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Una alta percepción de inseguridad en los capitalinos y un estallido social en las calles fueron la bienvenida para el brigadier general Eliécer Camacho como nuevo comandante de la Policía de Bogotá. En diálogo con El Espectador, defendió el actuar de la Fuerza Pública en las manifestaciones y señaló que le preocupa la desconfianza ciudadana en la institución.
¿Con qué expectativas llega al cargo?
Con la de acompañar a los ciudadanos en la construcción de este tejido social y en su diario vivir, que muchas veces se ve afectado por la delincuencia organizada y común. Vamos a trabajar con la administración y las secretarías de Integración, Mujer y Seguridad para abordar delitos basados en género, violencia intrafamiliar y focalizar los sitios donde más se presentan homicidios.
Asume en un contexto difícil por el paro, ¿cómo han sido estas semanas para la Policía?
Tenemos unos dispositivos importantes de acompañamiento y unas reacciones que no teníamos en épocas pasadas para acompañar la protesta y a los miembros de la Policía en los CAI, que se han visto afectados. Sin embargo, uno queda inquieto con el alto vandalismo que pesa en estas protestas, que quiere cometer afectaciones a los bienes públicos.
¿Qué han podido determinar sobre esos hechos vandálicos?
Que hay conexión con organizaciones criminales que influyen en estos comportamientos. La Fiscalía tiene procesos estructurados sobre grupos que les dan dinero a los jóvenes para que salgan a dañar semáforos y vehículos, atacar policías o edificios y bloquear vías. La línea es tan delgada, que la gente cree que es una afectación contra la protesta y no contra los hechos vandálicos.
Hay quejas por el accionar del Esmad en zonas residenciales donde hay disturbios, ¿cómo evitar esa situación?
Hemos tratado de mejorar los procedimientos, para que los ciudadanos no sufran con las intervenciones, aunque es difícil que entre los ataques a los miembros de la institución controlemos que los gases no lleguen a esas comunidades. Muchas veces solo usamos granadas de aturdimiento, pero a veces no hacen retirar a los vándalos. Entonces toca usar gases.
¿Es difícil ser policía en Bogotá?
Por lo grande y los fenómenos que hay, no es fácil. Tenemos que trabajar mucho en que se fortalezcan esos lazos entre policía y comunidad. Los últimos días hemos sido muy afectados por las noticias falsas en redes. Nos toca mejorar, a veces somos fuertes por la situación que se vive, pero los policías tenemos que controlarnos para que la gente nos apoye.
Aun así hay un sentimiento de antipatía por los casos de Dilan Cruz, Javier Ordóñez y otros de abuso policial, ¿cree que será fácil cambiarlo?
En esos casos hay responsabilidades de unos policías que tendrán que responder, pero no se puede generalizar a una institución que ha acompañado las épocas violentas en nuestro país. Hay realidades, pero en redes sociales hay un manejo poderoso para crear una mala imagen de la Policía. Está afectada la confianza, y uno lo observa en la calle cuando ve a unos muchachos con una fijación por ofender a los uniformados con o sin razón. No le niego que es una gran preocupación del mando el tema de esa imagen que hoy tenemos en la ciudad.
¿Cuántas investigaciones internas por abuso policial?
De estos días tenemos en nuestra oficina disciplinaria 20 investigaciones abiertas, asimismo la Procuraduría y la Fiscalía tienen sus propias investigaciones, como el del joven (Alejandro Zapata) que falleció en la Clínica Mandalay. El ente acusador inicia investigación de todos los hechos, pues hablan de abusos sexuales y desapariciones, pero cuando usted va a mirar no hay denuncia. Eso ayuda a que las personas tengan en su subconsciente que hay una policía que viola los derechos humanos.
¿Cómo encuentra la relación con la Alcaldía?
En los días que llevo lo único que he tenido es respeto y solidaridad de administración. Con la señora alcaldesa podemos hacer un equipo muy fuerte en tema de seguridad y no dejar fisuras para que opositores quieran meterse por ahí.
¿Qué les diría a quienes siguen en las calles protestando?
Se han hecho sentir. Uno admira a jóvenes que tienen buenas propuestas, pero hay otros que se dejan influenciar. El llamado es a la calma, pues el Gobierno está en conversaciones. Lo más importante es no acabar la ciudad y el transporte público. Los jóvenes de 18, 19 o 20 años que vemos ahí son personas que no saben para dónde van y solo (cometen) actos vandálicos que afectan a otros ciudadanos.