son funcionales porque ejercen una función en la sociedad que las posee y disfruta; son tradicionales porque se transmiten y perduran como supervivencias del pasado, manifestando continuidad y permanencia”, concluye.
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La tradición de los agüeros seguirá por varios años arraigada a la costumbre colombiana, gracias a la herencia familiar de padres y abuelos que desde una historia o una enseñanza, demuestran que en lo desconocido, puede haber fe de tener un mejor año.
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